Escritor mexicano nació en México en 1776, murió en la misma ciudad en 1827. Hijo de un médico que prestaba sus servicios profesionales en el Noviciado de la Compañía de Jesús en Tepozotlán, hizo en esta población sus primeros estudios, que amplió después en el Colegio de San Ildefonso; pero no pudo terminarlos por falta de recursos.
Tres aspectos esenciales nos presenta esta interesante figura literaria: es periodista por vocación; es un liberal influido por los enciclopedistas, aunque limitado por el ambiente de la colonia, y es cronológicamente el primer novelista de América. Formó su personalidad de periodista y escritor en la lucha por la existencia, y en cuanto el articulado de la Constitución de Cádiz (1812) se lo permitió, lanzó a la circulación el periódico El Pensador Mexicano, título que había de utilizar después como seudónimo; suspendida la publicación en 1814, el periodista no cejó en su empeño y a través de su existencia fue publicando: Alacena de frioleras (1815), Ratos entretenidos (1819), El conductor eléctrico (1820), El hermano del perico (1823), Las conversaciones del payo y el sacristán (1824) y Correo semanario de México (1826).
Se le ha considerado a veces como costumbrista, pero Fernández de Lizardi, hombre de ideas, si no un creador, sí es un renovador con afanes de reformar el ambiente colonial, y el reflejo de las costumbres en su obra queda en segundo plano; es, desde luego, un precursor del costumbrismo. Trabaja por la independencia de su país, pero con prudencia: le importa más la defensa de los derechos del hombre que la liberación inmediata de la patria. Un folleto en Defensa de los francmasones le vale la excomunión (1822); sin embargo, el penitente se humilla y la excomunión es levantada un año después.
La influencia de Rousseau es notoria en diversos pasajes de su obra, principalmente en la novela Doña Quijotita y su prima (1818). Escribió también versos desaliñados — desaliñado pero vigoroso fue su estilo en la prosa —, de los que lo más interesante son las Fábulas (1817); intentó el teatro, sin resultado, en piezas como El negro sensible (II parte), Auto Mariano y otras. Conoció más de una vez la cárcel por sus críticas al virrey y por sus actividades liberales y patrióticas el hombre que comenzó escribiendo una Polaca en honor de Femando VII.
Pero Fernández de Lizardi es, ante todo y sobre todo, el iniciador de la novela en América. Dos son sus producciones centrales a este respecto: El Periquillo Sarniento (v.) y la Vida y hechos del famoso caballero don Catrín de la Fachenda, publicada después de muerto su autor (1832). La primera, continuación americana de la novela picaresca española, tiene sentido universal; Don Catrín de la Fachenda, más restringida en diversos aspectos, tiene una mayor concreción novelesca y nos presenta la vida de un joven mexicano presuntuoso, un «señorito» de la época colonial que va hacia la catástrofe por su aversión al trabajo y sus estúpidas pretensiones. Examinada desde el ángulo nacional y aun continental, posiblemente esta novela sea la producción más trascendente del autor.
Doña Quijotita y su prima, que ya hemos citado, repite la lección del Periquillo para las damas. Pero además nuestro autor nos ha dejado un trabajo de contenido autobiográfico que tituló Noches tristes y día alegre (1818), inspirado seguramente en las Noches lúgubres del español Cadalso; a través de este libro, los ecos pre- románticos saltan al continente americano, recogidos por un escritor polifacético a quien debe tanto como al que más la moderna literatura hispanoamericana.
J. Sapiña