Nació el 29 de febrero de 1792 en Pesaro y murió el 13 de noviembre de 1868 en Passi (París). Cuando niño, y a causa de la profesión de sus padres, conoció la existencia errante de los artistas de teatro. Posteriormente, establecida la familia en Bolonia (1804), recibió allí una sólida formación musical. Mientras tanto, adquiría también una amplia experiencia de las costumbres teatrales. Iniciada asimismo por aquel entonces su actividad de compositor, afianzóse en tal labor en 1812, año de las óperas L’inganno felice, Ciro en Babilonia (v. Ciropedia), La escala de seda (v.), La pietra del paragone y l’occasione fa il ladro. En adelante fue ya una vigorosa figura del mundo teatral italiano. En 18.13, en Venecia, tras el fracaso de El señor Bruschino (v.) reveló su capacidad como autor de óperas serias con Tancredo (v.), que constituyó un gran éxito; igualmente en Venecia y el mismo año triunfó con la ópera cómica La italiana de Argel (v.).
Fue, en cambio, un año negro el de 1814; a pesar de ello maduraron por aquel entonces los frutos de su actividad anterior, y, así, en 1815 el autor obtuvo la dirección musical de los dos teatros napolitanos de San Carlos y del Fondo. Consciente de la importancia de la prueba, Rossini trabajó atentamente en la ópera de presentación, adaptóse al gusto y a las costumbres locales, y con el triunfo de Elisabetta (1815) hizo desaparecer de una vez todas las desconfianzas con que era esperado el comienzo de su labor directiva. Con la obra en cuestión conquistó no solamente el corazón de Nápoles, sino también el de la soprano Isabella Colbran, primera actriz del teatro de San Carlos. Aprovechando el permiso que le concedía el contrato para trabajar con destino a otras localidades, interesóse por las escenas romanas; después de la fría acogida obtenida por la mediocre ópera seria Torvaldo e Dorliska (1815), compuso en unos veinte días El barbero de Sevilla (v.), sobre el libreto de Cesare Sterbini, obra que, silbada la primera noche (20 de febrero de 1816), triunfó en la segunda.
El mismo año presentó en Nápoles la no muy lograda ópera cómica La gazzetta y Otelo (v.), que permitió a la apasionada interpretación de la Colbran la renovación de los éxitos de Elisabetta. En 1817 llegaron a la escena La Cenerentola (v. La Cenicienta), en Roma, y La gazza ladra (v.), en Milán. El año siguiente fue acogida con gran entusiasmo en Nápoles la gran ópera seria Moisés en Egipto (v. Moisés), iniciación de un género con particularidades corales y temas religiosos que habrían de persistir en Italia hasta las obras de Verdi Nabucco el Lombardi. Un nuevo ensayo de este carácter fue Maometto II (Nápoles, 1820); en cambio, Matilde de Shabran (Roma, 1821) parece continuar la inspiración romántica psicológica iniciada con La donna del lago (Nápoles, 1819). Los triunfos de Rossini se vieron renovados en otras ciudades de Italia, e incluso en Viena (1823), a donde se dirigiera tras su matrimonio con la Colbran (Bolonia, 1822); allí conquistó el aplauso de los ciudadanos y visitó a Beethoven.
Su fama europea logró una consagración oficial con el encargo de las piezas musicales destinadas al Congreso de las Naciones de Verona (1822). Venecia acogió, como si de la primera se tratara, la última ópera italiana de Rossini: Semíramis (1823, v.), nueva muestra del género de Moisés. En octubre de 1823 marchó a Londres con su esposa; allí, en 1824, tuvo lugar una especie de Festival Rossini. Ambos cónyuges fueron recibidos por el monarca Jorge IV y constantemente agasajados. Al regreso de la capital británica Rossini establecióse en París como director escénico y musical del Teatro Italiano. En tal ciudad nació su primera ópera francesa original, El conde Ory (v.). En 1829 afrontó en París la gran prueba de Guillermo Tell (v.), que resultó una victoria y una notable sorpresa para quienes consideraban al autor un artista caducado y representante de una época pretérita; con esta obra, Rossini se introduce en el mundo tumultuoso del Romanticismo, que pareciera ignorar. Sin embargo, luego de tal triunfo puso inesperadamente fin a su actividad teatral.
Y así, durante los treinta y nueve años restantes de su vida limitóse a la composición de textos como las Veladas musicales (v.) y al perfeccionamiento de dos obras maestras de la música sacra: el Stabat Mater (París, 1842, v.) y la Pequeña misa solemne (París, 1864, v.). Infinitas son las explicaciones ofrecidas para la comprensión de tal silencio: se han aducido, entre otras causas, las precarias condiciones de salud; sin embargo, debió de influir principalmente en ello la conciencia de los cambios políticos y artísticos acontecidos en el mundo. Siquiera la perspicacia del genio le llevara a la composición de una ópera como Guillermo Tell, con la cual estuvo a punto de situarse al frente de las nuevas fuerzas del arte romántico, tal hecho no respondía a las verdaderas inclinaciones de Rossini, quien vivió todo el resto de su existencia en desacuerdo con la marcha adoptada por el mundo. Entre 1829 y 1836 residió casi siempre en París. Mientras tanto, se había separado de la caprichosa Isabella Colbran, que vivía entonces en Bolonia.
En 1832, en ocasión de una grave enfermedad, entró en la vida del músico Olimpia Pélissier, madura y agradable matrona que le cuidó maternalmente y con la cual contrajo matrimonio en 1846, tras la muerte de la Colbran. En 1836 se estableció en Bolonia; la revolución de 1848 forzóle a trasladarse a Florencia, donde residió hasta 1855. Luego marchó de nuevo a París, y convirtió su casa de la Chaussée d’Antin en un centro artístico y mundano de la metrópoli. M. Mila