Nació en Estrasburgo, probablemente en 1546, y murió en Forbach en 1590. Se llamaba Fischer; pero tras un viaje a Holanda, prefirió dar una terminación holandesa a su apellido. Debido al origen de su padre, recibió además el sobrenombre Mentzer (maguntino).
Hijo de una familia de comerciantes acomodados, estudió primeramente en el instituto de su ciudad natal y luego Humanidades en Worms, bajo la guía de su padrino. La peste de 1565 le indujo a marchar a Flandes; de allí dirigióse más tarde a París, donde al cabo de dos años consiguió el título de bachiller en artes.
En la capital de Francia pudo seguir de cerca las persecuciones religiosas contra los hugonotes. Partió luego hacia Italia y empezó a estudiar Derecho en Siena. En 1572 se hallaba en Inglaterra y pasó posteriormente a Holanda. Mientras tanto, había escrito sus primeras obras: una refundición poética de las aventuras de Till Eulenspiegel (v.) y La caza de las pulgas, en las que unió motivos populares a un fondo de cultura humanística.
En 1574 doctoróse en Derecho en Basilea y al año siguiente publicó la primera versión de su texto más notable: Escritura histórica, traducción del Gargantúa (v.), de Rabelais, que refundió más tarde en el curso de los últimos ocho años de su vida. En 1581 llegó a fiscal del Imperio en Spira y en 1583, llamado a ocupar un elevado cargo en Forbach, contrajo matrimonio y tuvo dos hijos.
Luego siguió desarrollando una fecunda actividad literaria y compuso unas cincuenta obras, varias de ellas meras compilaciones. Fue muy docto y psicólogo; además, poseyó también notable cultura musical y artística, y leyó a Vasari. No se trata, en realidad, de un genio creador, por lo que durante el siglo pasado se le consideró más bien como un gran periodista; sin embargo, fue el escritor satírico más importante de la época posluterana.
Su animada polémica anticatólica (v., por ejemplo, El bonete de cuatro picos de los jesuitas) osciló por algún tiempo entre el luteranismo y el calvinismo, del que fue el más activo propagandista. Contribuyó a la creación de un lenguaje pintoresco, rico en expresiones plebeyas y con imágenes que anuncian ya el gusto barroco.
V. M. Villa