Nació el 5 de agosto de 1638 en París, donde murió el 13 de octubre de 1715. Fue el último de doce hermanos, y recibió del ambiente familiar, sobre todo por la influencia de su madre, Catherine de Lauzon, una profunda formación religiosa muy de acuerdo con su naturaleza reflexiva y recogida. Terminados los estudios en el colegio de la Marche y la Teología en la Sorbona (1656- 59), ingresó como novicio en la congregación del Oratorio. La elección del estado sacerdotal parece haber completado un carácter que, tanto por la endeblez de cuerpo como a causa de una intensa religiosidad, no pretendía el éxito mundano; elemento decisivo de tal resolución fue la muerte de sus padres, quienes fallecieron en 1660 casi al mismo tiempo. Después del noviciado, en cuyo transcurso nada hacía presagiar en el taciturno seminarista al pensador futuro, recibió, en septiembre de 1664, las órdenes sagradas. A la disciplina propia de los novicios siguió entonces una mayor libertad en la selección de los temas de estudio, de acuerdo con los principios del Oratorio, donde la intensa vida religiosa no impedía el más profundo respeto a las vocaciones y aptitudes específicas ni la noble pasión por la cultura más elevada.
Malebranche dedicóse inicialmente a los estudios históricos acerca de la patrística y las lenguas orientales; sin embargo, no destacó en ello ni dio pruebas de una gran afición por tales materias, como tampoco las ofreciera en sus primeros trabajos sobre San Agustín. Lo mismo cabe afirmar en cuanto a la exégesis de los textos sagrados. Modificó tal estado de cosas y le reveló su verdadera vocación el conocimiento puramente casual del Traité du Monde, de Descartes. A la lectura del citado libro, tan apasionada, que hubo de suspenderla a causa de la agitación que le procuraba, siguió inmediatamente el profundo estudio de toda la obra cartesiana y luego, a la luz de la nueva filosofía, que requería una vasta formación científica, el de las matemáticas, la física y la fisiología, así como un ulterior interés por San Agustín. El período de asimilación de los nuevos conocimientos y perspectivas finalizó en 1674 con la publicación del primer tomo de Investigación de la verdad (v.), tras el cual aparecieron pronto el segundo y el tercero.
El ritmo intenso de las ediciones acompañó entonces el desarrollo de la reflexión; y, así, en 1676 vio la luz Conversations chrétiennes, en 1680 el Tratado sobre la naturaleza y la gracia (v.), en 1683 el Tratado de moral (v.) y Meditaciones cristianas y metafísicas (v.), en 1688 Entretiens sur la métaphisique, en 1696 Entretiens sur la mort, en 1697 Tratado del amor de Dios (v.), en 1708 Entretien d’un philosophe chrétien avec un philosophe chinois sur l’existence et la nature de Dieu. En adelante, el nombre de Malebranche sería ya conocido, a pesar de lo cual, empero, su temperamento reflexivo no iba a cambiar. A duras penas aceptaba la polémica, o incluso la mera discusión aclaratoria, aun cuando luego se revelara en ello agudo y eficaz. Así ocurrió con Dourtous de Mairan, quien, seguidor suyo, le planteó las dificultades de la doctrina de Spinoza, que juzgaba presentes y conclusivas; y también con Amault sobre la cuestión de la gracia y la naturaleza de las ideas, con Bossuet respecto de la concepción de la Providencia y la gracia, con Leibniz en cuanto a las leyes del movimiento, con Fénelon acerca de la doctrina quietista del amor puro, con los jesuitas sobre el debatido asunto de los ritos chinos, y con el padre Valois respecto de la Eucaristía.
Sin embargo, el ambiente de las controversias y discusiones no era el suyo; y así, le costó responder a las angustiadas preguntas de Dortous de Mairan. Su espíritu profundamente reflexivo evitaba cualquier coloquio, a excepción del sostenido con la verdad. Dentro de una fidelidad constante a tal estilo de interior y religioso recogimiento, concluyó Malebranche su vida.
R. Crippa