Nació en Weilderstadt (Württemberg) el 27 de diciembre de 1571 y murió en Ratisbona el 15 de noviembre de 1630. Inició sus estudios de Teología en la Universidad de Tubinga, donde, bajo la guía del astrónomo y matemático P. Michael Mástlin, conoció la teoría de Copérnico. Dedicó entonces toda su actividad a la astronomía y a la admiración de la armonía de lo creado, intentó ‘ descubrir sus leyes, y escribió su Misterio cosmográfico (v.), que apresuróse a enviar a Brahe y Galileo, quienes se hallaban, respectivamente, en Alemania y Padua; rogaba a estos grandes sabios que llevaran a cabo observaciones astronómicas particulares destinadas a demostrar la eventual existencia de la paralaje de las estrellas fijas. En 1600, varios ciudadanos y funcionarios protestantes, entre los cuales figuraba el mismo Kepler, fueron expulsados de Estiria.
Sin embargo, Tycho Brahe se había apresurado a gestionarle su traslado a Praga, junto al emperador Rodolfo II, como matemático de la corte; de esta suerte Kepler pudo tener a su disposición las observaciones de Tycho, que, junto con sus famosos descubrimientos, le permitieron dar con una mejor e incluso verdadera teoría del sistema solar, lo cual fue el principal objetivo de su vida. Como la convivencia con Rodolfo y su corte le indujera también a la Astrología, se excusó de ello diciendo que la Naturaleza, la cual ofrece a todos los seres vivos los medios de subsistencia, había puesto la Astrología como auxiliar de la Astronomía, que por sí sola no hubiera podido vivir. El año en que Galileo inventó el anteojo (1609), Kepler, reducidas y discutidas las observaciones de Tycho Brahe, completó su «gran trabajo marciano al poner el planeta Marte a los pies del trono imperial». Con ello, en Astronomía nueva (v.) y en Armonía del mundo pudo enunciar sus leyes sobre el movimiento de los planetas en torno al sol.
Mientras tanto, Galileo publicaba Nuncio sidéreo (v.) y enviaba inmediatamente un ejemplar de la obra a Kepler, el cual respondióle poco después con Disertación sobre el «Nuncio sidéreo» (v.), donde el autor manifiesta sus dudas, singularmente respecto a la existencia efectiva de los satélites de Júpiter. Más tarde, ya en posesión de un buen anteojo, que le enviara Galileo, reconoció rápidamente la realidad de las cosas, y dio a la luz sus observaciones de 1610, plena confirmación de los descubrimientos de su ilustre amigo y colega. Una vez bien preparado en el conocimiento de la óptica, tras la invención del anteojo Kepler escribió Dióptrica (v.), o Demostración de las cosas, antes nunca vistas por nadie, que se observan con el anteojo, obra que en realidad es el principio y el fundamento de una ciencia óptica. Rechazada la cátedra de matemáticas que le fuera ofrecida por la Universidad de Bolonia, hubo de trasladarse, también a causa de las persecuciones religiosas, de Linz a Ulm, donde pudo concretar los resultados obtenidos a partir de las observaciones de Tycho y de sus teorías, y calculó y publicó en 1627 las Tablas rodolfinas, anteriormente iniciadas por Brahe (v.), y así denominadas en honor de su protector, Rodolfo II; la primera, donde figura una serie de efemérides calculadas por K- de acuerdo con sus tres leyes, fue dedicada por el autor a John de Merchiston, puesto que en ella inició el empleo de los logaritmos, que en adelante se difundieron rápidamente por Alemania.
Las calamidades familiares, las dificultades económicas debidas a la insolvencia del emperador y las persecuciones religiosas hicieron duros y penosos los últimos años de Kepler, pero no lograron disminuir la intensidad de su labor científica. Finalmente, empero, luego de un desastroso viaje invernal de Leipzig, donde se hallaba al servicio de Wallenstein, a Ratisbona, falleció en esta última ciudad.
G. Abetti