Mary Baker Eddy

Nació el 16 de julio de 1821 en Bow (New Hampshire) y murió en Chestnut Hill (Massachusetts) el 3 de di­ciembre de 1910.

Afectada por una dolen­cia nerviosa, no frecuentó la escuela; pero, según dijo, estudió el griego, el latín y el hebreo; de todas formas, su dominio de la gramática inglesa no fue nunca perfecto. Rodeada de espiritualistas, convulsionarios y otros seguidores de sectas religiosas, in­gresó en la Iglesia congregacionalista y du­rante su juventud experimentó, sin duda, la influencia del movimiento trascendentalista.

En 1843 se casó con G. W. Glover y fue a vivir a Charleston (Carolina del Sur), donde su esposo murió pocos meses des­pués y la dejó en la miseria con su hijo único. En 1853 contrajo un segundo matri­monio con Daniel Patterson, dentista y ho­meópata, del que se divorció en 1873 des­pués de la separación, ocurrida en 1866.

Deseosa de ver curada su enfermedad, Mary había acudido en 1862 al doctor P. P. Quimby y pudo comprobar la eficacia de sus métodos, especie de práctica basada en la fe. De nuevo en la miseria, valióse de estas enseñanzas y empezó a viajar por el este de Massachusetts para demostrar y aplicar, singularmente entre los espiritualistas, el nuevo sistema curativo; obtuvo éxito, ganó mucho dinero en pocos años, compró una gran casa en Lynn y publicó en 1875 Ciencia y salud (v.), libro en el que figuran los principios de su doctrina.

En 1876 dio vida en esta última localidad a la Asocia­ción de los adheridos a la Ciencia Cristiana. El año siguiente se casó por tercera vez con A. G. Eddy, uno de sus discípulos. Es­tablecida en Boston, fundó allí la Iglesia de Cristo y el Massachusetts Metaphysical College, que persistió por espacio de nueve años y del cual fue única profesora.

Pu­blicó y dirigió el Journal of Christian Science e imprimió material de otras publi­caciones sin citar la fuente; gran parte de sus artículos aparecieron en Miscellaneous Writings (1896). En 1884, tras la muerte de su marido, se trasladó a Concord (New Hampshire), donde proyectó la organización de la Iglesia que, junto con el Christian Science Monitor, aún hoy uno de los periódicos más autorizados de América, fue su creación más duradera; la dirigió con mano de hierro y una gran habilidad en los nego­cios.

Se hacía llamar «Pastor emeritus» y, por su vida retirada y esquiva, alcanzó entre los fieles fama de santa inasequible y veneranda. Desde buen principio hubo de hacer frente a los ataques de discípulos disidentes y de los adversarios; su energía, empero, insospechable en un cuerpo tan débil y enfermizo, obtuvo siempre la vic­toria. Fácilmente sometida a crisis de furor, alejó a algunos de sus colaboradores ínti­mos, a quienes acusó de ejercer sobre ella un «maléfico magnetismo animal».

No ma­nifestó ningún afecto verdadero a su hijo, que mantuvo alejado. Al morir, a los 89 años, dejó un patrimonio de dos millones y medio de dólares, una organización inte­grada por cien mil devotos seguidores y un libro del que se habían vendido cuatrocien­tos mil ejemplares.

L. R. Lind