Nació el 24 de diciembre de 1791 en París, donde murió el 20 de febrero de 1861. Fue hijo de un comerciante de tejidos de la calle de Saint- Denis, y en 1810 inició su actividad teatral. Sus primeras obras, empero, fracasaron; logrando triunfar con Encore une nuit de la garde nationale (1815). La fama del autor creció luego rápidamente, y durante algunos decenios, de 1815 a 1850, dominó los teatros «boulevardiers» parisienses, singularmente el «Gymnase», que, fundado en 1820, debió a Scribe, su principal autor, la fortuna de que disfrutó. La fórmula dramática de éste, su célebre técnica, tendió, en una época de grandes batallas literarias teatrales entre las normas de los clasicistas y las libertades de los románticos, a convertir la escena sencillamente en centro de acciones artificiosas e interesantes intrigas, sin problemas de arte y estilo.
Conquistó en masa el gran público burgués de la época de la Restauración, al que divirtió con sus comedias bien construidas y hábilmente preparadas mediante la agradable sorpresa y el desenlace final, y en las cuales unos personajes mecánicos representan los típicos papeles de la ingenua, el galán, el oficial, el financiero, el diplomático y el gentilhombre. Compuso más de cuatrocientas obras, entre las cuales figuran «vaudevilles», comedias, libretos de ópera y dramas; en todos estos géneros empleó infinitos recursos, ayudado por un denso grupo de colaboradores. Mencionemos Le secrétaire et le cuisinier (1821), Le diplomate (1827), El vaso de agua (1840, v.), Una cadena (1841, v.), Adriana Lecouvreur (1849), y Batalla de damas (1851, v.).
Las obras completas de nuestro autor fueron publicadas entre 1878 y 1885, en setenta y seis tomos. Hombre muy práctico, Scribe vendía sus ideas, se hacía pagar por la mera lectura de un texto dramático, y estableció el cobro de los derechos de autor mediante el descuento de un porcentaje sobre los ingresos en taquilla. Dedicóse activamente a la organización de la Sociedad de Autores Franceses, y fue elegido académico. En los últimos años de su vida la técnica de Scribe resultó algo anticuada, y su fama no le sobrevivió.
L. Herling Croce