Músico suizo francés. Nació el 1.° de marzo de 1892 en El Havre, murió en París el 27 de noviembre de 1955. Hijo de un importador zuriqués establecido en Francia, su temperamento artístico se afirmó desde su adolescencia, y la audición de las cantatas de Bacth en la iglesia protestante de El Havre decidió su vocación musical. A pesar de la resistencia de sus padres, que deseaban que Arthur continuara la empresa comercial familiar, nuestro autor entró en 1910 en el Conservatorio de Zurich donde pasó dos años: sus profesores, F. Hegar y Kempter, le revelaron a Brahms, R. Strauss y los discípulos de Wagner entonces desconocidos en Francia, tales como Max Reger. Alumno del Conservatorio de París, de 1912 a 1914, frecuentó las clases de Gédalge, de Widor y de Vincent d’Indy, y allí tuvo por condiscípulo a Darius Milhaud, de la misma edad que él; éste ejerció una fuerte influencia en la formación musical de H. y encaminó sus simpatías hacia las corrientes más modernas : Strawinsky, Schónberg.
Al estallar la guerra de 1914, H. fue llamado a filas en el ejército suizo, en el que permaneció un año; en 1916 pudo volver a París, donde fueron ejecutadas sus melodías sobre Six poèmes de Apollinaire y en 1917 el preludio para orquesta de Aglavaine et Sélysette de Maeterlinck; tales fueron sus primeras obras junto con Le Chant de Nigamon, inspirado en una novela de aventuras de Gustave Aymard, también de 1917. Pero H. no llamó la atención del público hasta la interpretación de Dit des jeux du monde (1918). Después del armisticio fue con Darius Mil- haud el inspirador del famoso «grupo de los Seis», formado además por Germaine Taillefer, Auric, Durey y Poulenc, cuyo objeto era reaccionar contra el impresionismo; de todos ellos fue sin duda H. el que mantuvo una actitud de mayor libertad respecto a las doctrinas del grupo, y su originalidad se afirmó en contraposición al ideal de simplicidad propugnado en el manifiesto de Cocteau, por su tendencia a las grandes arquitecturas musicales y su inclinación hacia las complicaciones del polifonismo. La presentación del Roi David (1928), con libreto de René Morax, constituyó el primer gran acontecimiento musical del periodo de postguerra.
Honegger renovaba en él, de un modo grandioso, el género del oratorio —piénsese también en Cris du monde (1930) y Nicolas de Flue— que lo llevó en seguida a la ópera; esta transición queda especialmente señalada por Judith, con libreto de René Morax, dada primero como oratorio el 11 de junio de 1925 y luego transformada en «ópera seria» en 1926. Entre las numerosas obras escénicas de H., cabe citar: Saúl (1922), Phèdre (1926), L’Impératrice aux rochers, L’Aiglon (1937), ópera en cinco actos, en colaboración con Jacques Ibert, y la fantasía sobre Le Roi Pausóle dado en los «;Bouffes-Parisiens». La colaboración de H. con grandes escritores de su tiempo produjo algunas de sus mejores obras: Antigone (1922) con Cocteau, Amphion y Sémiramis (1934) con Valéry y sobre todo Jeanne au bûcher (1935, v. Juana de Arco en la hoguera), La danse des morts (1938) y por último la música de escena del Soulier de satin (1943) con Claudel. En el campo de la coreografía, mencionemos L’Appel de la montagne y Le cantique des cantiques (1938); entre las obras de música de cámara, la Rhapsodie para dos flautas, clarinete y piano (1917); las Sept pièces brèves para piano (1919-20), Trois contrepoints para flauta, oboes, violín y violoncelo (1923); las Sonates para violín, viola, violoncelo y piano; la Sonatine para violon y violoncelo (1932), y los Quatuors de cuerda, en particular el tercero (1937).
Pero sobre todo H. es el gran sinfonista del «grupo de los Seis» y quizá de toda la música francesa contemporánea, que afirma su maestría en obras como La Tempête (1923), Pacific 231 (1924), Rugby, Chant de joie, Pastorale d’été, première symphonie (1930), Deuxième symphonie para orquesta de cuerda; Troisème symphonie, llamada «litúrgica» (1946); Quatrième symphonie, llamada «Deliciae Basilienses» (1947); Symphonie «di tre re» (1950), Concertino, para piano y orquesta; Mouvement symphonique n.° 3 (1933), Nocturne, para orquesta (1936); Les Mille et une nuits, solos y orquesta (1937), y Cantate de Noël (1953). H., sobre todo después de su matrimonio (1926), llevó una vida bastante solitaria, lejos de los círculos mundanos. Protestante nutrido de la Biblia, que enriqueció su sentido innato de la grandeza y la energía, fue un lírico de poderoso dinamismo. Al contrario de sus amigos del «grupo de los Seis», de Darius Milhaud en particular, siguió profundamente fiel a Wagner en sus mejores aspectos, aunque su verdadero maestro de elección parece haber sido más bien Bach. Nada más opuesto al ideal ascético de Strawinsky y a la música abstracta que la obra de H., cuyo arte se inspiró siempre en grandes ideas religiosas o filosóficas, en nobles sentimientos humanos.
L. Gaudran