Nació en Toledo en 1501 ó en 1503 y murió en Niza el 13 ó el 14 de octubre de 1536. De familia noble, a propósito. del abolengo de su apellido leemos en Fernández de Oviedo: «muy magnífico señor Garcilaso de la Vega»; su padre, del mismo nombre, era el segundo duque de Feria, y su madre, Doña Sancha de Guzmán, de la casa de Toral. En su ciudad natal recibe su primera educación: las artes, las buenas letras — Virgilio, Ovidio, Cicerón — y lenguas — griega, latina, francesa y tos- cana —, estudios que probablemente continuó en la corte. En todo caso pronto abandona Toledo y en 1520 sabemos era «continuo» de la casa real, donde dada su ascendencia y dotes personales de trato era personaje muy estimado. «Era garboso y cortesano con no sé que majestad en el agrado del rostro» (Cardenal Alvaro de Cienfuegos).
Ocurre por esta época el levantamiento de los comuneros y Garcilaso, adicto al Emperador, interviene contra los rebeldes siendo herido en la batalla de Olías (1521). Atacada por los turcos la isla de Rodas, en 1522 los caballeros de San Juan organizan una expedición de socorro en la que también participa Garcilaso de la Vega Malogrados sus intentos y de nuevo en España los expedicionarios, con motivo de la campaña de Navarra contra los franceses — Fuenterrabía, 1522 — vemos de nuevo intervenir a Garcilaso; esta vez el hábito de caballero de Santiago compensa su valerosa actuación. Vinculado a la ambulante corte imperial, entre 1524 y 1529 recorre Vallado- lid, Burgos y Toledo. En esta ciudad conoce a Boscán y a don Pedro de Toledo, tío del duque de Alba, estableciendo con ellos una amistad decisiva en su vida. En 1525 estaba en España el embajador de Venecia, Andrea Navagiero, personaje muy representativo del renacimiento italiano, con el que Boscán mantuvo el conocido coloquio de Granada:
«Estando un día con el Navagiero, en Granada… tratando con él en cosas de ingenio y de letras… me dixo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y otras artes de trovas usadas por los buenos autores de Italia… Así comencé a tentar este género de verso… Esto no bastaba a hacerme pasar muy adelante si Garcilaso con su juicio, el cual no solamente en mi opinión sino en la de todo el mundo, ha sido tenido por regla cierta, no me confiara en mi demanda. Y así, alabándeme muchas veces este mi propósito y acabándomelo de aprobar con su exemplo porque quiso él también seguir este camino…»
Éste es el texto de una carta de Boscán en que aparecen relacionadas las tres figuras decisivas en la introducción de las formas poéticas italianas en la poesía española: el endecasílabo, el soneto, la canción. En 1525 el poeta contrae matrimonio con Doña Elena de Zúñiga, dama de la hermana del emperador, Leonor de Austria. Pero otro hecho más trascendente en la vida de Garcilaso ocurre por esta época: en 1526 ve a la dama portuguesa Isabel Freyre, dama de Isabel de Borbón, amada también por el poeta portugués Saa de Miranda, casada en 1529 con don Antonio de Fonseca, y muerta poco después (1533) a causa de un parto. Sobre este sentimiento profundo y duradero de amor sin correspondencia, avivado después con la muerte, estructuraría Garcilaso su poesía más imperecedera. Y en este mundo de preocupaciones poéticas, amistades y galanterías transcurren estos años hasta 1529 en el que se traslada, con el séquito del emperador, a Italia.
Otra etapa y otro ambiente decisivo en su corta existencia. Asiste a la coronación de Carlos V, Balonia y a la guerra contra Florencia. De nuevo en España, desde Madrid es enviado a la corte de Francia en misión privada, acudiendo poco después, ante el avance de Solimán, en socorro de la amenazada Viena, a las órdenes de su amigo el duque de Alba. Este mismo año asiste como testigo a una boda no consentida por el emperador: una orden imperial lo detiene en Tolosa. Por mediación del duque de Alba se traslada a Ratisbona y de allí a la isla de Shut en el Danubio; este destierro, corto (marzo-junio 1532) pero tan sentido, sería otro motivo fugaz pero inolvidable de su poesía. A instancia de D. Pedro de Toledo, obtiene el perdón, trasladándose a Nápoles, a las órdenes de éste, por entonces nombrado virrey. En Nápoles, y particularmente en la capital, pasó Garcilaso los últimos años de su vida, en el cálido y refinado ambiente del renacimiento italiano, en relación con una selecta sociedad de militares, políticos, literatos y damas cultas; allí conoce a Seri- pando, a Bembo, a Tansillo.
Y aquí se enamora de nuevo de una desconocida dama — nos oculta su nombre —, nuevo tema de sus poesías. En 1533 en misión diplomática para Barcelona, escribe el prólogo para El cortesano de Boscán. En el verano de 1535 participa en la expedición de Túnez, donde en una escaramuza, quizás en el asalto de la Goleta, fue de nuevo herido. En 1536, participa como maestre de campo en la campaña de Provenza. Durante la retirada del ejército imperial, desde la pequeña fortaleza de Muey unos cincuenta arcabuceros hostigan al ejército. La fortaleza es sitiada. Abierta una brecha en el muro, no acaba, sin embargo de ser tomada. Impaciente el emperador, Garcilaso, por complacerle, escala la torre sin casco ni coraza. Una gran piedra arrojada por los defensores cae sobre su cabeza. Trasladado a Niza murió a los pocos días en brazos de su gran amigo el Marqués de Lombay, futuro San Francisco de Borja. Poco después, por imperial orden, eran ahorcados los famosos arcabuceros y su torre demolida.
Esta breve vida y también breve obra — tres églogas, dos elegías, una epístola, cinco canciones y treinta y ocho sonetos — es cuanto hubo del gran poeta. Sus restos fueron enterrados en Niza. Poco después, su esposa gestionaba el traslado a SanPedro Mártir de Toledo. Dejaba cuatro hijos, no muy afortunados, uno de los cuales, de su mismo nombre y muerto en circunstancias parecidas a su padre, era sepultado no mucho después junto a él. Su muerte fue muy sentida y anduvo por muchas elegías. Boscán la lloró en dos sonetos: «Garcilaso, que al bien siempre aspiraste.» Confiadas a éste sus obras (v. Poesías) y juntas las de ambos, desde 1553 (Barcelona) hasta 1570 fueron publicándose en sucesivas ediciones. Su obra fue muy comentada: El Brócense (1574, 1577, etc. y Fernando de Herrera (1580) la publicaron con amplias notas, a la verdad más eruditas, polémicas y en intereses de escuelas, que verdadero estudio del poeta. Por ello ningún comentario más elocuente que el de Lope de Vega: «deseo quien escriba sobre Garcilaso, que hasta ahora no lo tenemos.»
Pero el éxito de su poesía lo fue sin discusión — Góngora, Cervantes, Gracián, etc. — Como puede observarse, la vida de Garcilaso se nos ofrece elemental, unificada y resumible en pocos y fundamentales aspectos: soldado y poeta, «el soldado poeta» había de llamársele, en el primer aspecto se nos muestra prototipo de la época imperial: universal, plenamente al servicio de un ideal político que no le deja lugar a dudas y al que por tanto sirve en todo momento, con toda lealtad, incluso en el destierro, y con la propia acción militar. Garcilaso es, en efecto, un soldado valiente, intrépido, hasta caer en Muey. (Anotamos sobre éste la posible exageración de las circunstancias de su muerte aceptada por sus contemporáneos, incluso por Mariana. Supuesta su formación renacentista, platónica, inmersa en la sensibilidad italiana, con todo su sentido amoroso, de relación humana, de la belleza natural, pueden señalarse en su vida una serie de hechos que informan directamente — convincentemente — su poesía. Adviértase que esta convincente relación no se da en todo poeta — falsa relación — y por otra parte la existencia de una gran poesía sin un entronque muy directo con los hechos.
Revisemos la vida del poeta. En 1525 Garcilaso casa con doña Elena de Zúñiga: ¿matrimonio infortunado?; el hecho es que el poeta llevó una vida de galanteos y que esta relación fue poéticamente infecunda, si no resultó infausta. Garcilaso es muy sensible a la relación humana en sus formas de amistad y de amor. Por esta misma época, al año siguiente de su boda, conoció a doña Isabel Freyre, pasión que fue el tema fundamental de su poesía en sus formas de amor sin correspondencia y de amor por muerte de la amada — Isabel Freyre murió en 1533 — También a esta época se remonta su amistad con Boscán; por una de esas afortunadas casualidades que, sin embargo, uno se resiste a creer que no hubieran podido suceder, su amistad con Boscán había de ser decisiva para las letras castellanas. La renovación métrica antaño intentada por Santi- llana, se realiza sin esfuerzo, de un modo sorprendentemente natural, en la poesía de Garcilaso Por otra parte su amistad con Boscán trasciende suavemente y con un sentido muy específico en su poesía: es el destinatario, el confidente de su susurrante, casi imperceptible queja; por otra parte la vida burguesa y apacible de Boscán es un punto de nostálgico contraste con su desgarrada existencia.
De su estancia en Nápoles — la feliz época del poeta en la que probablemente compuso lo mejor de su obra — data un segundo amor, seguramente zanjado también con la muerte. En torno a estos personajes y pocos más — el duque de Alba, algunos poetas—, gira el mundo poético de Garcilaso Lo demás es una radical, absoluta ausencia — tal es la del tema religioso — que realza y unifica aún más su peculiarísimo, cerrado, mundo poético. Con esta aportación vital y las formas y el ambiente del renacimiento italiano — «es necesario partir, como dice Dámaso Alonso en su estudio del poeta en Poesía española de que en Garcilaso casi todo es imitación italiana» y entiéndase, como añade el citado autor, que en el renacimiento la imitación es un verdadero arte — realizará Garcilaso su inconmensurable mundo poético. En su Epístola a Boscán tenemos un ensayo de versos libre.
Las dos elegías están dedicadas una al duque de Alba, con motivo de la muerte de su hermano Bernardino, y la otra a Boscán. De una voluptuosidad suave, invasora, apoyada por un poder de evocación clarísimo, de una soledad realzada en sombras frescas, vientos suaves, fluir de ríos, espesuras, mansos ruidos, lenta y nostálgica, la poesía de Garcilaso de la Vega parece continuar a modo de río su remanso y eterna queja: «Corrientes aguas puras, cristalinas / árboles que os estáis mirando en ellas».