Giovanni Battista Casti

Nació en Acqua- pendente (Viterbo) el 29 de agosto de 1724 y murió en París el 5 de febrero de 1803.

Reci­bidas las órdenes sagradas, a los dieciséis años enseñaba ya en el seminario de Montefiascone. Por su ágil y abundante inspira­ción poética fue acogido entre los árcades romanos.

Estuvo en París con la marquesa de Lepri; pero al regreso hubo de abando­nar el Lacio a causa de imprudentes decla­raciones y, quizá, de actitudes no confor­mes con su estado.

En 1764 refugióse en Toscana, y luego marchó a Viena y a San Petersburgo, donde permaneció seis años en la corte de Catalina II, cuya hospitalidad pagó con el Poema tártaro (v.), obra fina­mente alegórica en la cual ridiculizaba a la soberana y el ambiente cortesano.

Estuvo posteriormente otra vez en Austria, más tarde en Constantinopla y en Milán, y de nuevo en Viena, llamado por el emperador Francisco I, quien nombróle en 1790 «poeta cesáreo».

Abandonada definitivamente la corte austríaca en 1798, trasladóse a París, donde permaneció hasta que le sobrevino la muerte. Su talento le valió honores des­proporcionados con relación a sus méritos poéticos.

Sin embargo, también fue exce­siva la antipatía que provocó C. en muchos de sus adversarios. Innegables resultan la ágil agudeza de los sonetos reunidos en I tre giulii y la habilidad de las octavas que integran los doce cantos de El poema tár­taro.

Sin embargo, su fama se halla vincu­lada sobre todo a los Cuentos (v.), asimismo en octavas, y ello aun cuando representen el fruto de un ingenio abundante en recur­sos, pero pobre de sentimientos.

F. Giannessi