Los nuestros (Sergei Dovlatov)

Los nuestros. Serguei Dovlatov

Así de duro empieza, uno de los capítulos, nada menos:

“La vida había hecho de mi primo hermano un delincuente. Creo que tuvo suerte. Si no, se hubiera convertido, sin duda, en un alto funcionario del partido.”

¿Qué os parece la frase? Pues así habla Dovlatov de uno de sus parientes en este libro genial recorrido por personajes delirante y profundamente humanos. Los nuestros e s un recorrido por una familia rusa en la que, capítulo a capítulo, se desgrana la historia de la URSS a través de las vidas, los vicios, las neurosis y las grandezas de esta familia irrepetible.

Dovlatov es un maestro de la ironía, pero no de la ironía despectiva, estilo inglés, sino d e esa ironía amarga, tan rusa, capaz de burlarse de Siberia, el Gulag y una especie de fatalismo que todo lo impregna.

“Como es sabido, en nuestra prensa sólo las erratas dicen la verdad.”

Otra frase capaz de resumir e ilustrar el tono de un libro donde todo es tan finamente narrativo, tan cercano, que podemos leerlo igual desde la distancia del humor que desde la ternura de lo personal.

La curiosidad técnica de esta obra está en que se habla sólo de personajes y uno a uno, pero sin embargo el protagonista real es el ambiente, Rusia misma y sus penurias políticas. Dovlatov no necesita hablar de campos de concentración, de persecuciones ni de agentes que llaman a la puerta a las tres de la madrugada: en su libro no sucede nada de eso, pero entendemos el mundo en el que vivía mucho mejor que en esas cámaras de los horrores en que algunos convierten las novelas supuestamente reivindicativas.

Inolvidable, por absurda, la historia de la valla marrón. Inolvidable también, por certera, la historia de la mosca gris. No os lo perdáis. Lo recomiendo encarecidamente.

Javier Pérez

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Literatura rusa

En la literatura rusa de comienzos del siglo XX destacan poetas como Blok, Briúsov, Balmont, Bugaíev y Gippius. Blok, el más destacado, construyó un universo poético personal e intenso, producto de un vocabulario poético radicado en lo cósmico, lo angélico y lo demoniaco, lleno de  términos pasionales, de anhelos y miedos completamente humanos. A pesar esto, no perdió el contacto con la realidad. Poco después de la Revolución Rusa produjo uno de sus mejores poemas, \’Los doce\’ (1918), una viva y poderosa descripción de las aventuras de un batallón del Ejército Rojo encabezado, como se descubre en sus últimos versos, por el mismísimo Jesucristo.

Los simbolistas trabajaron tanto la prosa como en verso, e insistieron de modo particular en alterar las propiedades tradicionales de la novela. Así, Fiódor Sologub (seudónimo de Fiódor Kuzmich Tetérnikov, 1863-1927) describió la actividad sobrenatural que tiene lugar paralelamente a los acontecimientos de la existencia ordinaria en la novela El pequeño demonio (1907) y en sus numerosos relatos breves.

Otros muchos escritores trabajaron de modo completamente independiente de cualquier escuela o movimiento.

El novelista, dramaturgo y ensayista Maksim Gorki ldestaca por sus obras de corte político (La madre, 1907) y es reconocido como fundador del movimiento denominado realismo socialista.
Durante los años de calma que sucedieron a la fundación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, muchos escritores y críticos defendieron que su misión era crear nuevas formas de arte apropiadas para la nueva época que estaban viviendo. Unos proclaman que una nueva cultura proletaria reemplazaría a las formas heredadas del pasado, para lo cual se debería utilizar la literatura como elemento de concienciación y cambio. Los futuristas (Maiakovski) propusieron un drástico cambio en las formas, imágenes literarias y en la textura del lenguaje. Otros más conservadores prefirieron mantenerse más fieles a las tradiciones clásicas rusas, defendiendo la literatura como actividad autónoma.

"Maiakovski llevó el espíritu de experimentación a niveles muy altos. Maestro de la declamación hiperbólica y de un nuevo lenguaje vivaz y basado en el habla vulgar, se constituyó en el mejor guía de las inmensas energías que se habían liberado tras la revolución. Un humor ardiente, una mordacidad satírica y un torrente de declaraciones comprometidas, aunque no serviles, de lealtad al régimen soviético, caracterizan lo mejor de sus poemas y obras teatrales públicas. Su voz privada, en cambio, que es la de una persona sensible y hasta vulnerable se ha dejado entrever en muchos de su primeros poemas, incluso entre la bravuconería del famoso \’La nube en pantalones\’ (1915). Maiakovski se suicidó en 1930. La nota que dejó tras su suicidio transmite la sensación de que la tensión entre sus vidas pública y privada terminó por dañar su talento poético y hacerle imposible la existencia."

No obstante, pronto se hizo patente que el refinado intelectualismo del arte prerrevolucionario ya no encajaba en la nueva atmósfera proletaria. Sólo unos pocos poetas, herederos de la cultura literaria anterior, continuaron escribiendo sus obras: Pasternak, Anna Ajmátova, Mandelstam. Pese a que algunos de estos alcanzaron un cierto prestigio, muchos terminaron siendo expulsados de la Unión de Escritores o deportados a Siberia.

La narrativa soviética de esta época tuvo que luchar contra las dificultades que encontraron los escritores para describir la revolución y la guerra civil. Estos hechos estaban señalados por el caos dentro de las vidas pública y privada, el colapso de las instituciones y por la hostilidad entre los dos bandos en que se dividió la nación. La tónica dominante de la narrativa terminó siendo una combinación de realismo literario y didacticismo político, que se convertiría en la doctrina artística oficial de la Unión Soviética a partir de 1934. Autores como Babel, Fedin, Leónov o Fadéiev trataron de buscar una cierta originalidad, al margen de la corriente dominante.

A finales de los años 20 se produjo un cierto resurgir del comercio privado, que desembocó en  una atmósfera particularmente vulnerable a la sátira. Así, se detecta en algunas obras del momento una combinación entre ardor revolucionario y afanes comerciales, en relatos ácidos, satíricos, etc. (Katáiev, Zoshchenko, Ilf y Pétrov)

Con los años 30 y el primer plan quinquenal, concluyó la tolerancia oficial hacia la literatura "disidente" y hacia la iniciativa privada en la edición literaria. A partir de entonces se estableció un férreo control político de toda actividad literaria, el cual sería administrado por un único aparato administrativo, la Asociación Rusa de Escritores Proletarios (RAPP). Ésta aseguraría la conformidad de las obras con la doctrina comunista; severos juicios políticos fueron sustituyendo a las críticas estrictamente literarias, y los escritores fueron sometidos a grandes presiones para que se adaptaran al nuevo régimen imperante. El resultado es un tipo de melodrama didáctico de carácter político (Leónov, Shólojov).

En 1932 la es sustituida por la Unión de Escritores Soviéticos, que responde al deseo estatal del imponer la doctrina del realismo socialista mediante un sutil y omnicomprensivo sistema de controles ajustables que sustituyera a la cruda coacción de la RAPP. Esto vino a significar que el aparato del partido y sus doctrinas controlarían la imaginación literaria rusa.

Sólo dos novelas escapan a la mediocridad generalizada de la producción literaria entre 1934 y 1939: Hacia el océano (Leonov, 1935) y El Don apacible (Shólojov , 1928-1940), considerada como la obra maestra en prosa de la época soviética, que viola algunas de las prescripciones oficiales básicas.
En los años de la II Guerra Mundial la literatura se vuelca en el propagandismo.
Tras la muerte de Stalin (1953) parece producirse una cierta apertura, que lleva a  la publicación de algunas novelas poco convencionales, como El deshielo (1954) de Ehrenburg. Muchos autores eliminaron o redujeron significativamente los contenidos políticos de sus obras. Destacan poetas como Yevtushenko y Voznesenski. No obstante, prosiguen los conflictos entre los escritores y el aparato político-literario. De hecho, hasta la llegada de la glasnost (\’apertura\’) a finales de la década de 1980, las obras más interesantes de la literatura rusa no se publicaron en la URSS, sino que circularon por otros países, bien editadas en ellos o bien en forma de manuscrito.

Doctor Zhivago (1957) de Boris Pasternak, no pudo leerse en ruso hasta 1987. En 1958, a Pasternak se le concedió el Premio Nobel de Literatura pero, sometido a poderosas presiones oficiales, no lo aceptó.

Alexandr Solzhenitsin estuvo siempre en la línea que separaba lo permitido de lo prohibido. En 1963 pudo publicar Un día en la vida de Iván Denisóvich, que trata de la vida en los campos de concentración. Sus novelas más importantes no pudieron ser publicadas más que en el extranjero. Sus protestas contra la censura, contra su propia expulsión de la Unión de Escritores y contra la práctica de confinar a los intelectuales disidentes en sanatorios mentales, constituyeron algunos de los compromisos morales de toda su obra narrativa. Solzhenitsin recibió el Premio Nobel y hubo de exiliarse definitivamente de su país.

"El término literatura ilegal (samizdat) durante el periodo postestalinista se aplicó repetidamente a las obras de Mijaíl Bulgákov. En 1928 comenzó a escribir su más importante novela El maestro y Margarita, en la que llevaba a cabo una sátira del gobierno, pero no pudo publicarla en la URSS hasta 1967, aunque en una versión muy recortada. También ilegal fue la conmovedora obra del poeta Joseph Brodsky y de muchos otros escritores y pensadores. Brodski, que fue expulsado de la Unión Soviética, viajó a los Estados Unidos en 1972. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1987 y recibió el nombramiento de poeta laureado de los Estados Unidos en 1991. Entre sus obras se encuentran Parada en el desierto (1970) y Elegías romanas (1983). Otro escritor disidente, Valerii Tarsis, al que se le permitió dejar el país y marcharse a Suiza en 1966, plasmó sus satíricos ataques al régimen soviético en novelas como La botella azul (1963). Escribió, además, Sala 7 (1965), una obra de carácter autobiográfico basada en sus propias experiencias en un hospital mental, y La fábrica de placer (1967), una ingeniosa historia sobre las gentes de la región del mar Negro. Estas obras ilegales contribuyeron a preservar las mejores tradiciones de la literatura rusa hasta que el colapso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y la disolución del Estado soviético en 1991 abrieron una nueva época para los escritores rusos."

Viaje a la historia de la publicidad gráfica. Arte y nostalgia

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