J. V. Foix

Poeta catalán. Nació en Barce­lona en 1894. Estudió en su ciudad natal. El caso de Foix como poeta no tiene par en la moderna lírica catalana. Se llama a sí mismo «investigador de poesía» y toda su obra ofrece un curioso carácter de experi­mentación de laboratorio. Ha escrito poco; su obra es tan escasa como intensa y pre­ciosa. El poeta procede del surrealismo, del cual pronto acertó a superar lo accesorio y el esnobismo.

Sus primeros ensayos apare­cieron en hojas literarias de poca difusión, como L’amic de les arts, revista mensual de espíritu vanguardista, que se publicaba en Sitges, como Hélix o Quaderns de poe­sía. En los años que precedieron a la gue­rra civil tuvo a su cuidado urna sección de La Publicitat, en la que practicó un origi­nal periodismo literario a través de gace­tillas breves, densas de sentido crítico y redactadas en un catalán magistral, sin tó­picos, bruñido. La originalidad de Foix es incuestionable y única.

Él ha sido un su­rrealista «avant la lettre», ya que sus expe­riencias datan de 1917. Para él, «superrea­lismo» significa simplemente «superación de la realidad»; su vigor imaginativo crea vi­siones, sueños, premoniciones, muchas ve­ces partiendo de una anécdota a menudo trivial, que el poeta potencia y eleva o sumerge en un medio mágico; del surrea­lismo típico sólo conserva la técnica expre­siva, que él ha llevado, gracias a su increí­ble conocimiento de la lengua, a un alto grado de ennoblecimiento y depuración.

Su lenguaje ofrece la dureza del diamante y al mismo tiempo la inquieta translucidez del agua viva o el tupido y fresco misterio de las frondas; en él conviven formas extraí­das de Ramón Llull o de Ausiás March con arriesgados neologismos. Carles Riba ha di­cho que nuestro poeta posee en medida suma el sentido del verso como «entidad irreduc­tible».

La crítica tradicionalista, tan poco atenta a los valores de la nueva estética, ha acusado a Foix de extraviarse en la retó­rica de sus hallazgos verbales y de ser esclavo del idioma; olvida o no ha captado la solidez interna de sus elaboraciones y el rigor sobrerreal de sus metáforas, que nos adentran en un mundo de mística hondura y en las que, en el fondo, nada es gra­tuito. Véanse, por ejemplo, los sonetos ar­caizantes de Sol, i de dol, en los que lo alegórico aparece sometido a una inque­brantable lógica poética.

La obra de Foix com­prende: Gertrudis (1927), KRTU (1932), Sol, i de dol (1936, aparecida en 1948), Les irreals omegues (1948), Quatre ñus (1953), On he deixat les claus (1953), Del «Diari, 1918» (1956), Onze nadales (1960) y Desa aquets llibres al calaix de baix (1963) (v. Poesías).

J. Olíver