La emboscadura, de Ernst Jünger

emboscadLa emboscadura es un himno a la libertad del hombre contra la coacción de las sociedades, de la tecnología y de la avalancha de información, que aparece ayudar al ser humano a conocer su entorno cuando en realidad lo desdibuja, privando al individuo de experiencias propias.

Publicado a principios de la década de 1950 tras la segunda guerra mundial, como una profecía para un pasado y un futuro intemporales, en los que las tiranías amenazan al individuo singular por todos los costados, y entroncando con la concepción de Hölderlin del eterno retorno de los titanes, este ensayo plantea la coacción de la técnica y la productividad en la era de las democracias participativas.

En una tiranía -más que numerosas durante el siglo XX, y potencialmente advenedizas en cualquier instante-, o en una democracia tecnócrata, en las que el individuo se ve sometido a fuerzas destructoras de la individualidad, o a la coacción mecánica de un mundo sin alma, el emboscado es la persona que opone resistencia a este ‘movimiento’ desde el sigilo, con la no-participación y la oposición invisible. En un momento en el que la humanidad vive en un mundo feliz mientras que la otra mitad habita en 1984, el bosque, como símbolo, es la patria de la persona libre, que decide vivir por sus propios medios; es el refugio de la persona de acción que opera sin ser apercibida, del que tiene una estrategia, del que sabe cuando actuar, de la que comprende el proceso, del que sabe esperar, del que sabe qué esperar.

Para Jünger, el derecho a la intimidad no nace de una ley, sino del padre de familia, flanqueado pro sus hijos, y con un hacha en la mano defendiendo la puerta de su casa. Hombre es el que como tal se resiste, piensa, actúa, se asocia con quien quiere y rechaza a quien no le interesa.

El acto de unirse o asociarse a otros debe ser voluntario y no puede venir impuesto desde fuera.

Este es el inicio del libro, que quizás explique mejor que nadie su idea:

Las preguntas que se nos hacen van simplificándose y exacerbándose. Llevan a disyuntivas, como lo muestran las elecciones. La libertad de «decir no» es restringida sistemáticamente. Está destinada a dejar patente la superioridad de quien hace las preguntas. Y se ha convertido en un riesgo que se asume en un sitio tácticamente equivocado. Lo dicho no pretende ser una objeción contra su significado moral. La emboscadura representa una nueva respuesta de la libertad. Los hombres libres son poderosos, aunque constituyen únicamente una minoría pequeñísima. Nuestro tiempo es pobre en grandes hombres, pero produce figuras. La amenaza configura pequeñas minorías selectas. Junto a las figuras del Trabajador y del Soldado Desconocido aparece una tercera figura, el Emboscado. El miedo puede ser vencido por la persona singular si ésta adquiere conocimiento de su poder. La emboscadura, en cuanto conducta libre en la catástrofe, es independiente de las fachadas político–técnicas y de sus agrupaciones. La emboscadura no contradice a la evolución, sino que introduce libertad en ella mediante la decisión de la persona singular. En la emboscadura la persona singular se confronta consigo misma en su sustancia individual e indestructible. Esa confrontación expulsa el miedo a la muerte. Aquí las Iglesias no pueden dar más que asistencia, pues, en su decisión, la persona singular está solitaria, y el teólogo puede, ciertamente, hacerla cobrar consciencia de su situación, mas no sacarla de ella. El emboscado atraviesa por su propia fuerza el meridiano cero. En las esferas de la medicina, del derecho y del empleo de las armas la decisión soberana corresponde al emboscado, quien tampoco en la moral actúa de acuerdo con doctrinas y se reserva la aceptación de las leyes. El emboscado no participa en el culto del crimen. El decide la naturaleza de su propiedad y el modo de afirmarla. Es consciente de la inatacable profundidad desde la que también la Palabra otorga una y otra vez plenitud al mundo. En eso está el cometido del «Aquí y ahora». 

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Mala sombra (Juan Manzanillo)

damaCurioso libro cuyo autor, seguramente un seudónimos, nos habla de la actual manía de alabar a toda v´citima y a cualquier perdedor por el simple hecho de haber perdido, no se sabe el qué, y no se sabe tampoco cómo.

La civilización de la mala sombra se basa en una extraña modificación del cristianismo por la cual, no sólo es malo ser rico, sino que también es una vergüenza no haber sido nunca delincuente, ni haber estado en la cárcel, ni haber tenido un pasado turbulento y lleno de páginas que borrar. Al contrario de lo que sucede en la civilización norteamericana, donde lo ejemplificante es conseguir lo que se intenta y el hombre a imitar es el que se ha hecho a sí mismo, el autor va desgranando casos de la cultura europea en la que se alaba al que pierde, al que no consigue nada, y al que apoya su estética en las ojeras de bar, la resaca, y una constante derrota.

Para el europeo, y así se observa en muchas películas y obras literarias, la reflexión y el aprendizaje equivalen al mal, mientras el impulso, la estupidez rampante y el incumplimiento de cualquier deber son los que confieren un carácter atractivo.

Según el autor, este mal parece haberse extendido también a los Estados Unidos en las últimas décadas sin que, de todos modos, haya conseguido calar allí con la misma fuerza que en el viejo continetne.

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Asturias para Vera, de Ricardo Menéndez Salmón

ricardomsalmonEl pasado día 13 de julio,durante los actos de la Semana Negra de Gijón, se realizó la presentación del libro Asturias para Vera, del escritor asturiano Ricardo Menéndez Salmón.

            Acompañó al autor Ángel de la calle, planteando un interesante coloquio sobre la obra y las razones del autor para alejarse de los temas que solía frecuentar en sus obras anteriores y para discutior, una vez más, si los géneros literaios existen o son figuraciones que se llevan a menudo demasiadio lejos.

            Menéndez Salmón negó que Asturias para Vera fuese radicalmente distinta al resto de su obra y explicó que se encontraba en lo que él consideraba el centro de su vida y era hora de hacer balance, o quizá ajuste de cuentas con el tiempo, la memoria, y los espacios que habían conformado su vida.

            En sus popias palabras, “este libro es una carta al futuro, una carta a mi hija, y un modo de acercarme a la parte más camusiana de Asturias, a la Colunga de mi infancia, donde, en casa de mi abuelo, paseó los veranos desde los cuatro a los quince años”

            Asturias para Vera es un recorrido por el tiempo que pasa convirtiéndose en modernidad pero dejando a su paso cadáveres de herrumbre y abandono, cadáveres de actividades, aldeas y modos de vivir que tanto ama el autor y que tan irremediablemente ve desmenuzarse si acabar de decidirse a lamentar o no su desaparición.

            Esa dualidad, esa duda entre alegrarse de ver extinguirse la vieja miseria y el temor a que sea sustituida por una prosperidad sólo aparente y totalmente desnaturalizada, es lo que palpita a lo largo de toda esta obra.

            Asturias para Vera es un libro de viajes, pero también una versión asturiana de Blade Runner, un panegírico, un poema y quizás, ante todo,el prospecto de un medicamento inexistente contra el dolor del olvido.

 

Javier Pérez

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El diario de Samuel Pepys (Samuel Pepys)

¿Qué pensaría de un hombre que odiase el deporte y prefiriese tocar la viola o el flautín?
¿Alguien que reconocía adorar a su esposa pero a la que le era infiel unas cuantas veces por semana? ¿Un invitado lo bastante grosero como para desgarrar la carne con sus dedos, mantener relaciones con esposas ajenas pero con inquietudes suficientes como para dominar el latín, el francés o el español? ¿Alguien que se consideraba a su mismo de clase alta pero a quien le costaba deshacerse de unas libras para comprar un vestido a su mujer? ¿O de alguien que arrease una bofetada a su esposa por caprichosa o a una criada por dejar la puerta abierta? Cabría pensar en alguien indigno y, por supuesto, no en un británico pero, así fue. En un pasado no muy lejano los británicos no eran tan selectos, su gobierno no era tan protocolario y el país no gozaba de una economía envidiable.

La de Pepys es la historia de un hombre humilde que gracias a su valía personal e incuestionable inteligencia llegó a ser la de uno de los personajes más relevante de la Corte inglesa durante el reinado de Carlos II. Alguien políticamente correcto y con don de gentes, capaz de relacionarse de igual modo con un noble o cortesano que con un tabernero o una criada. He aquí al personaje más indicado para narrar la vida cotidiana de la Inglaterra del siglo XVII. Alguien que frecuentaba las tabernas y los camerinos de las actrices de teatro con igual asiduidad que la corte. Es por eso que el legado que Pepys nos dejó es el retrato más fiel y sincero de aquel momento: un país en manos de un monarca irresponsable, mujeriego y derrochador. Una economía que se tambaleaba y sobrevivía gracias a la dura carga de los impuestos. Una corte que vivía ajena a todo esto y un parlamento atemorizado, prestamista del monarca, preocupado únicamente por sus riquezas.

A los veintisiete años, siendo ya miembro de la Secretaría de Marina, comenzaría la redacción de este diario que concluiría diez años más tarde debido a una enfermedad de la vista que lo estaba dejando ciego. El mayor castigo, porque para Pepys la redacción de su diario suponía la declaración abierta de los vicios de su tiempo, el examen de conciencia personal, la crítica descarnada a político incapaces, la confesión de sus aventuras amorosas.
Esto, impensable en la época que le tocó vivir, fue posible gracias a que lo escribió en un sistema de tipografía inventado en 1620 por Shelton, un oscuro profesor londinense. El libro permaneció inédito hasta 1825 en que el reverendo John Smith tomó la iniciativa de su traducción, labor que le llevó tres años. La obra se componía de 6 tomos con más de 3000 páginas a lo que se sumaba la complejidad de anotaciones en una jerga multilingüe referida, en la mayoría de los casos, a sus aventuras amorosas. Poco después sería traducido al francés y no es hasta el 2003 que aparece la primera edición española de la mano de la editorial Sevillana Renacimiento. La traducción ha sido hecha por Norah Lacoste e incluye el prólogo a la edición francesa de Paul Morand.

La obra ha gozado, desde el momento de su traducción al inglés, de una gran relevancia para las letras anglosajonas y es que no se trata de un diario convencional. En él hay datos de vital relevancia para historiadores, por ejemplo, ya que recoge con fidelidad y exactitud momentos fundamentales en el pasado histórico de la nación: la guerra contra Holanda por las posesiones en Oriente, la peste que durante un año desoló el país, el incendio de Londres que destruyó gran parte de la ciudad.
A Pepys le tocó vivir un momento fundamental en la historia de su país y él, como espectador de primera fila, nos lo revela con fidelidad y todo lujo de detalles.

Sus opiniones sobre arte y literatura – era un crítico radical y exigente, sobre todo con la obra de Shakespeare – hospitalidad, cortesía y etiqueta, menús, gobierno y leyes, medicina y salud, festejos y celebraciones – como la suntuosísima coronación de Carlos II tras la restauración – trabajos y profesiones, economía personal y estatal, lugares, personajes públicos de la vida del momento – como su adorada lady Castlemine, amante pública del rey por largos años y a quien Pepys deseaba profundamente – religión, ciencia y tecnología, medios de transporte u costumbres son temas recogidos en sus páginas y de un incuestionable valor histórico.
Pero no sólo a historiadores han interesado los Diarios. Es evidente que en el momento de la escritura Pepys no perseguía una intención literaria, no contaba con que existiesen lectores futuros de sus confesiones. Es por eso que su prosa se aleja fácilmente de la suntuosidad propia de los narradores de su época. En ocasiones la escritura se vuelve telegráfica, escueta y precisa. Pero, a pesar de esto, su redacción es hermosa y cuidada en otros pasajes: su viaje por los alrededores de Londres, la precisión con que describe el control de los barcos que traían mercancías de las colonias, los suntuosos menús, sus paseos por el parque, las exquisitas conversaciones sobre arte o música, sus días de compra. Asistimos a la vida un ciudadano respetable, a sus labores públicas y a las no tan públicas.

Desestimada la función literaria de su obra ¿Cual podría ser entonces su intención? Parece claro que únicamente utilizaba la pluma como un desahogo personal, una especie de confesor secreto y callado. El Diario se revela como un milagro, esas cosas que ocurren de vez en cuando y que se mantienen para la posteridad. Su autor sabía de la gravedad de sus confesiones y de las consecuencias que tendría el que se diera a conocer: personajes públicos, miembros del gobierno, el Rey mismo son dilapidados en críticas realistas y claras. Sus opiniones sobre todos estos personajes no podía compartirlas con nadie más que con él mismo, y con su diario.

La selección de Renacimiento recoge los momentos históricos más destacados narrados escrupulosamente, numerosos pasajes de sus aventuras eróticas – que Pepys cuenta sin ningún pudor – y gran cantidad de anécdotas sobre la vida y costumbres de la época y de su entorno. Tras la conclusión del Diario, la vida de Pepys sufriría cambios de una gran importancia: Elisabeth Pepys moriría poco después de concluir el diario. Él no volvería nunca a contraer matrimonio pero no cabe duda de que sus aventuras continuaron. Su trabajo en la Marina daría paso al Parlamento Británico y a la P de la Real Sociedad. Su tesoro económico aumentó considerablemente beneficiando a él mismo y a sus familiares más cercanos.

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Juan de Mairena, de Antonio Machado

Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo. (El término apócrifo significa un autor ficticio o de la autenticidad cuestionable, y en el caso de “Juan de Mairena” está representado en la figura del profesor informal). La obra está compuesta por una serie de ensayos que venía publicando de forma regular en el Diario de Madrid que comenzó en 1934 y así, dar a conocerse. Los pensamientos de “Juan de Mairena” reflejan las ideas de Antonio Machado claramente.

“Juan de Mairena es un poeta, un poco escéptico que tiene para todas las debilidades humanas una benévola sonrisa de comprensión y de indulgencia. La gusta combatir el snobismo de las modas en todos los terrenos. Mira las cosas con su criterio de librepensador, en la más alta acepción de la palabra, un poco influido por su época, la de fines del siglo pasado, lo que no impide que ese juicio de hace veinte o treinta años pueda seguir siendo actual dentro de otros tantos años” (José M. Valverde).

Lo que sí hay que resaltar es el contexto histórico de “Juan de Mairena”. Durante los años que duró la Segunda República (1931-1939), se intentan hacer una serie de transformaciones en el país en su ámbito político y social pero, se encuentran con toda clase de dificultades y problemas. Las clases más altas no desean un cambio que les arrebate su poder y, obviamente, anhelan seguir con el sistema tradicionalista. A grandes rasgos, esta fue una de las causas de la Guerra Civil y desde luego, la peor de las soluciones posibles provocando un atraso cultural, político y social en la España de aquella época. El retroceso fue tan brutal que la cultura, las ciencias, las artes y todo lo que rodeaba al mundo de las letras experimentó en sus propias carnes la dictadura y la censura.

Siempre quedarán en la memoria los reductos imposibles. Una serie de personas empeñadas en cambiar el mundo, su pequeño cajón desastre, su realidad. Nacen así, los movimientos sociales; movimientos intelectuales regeneracionistas que, conscientes del retraso de España, impulsan unos cambios materiales y culturales para que España resurja como el ave Fénix. En este complejo fondo político, aparece “Juan de Mairena”, modelo de la superioridad más noble y digna del pensamiento de la tradición liberal española. Antonio Machado coincide con otros movimientos de la generación del 98. Su escepticismo y pesimisto en nuestra obra se hace patente en apartados como cuando un alumno desarrollando un tema en plena clase expresa que, España merece que sus asuntos se resuelvan favorablemente. Al pie de esta frase, “Juan de Mairena”, no le deja continuar con esta rotunda frase: “Ya ha dicho usted bastante, señor Rodríguez. Eso es toda una declaración de gobierno, casi un discurso de la corona”.
Aquí se siente cierta fe nihilista de Machado en su actitud pesimista y desilusionada con el Gobierno Español que coincide con el desengaño de Pío Baroja después de la crisis del 98. El pesimismo existencial de Baroja lo encontramos en “Vidas Sombrías”, donde él expresó que no se siente fe en el porvenir de España, aún Dios no le oye, “Los hombres, en su jaula, han gemido, han rezado, han gritado tanto, que han vuelto sordo al amo, al amo de la jaula. Por eso no nos oye”. 

Nunca, nada, nadie. ¿Bastante duro, no creen? Imaginemos que alguien nos regala estas palabras… sentarían mal, ¿verdad? Estas mismas palabras, sobre todo la última puesto que NADIE es la personificación de la NADA, son pronunciadas por el protagonista. Nos intenta hacer pensar acerca de por qué lo dice. ¿Se referirá al tiempo? ¿A la vida? ¿A la existencia humana? Las reflexiones ahogadas en el mundo de la desesperación así como el negativismo más extremo, se dan la mano con la muerte. El hombre tiene miedo a la muerte por naturaleza pero como dice Juan de Mairena: “El hombre sin embargo, se encara con ella y acabada perdiéndole el miedo”. La muerte es para Machado, un tema fundamental en su obra puesto que para él, la muerte lo consume todo. Machado a su vez, ve como la muerte afecta a todo y a todos sin excepciones. “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.”.

Al pasar las páginas del libro vemos como los temas se entremezclan para intentar confundirnos pero la intención de transmitirnos las características de la sociedad, la cultura, el arte, la literatura, la filosofía es clara. Usando gran variedad de recursos poéticos como la ironía (muy fina por cierto), el escepticismo ya comentando, los toques de humor aderezados con un poco de realismo cruel, la superficialidad y demás, hacen que la obra sea un elemento indiscutible de reflexión acerca de numerosos temas.

Sin lugar a dudas, “Juan de Mairena” representa una obra clásica en la literatura española y, por tanto, es incuestionable su valor. A muchos les hicieron leer en el colegio “Campos de Castilla” y su repiqueteante “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” a otros tantos, “Fortunata y Jacinta” pero todos debemos zambullirnos por unas horas, unos días en la lectura de este libro. Dicen, que un clásico es un clásico y por ello ya tenemos excusa para leerlo.

“De lo uno a lo otro es el gran tema de la metafísica. Todo el trabajo de la razón humana tiende a la eliminación del segundo término: “Lo otro no existe”, tal es al fe racional, la incurable creencia en la razón, como si a fin de cuentas, todo hubiera de ser, absoluta y necesariamente uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja eliminar, subsiste y persiste, ese el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes”, diría Juan de Mairena

 

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