El planeta errante (FRITZ LEIBER)

Si este libro se titulara Las cien mejores novelas fantásticas, Fritz Leiber (nacido en 1910) merecería por lo menos tres artículos. Ha escrito menos obras notables de ciencia ficción que de horror sobrenatural y espada y hechicería. Entre los primeros suele citarse como la me­jor la novela corta El gran tiempo (1961). Personalmente prefiero El planeta errante (The Wanderer), que es una novela larga, ambiciosa y de lectura fácil y amena.

Comienza con un eclipse de Luna. En todo el mundo la gente mira al cielo, y en rápida sucesión aparece una docena de persona­jes: astrónomos aficionados, fanáticos de ciencia ficción, entusias­tas de los platillos voladores, y otros, todos brillantemente descritos. Es una narración con muchas tramas. La principal concierne a Paul Hagbolt, Margo Gelhorn, y a su gato Miau, durante un viaje nocturno en California del Sur. Se encuentran con una reunión, al aire libre, de observadores de ovnis. Repentina-mente, las estrellas se desplazan hacia el lado obscuro de la Luna y un nuevo planeta se hace visible. Es el Errante, cuatro veces más grande que la Luna; en la cara visible tiene la forma del símbolo Yin–Yang, mitad oro, mi­tad púrpura: un enorme objeto no identificado que supera la ima­ginación de los fanáticos de los platillos voladores; un mundo artifi­cial que ha viajado a través del hiperespacio y se ha detenido en nuestro sistema solar para reabastecerse en la Luna.

La abrupta llegada del Errante produce catastróficos efectos gravitatorios. Don Merriam, un astronauta norteamericano, consi­gue escapar de la Luna en una pequeña nave espacial justo en el momento en que la Luna comienza a rajarse por la mitad y partirse en dos. Es atraído a la superficie del Errante y descubre que se trata de un planeta hueco, habitado por toda clase de seres inteligentes. Mientras tanto, California se ve sacudida por terremotos, y los océa­nos de todo el mundo comienzan a crecer provocando fortísimas marejadas. Mucha gente muere. Paul, Mar-go y su gatito están a punto de ser absorbidos por un tsunami cuando un «platillo vola­dor» –una versión en miniatura del mismo Errante– desciende y los salva. La nave, repleta de flores y cubierta de espejos, es pilotada por una hermosa felina (Paul llega a llamarla Tigerishka), quien confunde a Miau con un ser inteligente. Al advertir su error, y aprendiendo inglés por telepatía, se refiere despreciativamente a Paul llamándolo «mono». Sin embargo, entre el hombre y la mu­jer–gata surge cierta amistad, que culmina en un acto de amor físico. Tigerishka explica de dónde viene el Errante y por qué: es un planeta a la deriva que escapa de una civilización intergaláctica, su­perpoblada y decadente, y le da una visión perturbadora del cos­mos:

Un estanque puede llenarse de infusorios casi tan rápidamente como un pozo de aguas estancadas. Un continente puede llenarse de conejos casi tan rápidamente como un prado cualquiera. Y la vida inteligente puede expandirse hasta los confines del universo –confines que están por doquier– con la misma rapidez con que llega a la madurez en un solo planeta.

Los planetas de un trillón de soles pueden poblarse de construc­tores de naves tan rápidamente como los de uno solo. Diez millones de trillones de galaxias pueden infectarse con el deseo del pensa­miento – ¡esa gran epidemia!– tan rápidamente como una sola.

La vida inteligente se expande con más rapidez que la peste. Y la ciencia crece de un modo más incontrolable que el cáncer.

Al fin Paul se une a Don Merriam en el Errante y ambos vuel-ven sanos y salvos a la Tierra, antes de que el artefacto regrese al hiperespacio, precisamente tres días después de su llegada.

El planeta errante es en parte una novela de desastre, en parte una ópera espacial. Leiber enriquece el libro con incontables referen­cias a la mitología, la religión, las artes y la cf. Los personajes hablan permanentemente. A pesar de que su trama es un paquete de sor­presas, no se trata de una pieza de ficción hábilmente escrita como bestseller, sino de una obra sumamente excéntrica, casi enciclopé­dica, un compendio de los amplísimos intereses y obsesiones de su autor. Aunque fue bien acogida por parte de los lectores cuando su publicó por primera vez, El planeta errante es hoy una novela olvi­dada, a la que muy rara vez se menciona en los estudios críticos de ciencia ficción. Yo creo que es la obra maestra de Leiber y que requiere una revalorización.

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