Novelista y dramaturgo catalán. Nació en La Selva del Camp (Baix Camp, Tarragona) en 1882 y murió en París en 1956. Hijo de un terrateniente y de una de sus sirvientas, llamada Consol, seducida por su amo, no fue reconocido por el padre, que lo abandonó a su suerte. La madre encontró a un amigo desinteresado que protegió al pequeño Joan. Al descubrir, apenas llegado a la adolescencia, el secreto de su origen, el futuro escritor intentó vengarse y vengar a su madre matando al seductor de un escopetazo; puesto en acecho esperó el paso de su enemigo, que iba a caballo, pero en el momento crítico el valor le abandonó. Puig i Ferreter era un muchacho sanguíneo, rebelde e imaginativo. Hacia 1894 había iniciado el Bachillerato en el Instituto de Reus; más que inquieto, atormentado, aspiraba a labrarse una situación independiente para poderse vengar del mundo injusto y hostil. Dejó los estudios y marchó a Barcelona donde entró como mancebo en una farmacia de la calle del Arco del Teatro.
Pasado un tiempo y habiendo ahorrado un puñado de pesetas, partió para Francia en busca de fortuna, en compañía del poeta reusense Antoni Isern. La vida era dura e Isern no tardó en abandonar la partida. Puig i Ferreter, solo, erró por el Rosellón y Provenza. Trabajaba, pedía limosna y aun robaba si la necesidad se hacía apremiante. Llegado a Borgoña es admitido en una masía como mozo de labranza. Rico en experiencias vitales y siempre desasosegado y ambicioso, vuelve a Barcelona donde consigue una modesta plaza en La Vanguardia; trabajaba en la sección encargada de clasificar y redactar las noticias telegráficas. Dado a la lectura desde la adolescencia (Shakespeare, Nietzsche, Gorki, Ibsen, etc.), la vocación literaria fue en él muy precoz. El teatro le atrae poderosamente y en 1904 estrena La dama alegre (v. Teatro), comedia de ambiente rural, trasposición literaria de una de sus aventuras en tierras francesas. Del mismo año son Dialegs dramatics y Dialegs imagi- naris, en los que el joven escritor expone sus ideas sobre la vida y el arte.
Tras algunas comedias poco logradas, en 1908 da a la escena La dama enamorada, con la que vuelve a la línea de La dama alegre; la obra, corregida y refundida por el autor, fue re- estrenada con éxito en 1925. En 1912 sube a las tablas El gran Aleix (El gran Alejo), drama de extraordinaria tensión, en el que se acentúan los influjos de la narrativa y la dramática rusas, ya visibles en sus anteriores obras (Puig i Ferreter tradujo El dominio de las tinieblas de Tolstoi). Con Desamor y La dolga Agnés (La dulce Inés) se cierra un ciclo de producciones intensamente patéticas. A continuación estrena varias comedias de tono más amable, entre las que destaca Garidó i Francina (1917). De 1919 son las piezas costumbristas El gran enlluer– nament (El gran deslumbramiento) y Les ales de fang (Las alas de barro). Entretanto nuestro autor había contraído matrimonio, del que tuvo dos hijas, y su nombre sonaba a menudo para ser ensalzado o combatido. Su primera novela de cierta importancia es la titulada Les facécies de Vamor (Los donaires del amor), aparecida en 1925 y de tema más bien intranscendente.
En Servitud (Servidumbre, 1926), obra claramente autobiográfica, relata y analiza sus experiencias de periodista esclavo de una empresa comercial, bajamente materialista. Dos años después da a la luz Vida interior de un escritor (v.), historia de la crisis de conciencia de un artista, de sus tormentos íntimos y su final ascensión a la serenidad. Durante los años de la dictadura de Primo de Rivera, es redactor en La Tribuna y posteriormente de El Día Gráfico, diarios neutros y vulgares. En 1929 aparece El cer- cle mágic (El círculo mágico, v.), una de sus mejores novelas, a propósito de la cual la crítica habla con insistencia del «alma rusa» del autor; con dicha obra obtiene el premio Crexells de 1930, por lo que le es ofrecido un gran homenaje que Puig i Ferreter aprovecha para pronunciar un discurso de tonos agresivos, en el que se refiere al ambiente de intrigas y envidias que, según él, reinaba en la vida literaria barcelonesa. Otro libro muy importante y significativo es Camins de Franca (Caminos de Francia, 1934, v.), relato de sus andanzas juveniles por el vecino país, a las que ya nos hemos referido: son páginas escritas con una sinceridad desgarrada y constituyen un documento de innegable calidad humana y literaria.
De ideas liberales y laicas y afiliado al partido de Esquerra Republicana de Cataluña, Puig i Ferreter había sido elegido diputado a las Cortes Constituyentes de 1931; nuestro autor figuró entonces en la candidatura encabezada por Francesc Maciá, primer presidente de la Generalidad restaurada, y fue el candidato que obtuvo mayor número de sufragios. También por aquellas fechas dirigía las ediciones Proa, importante colección catalana de narraciones originales o traducidas, en la que Puig i Ferreter publicó, entre otras muchas, varias de sus novelas y unas excelentes versiones de Dostoievski y Tols- toi, directas del ruso, debidas a Andreu Nin. Al instaurarse el régimen autonómico, P. i F fue elegido diputado al Parlamento de Cataluña, y en julio de 1936, días después de estallar la guerra civil, pasó a ocupar la consejería de Asistencia Social. Con todo, el carácter demoledor de la revolución popular le desasosiega y en septiembre del mismo año se traslada con su familia a París, con el cargo de depositario de los fondos de la Generalidad, destinados a la adquisición de material bélico En la capital francesa lleva una vida holgada y sigue escribiendo; cierta mañana la prensa amarilla de París da cuenta de un suceso de sangre y pasión: Puig i Ferreter, impelido por los celos, ha golpeado brutalmente a su amante con una plancha.
En 1952 y en las ediciones Proa, ahora instaladas en Perpiñán, aparece el primer volumen de una gran novela cíclica, bajo el título general de El pelegrí apassionat [El peregrino apasionado]; la obra, de fondo autobiográfico como casi todas las del autor, intenta ser una justificación de su vida siempre agitada por fuertes pasiones. Sucesivamente fueron publicándose nuevos tomos de la vasta serie. Se trata de un esfuerzo gigantesco, sin precedentes en la literatura catalana; frondosa y accidentada narración, a menudo interrumpida por prolijas confesiones y alegatos de carácter polémico. El mérito artístico de la obra es muy desigual y sus posibles valores históricos y documentales no podrán ser juzgados objetivamente hasta pasados algunos años; en 1963 habían aparecido diez densos volúmenes. La figura literaria, política y aun humana de Puig i Ferreter ha sido muy discutida, pero no puede negarse el vigor de su personalidad, marcada desde la infancia por un destino dramático, ni el empuje y fecundidad de su pluma de autodidacto, de escritor tumultuoso, libre, original y a su manera sincero, ajeno a las corrientes estéticas de su tiempo.
J. Oliver