Karl Vossler

Nació el 6 de septiembre de 1872 en Hohenheim (cerca de Stuttgart), y murió el 18 de mayo de 1949. Su padre era director de la «Landwirtschaftliche Hochs­chule» (Escuela Superior de Agricultura) de Hohenheim. Luego de haber cursado la segunda enseñanza en Stuttgart y Ulm, Karl estudió Filología alemana y románica en las Universidades de Heildelberg, Estras­burgo y Ginebra. Decisivas para su forma­ción resultaron una permanencia en Roma (1895-96) y la amistad con B. Croce. En 1897 graduóse en Heidelberg con una tesis acerca de la Historia del madrigal en Ale- manía hasta Caspar Ziegler [Geschíchte der Aufnahme des Madrigals in Deutschland bis auf Caspar Ziegler]. Lector inicialmente en Heidelberg, consiguió luego allí la habilita­ción para la enseñanza libre en 1900, y en 1902 fue nombrado profesor extraordinario.

Sus lecciones de literatura italiana consti­tuyeron la base de la obra sobre Dante (v. La Divina Comedia estudiada en su gé­nesis e interpretada), publicada en los años 1907-10 y precedida por diversos trabajos lingüísticos (1904-05). En 1909 pasó como catedrático a la Universidad de Würzburg. En 1913, y como fruto de sus lecciones refe­rentes a la historia del idioma francés, apa­reció la obra La cultura de Francia reflejada en el desarrollo de su lengua [Frankreichs Kultur im Spiegel seiner Sprachentwicklung], la cual reapareció refundida y con adiciones en 1929, bajo el título Civilización y lengua de Francia (v.) y que pronto se hizo famosa. En el curso de los dos decenios siguientes publicó una abundante serie de estudios sobre las literaturas provenzal, francesa, italiana y, posteriormente, espa­ñola.

Gran parte de tales trabajos fueron escritos en Munich, ciudad a la cual Vossler había sido llamado en 1911 y que pasó a ser su patria adoptiva. El gran filólogo disfrutó del reconocimiento pleno del mundo cientí­fico; fue miembro de las Academias de Ciencias de Berlín y Viena, de la Crusca, y de las de Buenos Aires y Madrid, así como de la «Hispanic Society of Ameri­ca», y en 1926-27, y después de la segunda Guerra Mundial, la Universidad de Munich eligióle rector. Fue enterrado en una tumba de honor de Waldfriedhof, donada por aque­lla ciudad; por deseo suyo, en el curso del entierro no se pronunció discurso alguno. Vossler llevó a cabo una extraordinaria reunión de todos los elementos propios del ámbito romance de investigación y logró dominar, en realidad, el campo de las literaturas a él vinculadas.

Terminada su obra acerca de Dante viajó por los distintos países neo­latinos: Italia, Francia, España, Portugal y Sudamérica. En monografías sobre La Fontaine, Racine, Leopardi, Lope de Vega y Luis de León, en numerosos ensayos refe­rentes a la literatura románica, y en la traducción de la Divina Comedia supo pe­netrar magistralmente en la intimidad de los idiomas extranjeros y presentarla en alemán con viva eficacia. En sus últimos textos Aus der romanischen Welt y en el volumen Südliche Romanía encuadró el arte neolatino y la historia del espíritu en el gran proceso evolutivo de Occidente, y exa­minó sus problemas desde un nuevo punto de vista profundamente europeo. Es un aspecto muy importante de la compleja labor de Vossler el que se refiere a la investiga­ción de la cuestión lingüística.

Aun cuando se fundamentara en las ideas de Croce res­pecto del análisis estético de la lengua, dio a éstas una nueva y más amplia interpreta­ción, y formuló la exigencia de una consi­deración estético-histórica del tema. Esta teoría, que relacionaba íntimamente, como nunca se hubiera hecho hasta entonces, el idioma con la historia de la cultura y con la evolución histórica general, o sea, tam­bién, con la política, fue acogida favorable­mente por muchos, pero conoció asimismo la oposición de numerosos y ardientes ad­versarios. Sin duda, empero, contribuyó de­cisivamente a un nuevo planteamiento de la discusión referente a los vínculos entre lengua e historia, lo cual equivale a una modificación completa del panorama lin­güístico. Gracias a Vossler, en cualquier obra de este ámbito el lenguaje de la poesía es hoy naturalmente objeto de investigación en cuanto muestra y expresión de la compleji­dad lingüística de una época.

Mayor mérito para aquél, empero, supone el retomo a la provechosa universalidad que ya durante el Romanticismo había situado y enmarca­do el arte y la historia del pensamiento neo­latino en el gran proceso de la evolución occidental. A Vossler se debe, también, el nuevo descubrimiento, el primero después de los románticos y Grillparzer, de Dante y Lope de Vega, y la conversión de Racine en ele­mento esencial e insustituible de la concien­cia cultural alemana. Por otra parte, la majestuosa nobleza con que el gran filólogo sabía pasar de un país a otro y de uno a otro temas demostró claramente la profun­didad de algunos rasgos fundamentales, en apariencia invisibles, del desarrollo general de la cultura de Occidente. Dichos estudios, unidos con frecuencia a afortunadas inter­pretaciones poéticas, han abierto nuevos ca­minos a la investigación científica.

F. Schalk