Los Sicarios del Cielo (Rodolfo Martínez)

Remiel parece culpable de un tiroteo en su local. Cuando Paula comienza a investigarle, se entera de más cosas de las que esperaba mientras varias personas intentan acabar con su sospechoso.

Según en texto de la contraportada se: “combina lo contemporáneo, lo fantástico y el thriller policial en una novela llena de intriga y acción…”

Entonces, el primer error es el nombre del protagonista, Remiel Stevenson (¿homenaje a R. L. Stevenson o ingenuo intento de despistar sobre la identidad del susodicho), que, junto a los de otros personajes (Shamael, Gabriel) informa desde el comienzo de la especial naturaleza del protagonista y sus compañeros, anulando el pretendido misterio.

Durante más de doscientas páginas (y quizá en todo el texto) no se alude claramente a la identidad de Remiel, aunque se hacen sugerencias más o menos sutiles en los recuerdos de Paula, que ve la relación entre ellos a lo largo de varias vidas en que ella cambia de aspecto, sexo etc mientras él permanece inmutable.

Quizá el autor quiere despistar para que se piense en la reencarnación como tema central de la trama, en cualquier caso no se consigue.

En cuanto a la parte de thriller y acción, se habla de Remiel es perseguido por “… un grupo de guerreros japoneses disfrazados de ejecutivos, una agente del Mossad y por una orden secreta de sacerdotes católicos.”

Quizá con esta amalgama de enemigos que tienen en común “representar” a tres de las religiones más importantes se intenta crear expectativa sobre el papel de éstas en la historia, cuando no sólo no se desarrolla, sino que ni siquiera es necesario para contar la historia pues, como se cuenta hacia el final, los enemigos de Remiel han influido en estas personas de forma individual, debido a sus deseos y la facilidad de manipular sus mentes, sin que el tema de sus respectivas creencias tenga repercusión en la trama.

De hecho, tanto el samurai como la judía o el sacerdote católico son descritos de forma tan superficial como tópica, utilizando pasados tan vistos como la traición del jefe al guerrero japonés, la experiencia de ella en un campo de concentración o la relación paterno filial literal entre los curas.

La mayoría de los personajes carecen de entidad más allá de la que explica la omnipotencia del narrador, quien recurre a explicar las circunstancias de cada cual en lugar de mostrarlas mediante escenas.

Apenas se sabe qué papel desempeñan algunos secundarios en la historia. Luisa y Sara parecen estar presentes sólo para crear expectativa sobre la utilización de esos poderes que nunca acaban de especificarse, para despertar los celos de Paula (la primera), para incluir la subtrama de “misterio” que da comienzo a la novela (Sara y los maltratos paternos) o para cumplir la cuota femenina.

En cualquier caso, todos están desaprovechados, carecen de interés y lastran la novela con más páginas de las necesarias.

A lo que se añade la continua reiteración del autor en cuanto a hechos que luego no tienen la menor relevancia, como el que Paula y Luisa se hayan llevado mal a lo largo de todas las vidas en las que han coincidido (¿por qué? ¿rivalidad por Remiel? Diría que no…), que repite incansable como si fuera una información trascendental.

Además, varios de los personajes mantienen repetitivos monólogos interiores en que sus reflexiones lejos de avanzar parecen estancarse, como si quisieran mantener una intriga que nunca es tal acerca de las circunstancias en que se conocieron los protagonistas y, cómo no, el insistente intento de despistar sobre una identidad (de Remiel) que, repito, se intuye desde el primer momento.

Por si no estuviera bastante claro y presentido desde el comienzo de la novela, al final Shamael, pletórico de soberbia y displicencia, explica a Paula (y a quien lee) lo obvio, incluyendo una “sorpresa” final de las más previsibles de la obra.

Aquí, Shamael menciona de pasada la especial relación de Gabriel con Vito (el sacerdote, su mascota) y se intuye que, si el autor hubiera explorado esta faceta, el rechazo y atracción por la corporeidad y por los seres humanos de estos seres, la novela hubiera mejorado.

El autor utiliza herramientas de varios géneros literarios para fabricar una especie de monstruo de Frankenstein, una novela fallida que en ningún momento saca partido de la idea inicial.

http://reginairae.blogcindario.com/2006/05/00285-los-sicarios-del-cielo-de-rodolfo-martinez.html

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