José Vasconcelos

Filósofo y escritor mexicano nació en Oaxaca en 1882 y murió en 1959. Una de las grandes figuras intelectua­les de Hispanoamérica. Estudió las primeras letras en Piedras Negras, Coahuila y en Eagle Pass, Estados Unidos; hizo sus estu­dios secundarios y universitarios en la ciu­dad de México, en cuya Universidad obtuvo el título de abogado (1905). Ejerció como tal por cuenta de una casa norteamericana, conspiró con Madero contra el régimen dic­tatorial de Porfirio Díaz y fue agente con­fidencial del movimiento revolucionario de 1910 en Washington. En consonancia con estas orientaciones, había publicado el pe­riódico El Antirreeleccionista. La dictadura de Victoriano Huerta lo obligó a expatriarse y marchó a Europa, pero en 1920 le confió Adolgo Huerta la dirección de la Universi­dad Nacional, y fundó y fue el primer titu­lar del Ministerio de Educación Pública de 1920 a 1925, durante la etapa del presidente Álvaro Obregón.

De su labor en el Mi­nisterio da idea el título de maestro de la juventud de América que se le aplicó sin distinción ni discusión, no sólo por su obra filosófica y literaria, sino también por su labor reformadora y orientadora desde el Ministerio, donde encargó de la pintura de los murales de edificios públicos diversos a José Clemente Orozco y a Diego Rivera, aunque éste nos cuenta, en la Memoria y razón de Diego Rivera, de Lolo de la Torriente, publicada por la Editorial Renaci­miento, S. A., de México, que estos murales se hicieron pese a la resistencia del ministro, quien estimaba que Orozco pintaba «horri­bles caricaturas». Derrotado en las eleccio­nes de 1929 a la presidencia de la República frente a Pascual Ortiz Rubio, desempeñó la dirección de la Biblioteca Nacional durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho (1940-1946). José Luis Martínez, en su en­sayo titulado La obra literaria de José Vasconcelos, clasificada su producción en la siguiente forma:

I. Obras filosóficas: Pitágoras, una teoría del ritmo (1916 y 1921), Estudios Indostánicos (1920), Tratado de Metafísica (1929), Ética (1932), Estética (1935), Historia del pensamiento filosófico (1937), Lógica Orgánica (1945). II. Obras sociológicas y pedagógicas: La raza cósmica (1925), Indoiogía (1927), Bolivarismo y monroísma (1934), De Robinsón a Odisea (1935). III. Ensayos y otros trabajos: Gabina Barre­da y las ideas contemporáneas (1910), La intelectualidad mexicana (1916), El monis­mo estético (1918), Divagaciones literarias (1919), Prometeo Vencedor (1920), Pesimis­mo alegre (1931), Sonata mágica (1933), Qué es la revolución (1937) y además una abun­dantísima producción periodística de todas las especies y calidades. IV. Obras históri­cas: Breve historia de México (1936), Her­nán Cortés (1941). V. Obras autobiográficas: Ulises criollo (1936), La tormenta (1936). El desastre (1938), El proconsulado.

Hasta aquí, la clasificación de José Luis Martínez. Falta en ella, por razones cronológicas, el quinto volumen de sus obras autobiográfi­cas, titulado La flama y aparecido muy poco después de la muerte del autor (1959). No aparece en los títulos de la clasificación el ensayo ¿Qué es el comunismo? (1936), inte­resante para la estimación de las alterna­tivas de este ilustre pensador hispanoameri­cano, influido por Schopenhauer, que sigue la trayectoria de Rodó, se convierte en el campeón frente al positivismo y el utilita­rismo tan en boga en América, y acaba haciendo confesión pública de fe católica, aunque sin liberarse de las primeras in­fluencias y sin ruborizarse por sus coinci­dencias con el comunismo en su campaña contra el imperialismo (occidental) en los primeros tiempos de la segunda Gran Guerra (1939-1940). No se puede separar del con­junto de sus obras filosóficas la titulada El monismo estético; él mismo afirma que su doctrina filosófica es «un monismo ba­sado en la Estética».

Sin embargo, pese al interés de sus estudios filosóficos y pese a la novedad del profeta de la Raza cósmica (v.) y de la Indoiogía (v.), el interés esencial­mente literario de Vasconcelos hay que buscarlo en algunas escenas de la tragedia moderna Prometeo vencedor, en algunas páginas de los cuentos de La sonata mágica y de las narraciones de sus trabajos históricos, y sobre todo, en sus Memorias, pues verdade­ras memorias son los cinco volúmenes que han quedado clasificados como autobiográ­ficos: crudeza, naturalidad, sentido humano, espíritu de observación y capacidad crea­dora campean en los escritos de este filósofo y ensayista que podría ser considerado un gran historiador si hubiera sido capaz de desprenderse de su pasión incontenible en algún momento.

El gran admirador de la España colonizadora y de Hernán Cortés, y gran flagelador de lo que considera vicios de su país, con propósitos regeneradores paralelos a los de la generación española del 98, no se mordía nunca la lengua, como no se la mordía el español Miguel de Una­muno: uno y otro eran filósofos, individua­listas, donquijotescos y geniales. En 1952 publicó una Todología, compendio de su sistema filosófico. En el campo literario, Vasconcelos será siempre recordado con preferencia por su Ulises criollo (v.), una de sus obras maestras.

J. Sapiña