Este librito subtitulado "Sobre el buen periodismo" está editado en la colección "Crónicas" de la editorial Anagrama, en él se recogen tres textos diferentes una de cuyas voces es siempre el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2003, Ryszard Kapuscinski.
Los textos que encontramos son tres: el primero es la transcripción de un encuentro en el que participó el escritor polaco durante el VI Congreso "Redactor Social": De raza y de clase. El periodismo entre deseo de elitismo, implicación e indiferencia, que data del 27 de noviembre de 1999. La organización corría a cargo del CNCA (Comité Nacional de Comunidades de Acogida de Italia). La introductora y principal entrevistadora es Maria Nadotti, periodista, traductora y editora italiana. Aunque ella es la principal conductora de la entrevista, aparecen múltiples preguntas del público.
En general, este primer texto es un resumen bastante simplificado de los aspectos esenciales de la concepción que Kapuscinski tiene de la labor periodística. Para Kapuscinski el ejercicio correcto de la profesión pasa por la capacidad de sacrificio y por el estudio continuado. Un buen periodista ha de ser capaz de profundizar en los conocimientos respecto de los hechos sobre los que informa; por otra parte, tiene que estar actualizando estos conocimientos continuamente, y además, tiene que ser capaz de contextualizar los hechos que vive y transmite a los demás.
El periodista polaco no entiende el periodismo (el buen periodismo) sin una "intención"; para él, el signo que delata el buen periodismo es el carácter intencional con que se ejerce la profesión; los deseos de cambiar algo, de obtener algo, de conseguir modificar el estado de cosas con la narración de los hechos. Kapuscinski remite a grandes periodistas como Gabriel García Márquez o Ernest Hemingway como paradigmas de esta intencionalidad.
Por otra parte, las fuentes del periodismo que Kapuscinski defiende son diferentes a las del periodismo tal como se concibe actualmente (en el que el teletipo es la estrella del plató). Los seres humanos, los documentos y los imponderabilia son las tres fuentes de que se ha nutrido el polaco a lo largo de toda su vida. No es capaz de concebir un periodismo sin "los otros", los seres humanos son los que, en última instancia configuran los reportajes, ya sea como protagonistas o como mediadores entre la información y el informador; defiende así un periodismo de carácter "colectivo". Llama la atención de lo que él denomina "imponderabilia", ese conjunto de síntomas no pericibidos como tales, que se dan en los ambientes y que el buen periodista ha de saber reconocer, a los que ha de poder atribuir sentido y de los que, posteriormente, es capaz de extraer información.
Es de esta entrevista de la que se ha tomado el título del libro. Kapuscinski ha planteado un periodismo de marcado componente humano: por un lado, la humanidad del periodista, que mantiene una relación intensísima con todo lo que es externo a él, que siempre está dispuesto a escuchar a los demás, y que utiliza todos sus recursos para captar todo tipo de estímulos y discernirlos; y por otro, la humanidad como fuente esencial del periodismo:
"Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico […]El cinismo es una actitud inhumana, que nos aleja automáticamente de nuestro ofiio, al menos si uno lo concibe de forma seria. […]Como sabéis, cada año, más de 100 periodistas son asesinados y varios centenares más son encarcelados o torturados. […] Quien decide hacer este trabajo y está dispuesto a dejarse la piel en ello, con riesgo y sufrimiento, no puede ser un cínico."
La segunda entrevista data del 28 de noviembre de 1999, y la ha realizado Andrea Semplice, aprovechando la presencia de Kapuscinski en Italia. Esta entrevista se centra en la forma en que Kapuscinski ve África, sus experiencias allí. El escritor polaco nos acerca a la historia de las independencias de los estados africanos. Aquí se habla de las esperanzas de los africanos, y de diferentes líderes políticos del continente. A algunos de éstos, Africa must unite. Esta entrevista resulta interesante desde una perspectiva más concreta: nos ofrece la visión del periodista polaco sobre África, pero no trasciende a aspectos abstractos sobre su forma de pensar acerca de su profesión.
El último texto está articulado a tres voces: Kapuscinski conversa con el crítico de arte John Berger y con Maria Nadotti. Este texto es, a mi modo de ver, un pequeño desastre. Poco más se aporta que los cumplidos de uno a otro autor. Por otra parte, Maria Nadotti, en una suerte de moderación, comete el pecado de estirar y encoger las ideas, experiencias, concepciones de la profesión y circunstancias de vida de ambos autores, para hacerlos más próximos de lo que en realidad son. Este encuentro formó parte del Congreso Ver, entender, explicar: literatura y periodismo en un fin de siglo, organizado por la revista "Linea d\’Ombra" en Milán en noviembre de 1994.
Este conjunto de textos cuentan con una introducción utilísima de la propia Maria Nadotti que, aprovechando hebras de varios libros de Kapuscinski borda un retrato de lo que ha de ser el buen periodista y el buen corresponsal. Un buen corresponsal ha de ser testigo de suscesos importantes, que es capaz de situar en un contexto y relacionar con hechos del pasado, así como hacer anticipaciones hacia el futuro. Por otra parte, tiene que tener gran resistencia física y psíquica y no ha de tener miedo. Según dice elpropio polaco en La guerra del fútbol, no es un buen periodista
"[…]el que ahorra cada dólar para construirse una casa cuando vuelva a su país; el que no sabe dormir en una choza de barro africana, y el que desprecia a la gente sobre la cual escribe."
. Maria Nadotti resume así la concepción que Kapuscinski tiene del mal periodista:
"[…]el que no sabe admitir y administrar su propio miedo ni estar solo, el que no es curioso ni lo suficientemente optimista como para pensar que los seres humanos son el centro de la historia."
Afortunadamente, Ryszard Kapuscinski ha sabido admitir su propio miedo y administrarlo, ha sabido estar solo en medio de la gente; ha sido lo suficientemente curioso y lo suficientemente optimista como para pensar que la historia de África y de diversos colectivos pobres era una historia de seres humanos que merecía la pena ser contada. Y nos la ha contado. Ahora falta que nosotros seamos lo suficientemente curiosos como para escucharle.
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