Poeta mexicano nació en Tepic en 1870, murió en 1919. Considerado durante muchos años como la figura lírica más brillante de su país, su obra ha sufrido en las últimas décadas una revisión y una crítica adversa que tiende al exceso de manera injusta y a veces arbitraria. Estudió en el Colegio de Jacona y después en el Seminario de Zamora, donde estuvo varios años (1886-1891), hasta que las dificultades económicas de su familia le obligaron a abandonar los estudios eclesiásticos, sin que podamos desdeñar la idea de que también influyeran en su decisión sus propias inclinaciones. Periodista en Mazatlán y en la ciudad de México, hizo un viaje a Europa (1900-1902), donde conoció a parnasianos y modernistas, superó dificultades y completó su formación literaria; en París trabó relación con la que había de ser la mujer de su vida: Ana Cecilia Luisa Dailliez, con la que vivió de 1901 a 1912, y cuya muerte prematura le inspiró los versos de La amada inmóvil (v.), que no se publicó hasta después de la muerte del poeta: su Ofertorio es una de las joyas líricas más preciadas de su obra.
En 1905 fue designado secretario segundo de la Legación de México en España, y en 1918, ministro plenipotenciario en Argentina y Uruguay; murió en Montevideo, donde había trabado entrecha amistad con Zorrilla San Martín, quien influyó poderosamente en la reconciliación del poeta con la Iglesia en sus últimos momentos. Poeta y prosista, tiene menos valor su prosa que su verso. En su novela El Bachiller, que publica en 1896, hay atisbos naturalistas; da a las prensas en 1910 un excelente trabajo sobre Juan de Asbaje (Sor Juana Inés de la Cruz), pero su mejor libro en prosa es Plenitud (v.), que aparece en 1918; también hay prosas en La amada inmóvil, y otras se publican en la edición y estudio Mañana del Poeta, que lanza al público en 1938, Alfonso Méndez Planearte. Otras narraciones suyas son Pascual Aguilera, El domador de almas, los cuentos de Almas que pasan (1906) y algunas novelas cortas y cuentos que publica en sus últimos años. De 1920 a 1928 se editan en Madrid los veintinueve volúmenes de sus Obras Completas, que ordena y cuida Alfonso Reyes.
Nervo es un poeta modernista, hijo literario de Rubén Darío; mexicano y con intuiciones místicas en su juventud, cuando su inspiración forja las Perlas Negras y las Místicas (1898), entre las que figura su famoso A Kempis, que el lírico no había de superar ya. Después, el lírico nacional se europeiza; la influencia francesa y, sobre todo, española e hispanoamericana a través de Rubén Darío y Lugones, da al espíritu de Nervo una orientación menos mística y más pan- teísta, con sentido más universal, más liberal y humano: es la etapa de Poemas (1901), El Éxodo y las flores del camino (1902), la Hermana Agua (1902), Lira Heroica (1902) y Los jardines interiores (v.). Es artificioso tratar de incluir en una misma etapa de la producción de Nervo todas las publicaciones anteriores, como frecuentemente se pretende. Inicia su marcha hacia una calma espiritual en su libro En voz baja (1909) y se produce una profunda transformación en el poeta a raíz de la muerte de su amada: no olvidemos que los versos de La amada inmóvil fueron escritos en 1912. Es también de este tiempo Serenidad (1914).
Luego, el lírico evoluciona cada vez más hacia una renunciación que pretende llevar hasta el terreno literario; hay en él una curiosa influencia de las doctrinas orientales, su primitivo sentido más o menos místico se convierte ahora en una especie de aspiración al Nirvana. «La muerte es la libertad absoluta», nos dice en la prosa de Plenitud; este espíritu lo sostiene en el verso de Elevación (v.), El arquero divino (de publicación póstuma) y El estanque de los lotos (1917). Después de la popularidad inmensa del poeta, vino su olvido o su menosprecio: no es el único caso. Pero juzgamos necesario iniciar su reivindicación sin timideces. Nervo es el poeta modernista de la elegancia y de la ternura, que no se puede confundir con la sensiblería; además, pese a algunas caídas, es el poeta del amor puro y sincero; no se le puede acusar de declamatorio y su inspiración es elevada. Cierto que es un discípulo de Rubén, pero también lo fue Lugones, y en realidad, toda la poesía castellana moderna, aun con todos sus «ismos», es descendiente de Rubén Darío; y si nuestro poeta no llega a las profundidades ni a las alturas de éste, su poesía tiene algo más que un valor de época, y cuando muchos de sus detractores hayan pasado, no pocas de las composiciones del gran poeta mexicano seguirán viviendo.
J. Sapiña