Nació en Ferrara el 21 de septiembre de 1452 y murió en Florencia el 23 de mayo de 1498. Cuando joven estudió literatura clásica, música y pintura; sin embargo, su espíritu inclinábase cada vez más hacia las meditaciones ascéticas. Abandonada en 1475 la familia, ingresó en un convento de Bolonia perteneciente a los dominicos. Pronto empezó a dedicarse a la predicación; como orador sagrado, alcanzó una gran fama, y revelóse capaz de llevar a las almas de los fieles el más ardiente fuego ascético. Llegado a Florencia, ejerció allí, tras la caída de los Médicis, un considerable influjo. Proyectó una reforma de costumbres que le valió la oposición del Borgia Alejandro VI, propugnó un gobierno civil y universal y declaró a Cristo rey del territorio florentino. El número de sus enemigos aumentó rápidamente.
Y así, tras un proceso y la condena sucesiva, fue ahorcado y su cadáver quemado, junto con dos fieles compañeros de religión, en 1498. Como poeta (v. Laudas) destaca por el profundo espíritu religioso de sus composiciones, así como por la ruda simplicidad y la arrogante elocuencia de las mismas, características que debieron de ser la base principal de la eficacia de sus Sermones (v.). Conviene aclarar la posición de Savonarola respecto de la cultura contemporánea. Adversario del humanismo y de su concepción de la vida, ha sido juzgado, por ello, desconocedor de su propia época; en esto se ha pretendido ver una razón de su fracaso en el restablecimiento de un fervor religioso pretérito. Sin embargo, no puede calificarse de utopía lo que fue mera percepción del espíritu anticristiano de la cultura humanística y de la creciente decadencia de costumbres incluso en los más altos representantes de la fe cristiana; el problema de la oposición de Savonarola al humanismo se halla, en efecto, estrechamente vinculado a la crisis de la Iglesia de Roma.
En realidad, las corrientes humanísticas no excluían la religión; sin embargo, llevaban en sí mismas los gérmenes de una radical oposición al catolicismo. La restauración intentada por Savonarola, pues, no puede ser juzgada contraria a la historia, por cuanto el espíritu que la animaba presentó un valor siempre actual en el ámbito del cristianismo. Por otra parte, Savonarola aparecía adversario de la Iglesia corrompida, y, en consecuencia, de cuanto pudiera fomentar esta descomposición; además, se mostró de acuerdo con los círculos neoplatónicos de Florencia, que, según el sueño humanístico, pretendían instaurar una era de paz, de pureza y de profunda religiosidad.
G. Petrocchi