Jean-Baptiste-Pierre-Antoine de Monet de Lamarck

Nació en Barentin (Picardía) el 1.° de agosto de 1744 y murió en París el 18 de diciembre de 1829. Hijo de una familia noble, fue destinado por su padre a la ca­rrera eclesiástica y enviado a estudiar al colegio de los jesuitas de Amiens. La muer­te del progenitor, ocurrida cuando Jean- Baptiste contaba sólo dieciséis años, le dejó en libertad para la elección de otra profe­sión. Abandonó, efectivamente, el colegio, y decidió seguir la carrera de las armas, para lo cual unióse en Hannover al ejér­cito del mariscal De Broglie; se distinguió inmediatamente por su valor en Jillingshausen, y fue promovido oficial en el mis­mo campo de batalla. Terminada la guerra de los Siete Años (1763) siguió al fragor de los combates la inútil y monótona vida de guarnición, a la que Lamarck no quiso resig­narse. Por ello dejó las armas y se estable­ció en París para continuar los estudios de Zoología que iniciara cuando niño.

Habi­taba en una buhardilla muy elevada, y entreteníase realizando observaciones me­teorológicas — de Meteorología habría de ocuparse siempre hasta su muerte, incluso cuando sería ya zoólogo famoso —. La Academia de Ciencias elogió (1776) su memo­ria Sur les sapeurs de l’athmosphère. No obstante, primeramente fue conocido como botánico. Iniciada la formación de un her­bario, e insatisfecho de los métodos de cla­sificación de Linneo, estableció el analítico y dicotòmico todavía empleado hoy. Fruto de tales estudios fue el interesante texto Flore française (1778 y 1795), publicado por el gobierno luego de una propuesta de Buf­fon. Ello le abrió las puertas de la Aca­demia de Ciencias (1779). Posteriormente fue enviado a Holanda y Alemania para que estudiara la organización de los jardi­nes botánicos; se le confió también la parte de la Encyclopédie méthodique (1785) de­dicada a las plantas. En 1788, finalmente, a la muerte de Buffon, ingresó en el Jar­dín Botánico de París.

La Revolución, em­pero, cambió el rumbo de la existencia de Lamarck Un decreto de la Convención del 10 de junio de 1793 modificaba la organización del mencionado Jardín; a causa de ello, el científico, que de otra forma hubiera llegado a ser seguramente un ilustre botá­nico, perdió su puesto, pero obtuvo una cátedra de Zoología de los invertebrados en el Museo Nacional de Historia Natural. Salvo los estudios juveniles, nada hacía pensar en un Lamarck zoólogo; sin embargo, en julio de 1795 inició éste sus cursos regu­lares, y al cabo de poco tiempo llegó a ser uno de los principales sabios de la Zoolo­gía moderna. Sus estudios dieron lugar a algunas obras clásicas, como la Historia natural de los invertebrados (1815-22, v.), formada por siete volúmenes que señalan un franco progreso respecto de Linneo y Buffon, y la Filosofía zoológica (1809, v.), que, preparada por Recherches sur l’orga­nisation des corps vivants (1806), contiene la formulación de las famosas teorías evo­lucionistas del autor; en su último tex­to, Système des connaissances positives de l’homme, tal evolucionismo se convierte en metafísica de la naturaleza. Durante los últimos años de su vida Lamarck fue víctima de una enfermedad que le hizo perder, prime­ramente, la vista, y luego la razón.

G. Preti