LAS GALERAS DE NORMANDIA (Ramón Loureiro)

Échense unas risas con la descripción que nos ha llegadode uan novela, quenos avbemos si es buena o mala, o de qué va. No lo sabía ni el que escribió la reeseña, y a lo mejor por eso nos la han enviado.No s elopierdan

Las galeras de Normandía, sostiene Ramón Loureiro, es un libro que «camina entre las sombras, sin pretender iluminarlas necesariamente». La aparición de esta ambiciosa y monumental novela, en sí misma un universo entero («no habrá lector pasivo para esta obra transgresora, la más abierta y libre de las letras gallegas de estos años», en palabras del profesor Basilio Losada, que además califica de «prodigioso edificio»), y en la que conviven el humor y la tragedia, abre un nuevo camino en la literatura gallega. Un camino en el que la narrativa, cargada de un profundo carácter poético en el más alto de los sentidos del término-, reflexiona sobre la verdadera identidad y el destino último del hombre, sobre la naturaleza misma de la existencia. Con una escritura sin concesiones, en un texto de excepcional belleza en el que múltiples voces y casi infinitas máscaras superponen su presencia en un mágico territorio atlántico donde coexisten, en perpetua connivencia, los vivos y los muertos, en Las galeras de Normandía el pasado y el futuro se funden en un eterno presente que nada tiene que ver con el tiempo que los relojes marcan, puesto que entre sus páginas las leyes de la física permanecen en suspenso.

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ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS (LEWIS CARROLL)

 

 

Teniendo en cuenta el artículo de Günter Grass, "literatura y mito", señala y fundamenta los mitos y arquetipos que se enuncian en Alicia como figuras universales, como fuerzas del inconsciente colectivo. Constata cada uno de ellas y señala la relación analógica que existe con nuestra realidad contemporánea actual.

 

…le parecía muy aburrido y estúpido

que la vida siquiera su curso normal

Quizás no todos seamos Alicia, pero sin lugar a dudas, todos tenemos algo de ésta. Ese eterno sueño de escapar del lado de la hermana y sumergirnos por la madriguera del conejo, tirarnos a la piscina y convivir con seres de todos los tipos. Creo que todos hemos tenido alguna vez el deseo palpable de volar, de ser otros, de traspasar los muros o detener el tiempo. Alicia los toma todos y nos regala ésta, su aventura.

 

No la encierren en la casa del conejo ni pretendan que ella se instale todas las tardes a tomar el té. Tampoco le pidan que nos de una definición muy exhaustiva sobre su persona, lo cual ni ella tiene claro. No es como nosotros, que creemos tener plena certeza de nuestras personas, siendo que somos lo que los demás quieren que seamos. Ella no se engaña y dice simplemente que no lo sabe. ¿Alguien lo sabe? No, no. Ella solo quiere correr al bosque y sentirse segura.

 

Las cartas nos muestran por una parte el mundo tal como es. En nuestro mundo todos los valores son convencionales, al igual que las cartas. Todo depende de las reglas, cada uno tiene el valor que ponen. Todo ya está dicho. El juego de la vida al final es tan absurdo como el partido de croquet, y es por eso que me encanta esta imagen y escuchar el grito de Alicia: "¡No son nada fuera de un mazo de cartas!" El mundo tal como nos quieren hacer creer es esto, un simple mazo de cartas. Y yo quiero gritar junto con Alicia. No nos encasillaran en su sistema, no seremos parte de este juego, no dejaremos de vivir nuestras maravillas y siempre correremos al bosque, a buscar la savia de la vida

 

Es el personaje que inconscientemente nos invita a la maravillosa aventura. Si, tengo claro que el conejo blanco nunca le hizo una invitación formal a Alicia, no le entregó una carta, ni mucho menos, pero sin su aparición en escena, casi incidental, Alicia no se hubiese visto envuelta en esta maravillosa aventura. Para mi, leer este libro, era seguir a la pequeña, mientras ella seguía al conejo.

 

Este para mi constituye el primer tipo: aquel del personaje que nos despierta de nuestro ensueño y nos lleva de la mano a otro mundo. Es la mujer con el tatuaje del conejo en su brazo que llega a buscar a Neo en la película Matrix, son las mujeres que sigue el protagonista de Niebla, es el Jesús que invita a los pescadores a que lo sigan, es esa carta que recibimos, ese ser maravilloso, o quizás esa persona cruel que cambian nuestro mundo, haciendo que les sigamos por sus madrigueras.

 

Hoy en día, el conejo blanco se ha extinguido en medio de nuestro progreso. Hoy, quizás sólo sea un simple control remoto, que nos invite a hacer zapping toda la tarde. Hay, eso si, muchos que han suplantado al conejo, y que en vez de llevarnos a un país de las maravillas nos llevan a un país de la perdición. Basta con ver esos avisos de sexo telefónico a 15 pesos el segundo ($900 el minuto), con fotos de chicas, diciendo: ¡llámame!, o las posibilidades de crédito y de "comience a pagaren seis meses", o el consumismo latente en todos lados, que si no tenemos necesidades las inventa.

 

Creo que este personaje es también el arquetipo del hombre moderno, bueno, no tan moderno, ya que está presente en el siglo XIX y debe de estarlo también mucho antes………….Y siguió caminando muy de prisa. Basta con echar un vistazo al "Paseo Ahumada" para darnos cuenta de que este modo de andar constituye casi un estilo de vida: hombres esclavos del horario, del trabajo, de los mandados, que al andar tan a prisa ignoran todo cuanto hay a sus alrededores, el problema de aquellos, es que nunca se preguntan el por que hacen tales cosas, ni se detienen a analizar si ese modo de ser en tan necesario. Quizás, si el conejo se hubiese levantado mas temprano y no hubiese visto "tele" hasta tan tarde, no andaría por consecuente tan a prisa. Imaginarme a este conejo sacando su reloj de bolsillo, es la misma imagen que tengo de este mundo, cuando ahora todos sacan a relucir sus celulares, sus controladores y patrones.

 

La reunión que se produce en la ribera del río, el de las lágrimas de Alicia, es tipo de reuniones sociales, grupos de debates, o simplemente un consejo de curso, específicamente, mi 4° K, en donde salen a flote diversos arquetipos:

El loro engreído, que creía que por ser mayor sabía más que Alicia. Hay muchas personas que enfocan todo con esta perspectiva. El que es mayor sabe mas, o el que tiene mas títulos tiene mas autoridad, siendo que hay otro factor importantísimo, la escuela de la vida, sin la cual, el conocimiento es solo vómito

El ratón, un personaje para mi inocentón, al tratar de sorprenderlos a todos con su sabiduría, quedando a la postre en ridículo. Como dice el dicho: "Mejor es callar y que sospechen de tu poca sabiduría, que hablar y eliminar cualquier duda sobre ella".

El Dido es el personaje opositor, que adopta medidas mas radicales, no solo para ser escuchado, sino que actuando primero que todos. Es un buen líder, aunque presuntuoso: ….y se sentó un buen rato con un dedo apoyado en la frente (como se observa a Shakerpeare a los retratos)

 

Para mi esta escena es significante en cuanto a estos personajes. Creo que cuando miro a mí alrededor siempre están presentes. El problema respecto a esto, es que son ellos quienes marcan las pautas mientras los demás guardan silencio, y no por que sean estos los más capacitados, sino por que los demás se han acostumbrado a estar siempre esperando a que los guíen. Son los curas y bachilleres de nuestro tiempo, los que desprecian la opinión de los niños, cuando estos a veces tienen más razón que nosotros. El ratón ha ascendido mucho en el poder, hablando bonito, pero en el fondo diciendo solo burradas. El loro ha puesto sobre la mesa todos sus títulos y nos ha dejado con la boca abierta y el Dido ha adoptado una imagen de sabio, poniendo alrededor de si un campo de invulnerabilidad. En el inconsciente colectivo nos acostumbramos a ser guiados por ellos, aunque la carrera no tenga sentido.

 

 

"¡Todo el mundo ha ganado!"(Es la respuesta que da el Dido cuando finaliza la carrera) Este es para mí, un grito de denuncia, el mundo y el mito de la utopía. La simpleza y la superficialidad: se acabó la carrera, la loca carrera, la sin sentido, no importa lo que hagas ni lo que tengas, si eres pobre o rico, si te han pisoteado o humillado, al fin y al cabo, todos hemos ganado, y si no lo crees, "Piensa positivo". Es el grito se desconsuelo de Aldous Huxley en "Un mundo feliz". Todos somos de todos y para todos, si hay problemas toma un poquito de soma y listo, no importa si eres alfa, delta o epsilon, en este mundo somos todos felices, ¡Todo el mundo ha ganado!". En nuestro mundo actual eso es precisamente lo que quieren que creamos. Nos ponen sobre la mesa distintas distracciones, el soma, para que nos olvidemos de todo y seamos simplemente felices. Los políticos hacen lo mismo, pan para hoy y hambre para mañana. Que importa la delincuencia y el desempleo, si tenemos una playa en la capital.

 

La oruga. Es para mí un extrañísimo personaje. A primera vista, es como la antítesis del conejo: relajada, aprovechando una rica tarde en compañía de un cigarro y esperando que la vida simplemente pase. Creo yo más bien, que la oruga no es solo eso, sino que también juega un papel primordial en la comprensión que tiene Alicia de su estado. Al responder el cuestionario que la oruga le formula, Alicia nos sorprende con su conclusión: Al menos puedo decirle quien era cuando me levanté esta mañana; pero creo que me deben haber cambiado varias veces en el día. Y luego la oruga le da un simple consejo, pero no por eso menos importante: que tenga paciencia. Quien está hablando de paciencia!! La reina de la metamorfosis, la que pronto se convertiría en mariposa. Por eso sabe que es importantísima la paciencia, por que los cambios ocurrirán si o si, que Alicia crecería de todos modos. Estuve leyendo algunos análisis de esta obra, los cuales dicen que la oruga es simplemente la antítesis del conejo, o que es alguien que no se preocupa de nada. Que no se preocupe de nada, a mi modo de ver, es que no se preocupa de lo que los demás se preocupan, lo que no significa que no se preocupe de nada. Está como dice una canción de Fito Páez, Al lado del camino…… fumando el humo mientras todo pasa. La oruga se aburrió de estructuralismos y observa todo desde su hongo, al lado del camino, y está precisamente allí para guiar a esta pequeña que no sabe que hacer para seguir su rumbo. Y mas encima, le da algo así como un remedio, "que coma del hongo" lo que sirve a Alicia en el resto de la historia. No es casualidad, tampoco que la oruga aparezca justo en medio de la historia, no al principio ni al final. La oruga pasa entonces a convertirse en un sabio irónico, que parece no entender pero que entiende todo, y sólo dice, ten paciencia! Es como el Gandalf que guía a Frodo en su aventura por el anillo. En nuestra realidad representa a aquellas pocas personas que se apartan de la estúpida "realidad", que se sacan los audífonos y las vendas y simplemente fuman un cigarro al lado del camino.

 

El hongo del que come Alicia, creo que está bastante presente en el inconsciente colectivo. El la fuerza religiosa, sobrenatural e inexplicable a la que recurrimos cuando nos enfrentamos con problemas que no están acorde con nuestra estatura. Como cuando David se enfrenta al gigante Goliat. Éste come de su hongo y le pega en la frente, derribándolo ,y, en el caso más cercano, cuando Alicia se enfrenta a distintas situaciones, come del hongo para tener el tamaño que necesita. Toda persona necesita comer de algún hongo, y esto se llama fe, ya sea en Dios, en el tarot o fe en uno mismo. Esto viene a constituir un tipo de los amuletos que acostumbramos utilizar cuando nuestras limitaciones nos complican. Hoy en día la gente consume muchos tipos de hongos: psicología, religión, drogas, etc., para crecer o "achicarse" según sea la necesidad.

 

En el mundo actual el gato es como un padre sabio, o como un profesor que guía a sus alumnos o simplemente alguien que nos ayuda cuando mas necesitamos, o Dios. Es el arquetipo del sabio que ya ha recorrido muchos caminos y que se ríe de la curiosidad del joven, por que es la misma que sentía él un día. Me imagino a un anciano diciendo: ay chiquillo, ay chiquillo!! Todas las personas nos preguntamos en algún momento hacia donde ir y nos molesta la lógica del gato, absurda pero innegable, mas éste no se urge y desaparece dejando su sonrisa

 

Cuando Alicia se encuentra al gato de Cheshire, mantiene una conversación un tanto curiosa: "¿Me podrías indicar hacia donde tengo que ir desde aquí?" pregunta Alicia."Eso depende de a dónde quieras llegar" responde el gato. "A mi no me importa demasiado a donde"-"En ese caso, da igual hacia donde vayas"-"Siempre que llegue a alguna parte"-"¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo bastante". A Alicia le pareció que esto era innegable y es cierto, parece una conversación algo absurda. El gato es una especia de Dios, aparece y desaparece cuando quiere, sin darnos cuenta puede estar presente a nuestras espaldas. En el capitulo del juego de croquet, vemos que el gato está también por sobre los reyes, y que se niega a hacerles reverencia. Ellos deberían reverenciar al gato, y no Dios a ellos. Incluso tienen el atrevimiento de querer cortarle la cabeza, como muchas veces queremos matar a Dios y sacarlo del mapa. Tengo la impresión de que el gato aparece en nuestras vidas justo en el momento en que mas nos cuestionamos. Cosas como, ¿que sentido tiene la vida? Muchas veces son preguntas que nos hacemos y el gato nos diría, la vida tiene un solo sentido: hacia delante. Ya, la tengo, esta es la idea que representa el gato: un cable a tierra, lo que reafirma la idea del gato Dios. A veces nos apoyamos mucho en nuestras ideas y creemos saberlo todo, pero es obvio que si caminamos, paso a paso, llegaremos a algún lugar. O como dice Salomón: no hay nada nuevo bajo el sol. La quinta pata del gato simplemente no existe, y eso es lógico, la vida no es tan complicada, todos estamos locos.

 

¡Ahora siempre son las seis! Esta escena nos lleva a lo absurdo y patético de la vida en muchas de nuestras costumbres. No nos fijamos en cosas esenciales como el amor y la relación con los demás y nos centramos en cosas tan vanas como tomar el té.

 

La vida se vuelve entonces rutinaria y repetimos todos los días lo mismo, caminamos por las mismas calles, saludamos a la misma gente y cuando esto nos cansa, en vez de erradicarlo, volvemos al comienzo de la mesa. Incluso puede haber gente durmiendo cerca de nosotros y eso nos da igual. Alicia se convence así de que está en un país de locos, tal como le dijo el gato de Cheshire. Aquí se produce un choque generacional: los convencionalismos versus el deseo infantil de cosas nuevas, sin limites impuestos. Alicia se siente ofendida por todo esto y decide irse.

 

El tópico del eterno retorno se hace presente ahora en la historia: Alicia vuelve al largo hall donde había llagado al principio.

 

Cinco, Siete y Dos parecen tipificar a la persona "chanta". Cometen un error y pretenden engañar a su jefe pintando las flores de color rojo. Las excusas aquí florecen y los pretextos también. En nuestro mundo los vemos por doquier y me miro a mi mismo y encuentro bastante semejanza. Trabajamos solo cuando está el profesor en la sala y cuando nos equivocamos, tratamos de poner un parche sobre el error. Basta con recordar un ejemplo familiar: cuando vienen visitas a casa y escondemos la basura bajo la alfombra, pintamos las flores.

 

La Reina y la Duquesa son formas de absolutismo. La Duquesa toma del brazo a Alicia y desea conocer sus pensamientos, luego habla con respecto a las moralejas, todo tiene moraleja y también trata de mostrarse de acuerdo a todo lo que dice la pequeña. Está como se dice, dónde calienta el sol y trata de imponerse sobre Alicia: Pensando otra vez ¿eh? – Preguntó la duquesa-……….Tengo derecho a pensar- dijo Alicia con cierta aspereza, pues estaba empezando a preocuparse. Es ese derecho, no un privilegio, el de pensar, lo que muchas veces quieren negarnos y muchos intentan imponerse sobre nosotros, mientras pueden, por que después llega la Reina y está también por sobre la Duquesa. Sentí rabia frente a la Duquesa, por ser de la clase de personas que abusan mientras pueden, como aquellos con algún cargo intermedio que explotan a quienes tienen a cargo, sin que el jefe muchas veces lo sepa. La Reina, por su lado, es la máxima autoridad, es una Diosa Sol: Cualquier persona que se atreviera a pensar distinto a ella, o que tuviera otra visión de las cosas, debía ser decapitado. La Reina, como muchas personas se cree dueña absoluta de la verdad. Es la intolerancia plena y ha tomado el papel de juzgar a las personas. Nunca vemos que ella escuche las razones de los demás, para tratar de comprender por que hacen o dejan de hacer las cosas, el veredicto es siempre el mismo: ¡Que le corten la cabeza¡ Cortar la cabeza es la completa anulación del ser, es desconocer su identidad sus derechos, es mirara la persona hacia abajo, es limitarla y condenarla. Lamentablemente la reina no tipifica a un grupo reducido de personas, sino que todos hemos actuado así alguna vez. En vez de tratar comprender a las personas y ponernos en su lugar, distamos la sentencia: ¡Que le corten la cabeza¡

 

 

 

¿Podemos considerar a la novela de Alicia perteneciente al género maravilloso, y por excelencia al mundo imaginario? Fundamente.

 

Podría decirse que la novela Alicia pertenece al género maravilloso, simplemente por desarrollarse en el país de las maravillas, lo cual podría ser quizás un argumento suficiente.

Me gustaría citar aquí, algo que me encantó, y que refleja el sentir de la pregunta, dicho por la propia Alicia:

 

"Me acuerdo cuando leía cuentos de hadas y me parecía que nunca podían ocurrir cosas como aquellas. ¡Y aquí estoy yo en medio de una aventura completamente mágica¡…… Debían escribir un libro sobre mi"

 

En medio de un mundo materialista, nos parece al igual que a Alicia, algo imposible vernos envueltos en un mundo maravilloso y si llegara a sucedernos intentaríamos esfumar esas "ideas" de nuestra mente. Es por eso que me gusta esta novela, por que los elementos maravillosos llegan a escena sin romper la coherencia y la estabilidad del mundo, y a los ojos de Alicia, esto es lo mas normal:

 

"..cuando de pronto pasó corriendo junto a ella un conejo blanco de ojos rosados. En eso no había nada de tan extraordinario, ni Alicia pensó que fuera nada insólito oír al conejo que decía para si: Oh, Dios voy a llegar tarde¡…(Cuando después lo pensó se le ocurrió que aquello debió asombrarla, pero lo cierto es que en ese momento le pareció lo más natural del mundo)

 

De las definiciones del mundo maravilloso, me gusta aquella que dice que la magia es regla y si Carroll se guió por algo, no fue precisamente por los convencionalismos, ni se dirigió a estudiar los clásicos, sino que tomó su sombrero y sacó de él todos los elementos para formar el país de las maravillas: un conejo con reloj, un gato sonriente, unas cartas y su reino, personajes locos de remate, una niña que cambiaba constantemente y los personajes mas maravillosos que se pueden imaginar. La magia no es un intruso, sino que es el elemento esencial para crear lo creado. No destruye el mundo, sino que lo complementa

De las definiciones del mundo maravilloso, me gusta aquella que dice que la magia es regla y si Carroll se guió por algo, no fue precisamente por los convencionalismos, ni se dirigió a estudiar los clásicos, sino que tomó su sombrero y sacó de él todos los elementos para formar el país de las maravillas: un conejo con reloj, un gato sonriente, unas cartas y su reino, personajes locos de remate, una niña que cambiaba constantemente y los personajes mas maravillosos que se pueden imaginar. La magia no es un intruso, sino que es el elemento esencial para crear lo creado. No destruye el mundo, sino que lo complementa

 

Para hablar de la la plenitud de lo imaginario, me tomo del término el sinsentido. Crea esta novela un mundo de sinsentidos, de absurdos, donde las reglas no valen y la imaginación domina. Ésta, eleva a emblema irracional la lógica, convirtiendo las aventuras de Alicia en un ejemplo de la libertad absoluta de la mente.

Para hablar de la me tomo del término el Crea esta novela un mundo de sinsentidos, de absurdos, donde las reglas no valen y la imaginación domina. Ésta, eleva a emblema irracional la lógica, convirtiendo las aventuras de Alicia en un ejemplo de la libertad absoluta de la mente.

 

Y si hablamos de reencantamiento, esto respaldaría mas la idea de lo maravilloso de la obra. El mundo de Alicia no se quiebra, ni a ella la desestabiliza, sino que la reencantan. Ella vive palmo a palmo con la magia y va descubriendo un sinnúmero de elementos a medida que avanza la trama. Lo sobrenatural no la espanta, sino que la motiva a beber todo lo que encuentra a su paso y explorar cada rincón de ese mundo. Lo sobrenatural no la espanta, la reencanta. No rompe sin coherencia, es algo normal.

 

Que sea maravilloso va de la mano con la benignidad. El milagro no asusta, sino que se acepta como un hecho normal y el desenlace es fácilmente feliz

 

Tan ricamente maravillosa es la novela, que Alicia termina acostumbrándose del todo a lo sobrenatural. Vive por decirlo de alguna manera, en medio de los dioses y conversando con ellos cara a cara: …le parecía muy aburrido y estúpido que la vida siquiera su curso normal. Y que estúpido sería que la vida siguiera su curso normal, sin milagros, sin sorpresas, viviendo en la comodidad de la rutina, del hoy como ayer y mañana como hoy……………..que estúpido sería que la vida siguiera su curso normal!!

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EL AZAR DE LAS LECTURAS (Rafael Fauquié)

Leer es acercarnos a lo escrito por otros. Es percibir el mundo a través de los ojos y la palabra de otros. Los instantes vividos por cada escritor, se vuelcan sobre páginas abarrotadas con signos sujetos a la comprensión de la lectura. Los libros hablan y, al leerlos, también los escuchamos. Para que nuestras lecturas signifiquen y se integren a nuestra experiencia, tienen que comenzar por hacerse diálogo. Leer es dialogar: comunicación entre las razones del libro y las nuestras; encuentro de palabras y perspectivas: las del lector y las del escritor. Dialogar es, también, responder. Al leer respondo a eso que otro me dice. Mi diálogo con el libro es, sobre todo, mi respuesta a él. Hablar con los libros es hacer de ellos algo real; descubrir influencias que incorporamos al espacio de nuestras propias experiencias. Existen libros que añaden en nosotros imágenes, rostros, escenas y acciones que quizá nunca llegarán a abandonarnos del todo. Libros que nos guían, que nos señalan opciones a las que acogernos, inconscientemente, sin darnos cuenta, acaso, de que ellos están escribiendo una suerte de subrepticio guión para muchos de nuestros pasos. A través de los libros, podemos identificarnos con gestos y respuestas que nos sentimos capaces de asumir, modelos en los que podemos reconocernos.

 

Con algunos libros nos identificamos. Y conversamos con esas palabras que llegan hasta nosotros y convertimos en parte de nuestro repertorio de palabras. Como cualquier experiencia de comprensión, la lectura amplía o modifica nuestros horizontes, contribuyendo a conformar un personal mapa del universo, cartografía o diseño ético en el que orientar muchos de nuestros recorridos.

 

El aprendizaje de la lectura llega lentamente, en un largo proceso relacionado con nuestras vivencias y con el desarrollo de un gusto. A medida que el tiempo avanza sobre nosotros, vamos haciéndonos más selectivos con autores y textos. Apenas algunos autores y apenas algunos libros llegan a conformar ese pequeño círculo de lecturas que el tiempo estrechará en torno nuestro. Y nos volvemos más reacios a permitir que otros textos entren a formar parte de ese grupo de títulos imprescindibles. En su libro De lecturas y algo del mundoCONVERTIR ESTE LIBRO «
TÍTULO=»\_ftnref1\»>*, dice Alvaro Mutis “El encuentro con ciertos autores significa siempre una esquina decisiva, un crucero fatal que ha de cambiar la vida y marcarnos para siempre. La importancia que dichos nombres puedan tener para nosotros depende de los secretos hilos que mueven nuestro destino, nuestros terrores y nuestros sueños y que, en un momento determinado, son los mismos que mueven al autor que nos deslumbra”.

 

     Lo que leemos y lo que esperamos leer, lo que nos interesa y lo que no, lo que aprendemos y lo que decidimos ignorar se relacionan. Leer es un leer a nuestro modo, un leer entre líneas, un distinguir más allá o más acá de eso que el libro dice. En toda lectura existen espacios de libertad, superficies en blanco que nuestra imaginación, inteligencia o sensibilidad, se encargarán de completar.

 

     De muchas maneras, los libros nos escogen: se encuentran con nosotros en una especie de aventura señalada por el azar. Leemos, apenas, una ínfima parte de cuanto ha sido escrito. Una ridículamente minúscula fracción de cuanto otros escriben y escribieron llega hasta nosotros. El azar de la lectura es, de muchas maneras, el azar de los fortuitos encuentros.

 

Los libros de un autor, más que parecerse entre sí, se aproximan en sus diferencias para terminar por expresar entonaciones y ritmos semejantes. Quizá la mejor manera de entender eso que otro dice sea leyéndolo. Extraordinaria y genuina comunicación, la lectura es diálogo entre dos seres; una peculiar forma de conocer y compartir. La lectura, a diferencia de la conversación, del intercambio verbal, no se contamina con despropósitos, contradicciones o apabullamientos. Leer es un conversar tal vez más perdurable que cualquier plática. Ese ser que leemos puede hacérsenos, a través de la lectura de sus palabras, extraordinariamente cercano y confidente.

 

Leer entraña siempre la presencia del silencio. En medio de éste, escuchamos y contemplamos razones ajenas. En silencio se nos muestran esas verdades que nuestros ojos escuchan. En silencio aprendemos a escuchar las palabras que miramos y que nos miran.

 

Los autores con los que llegamos a identificarnos, suelen ser descubrimientos que comenzaron por producir en nosotros una reacción de desconcierto. Leemos, releemos y volvemos a releer esas páginas que coinciden con nosotros. Coincidir con un autor es mucho más que preferir un estilo de escritura, significa descubrir en ese autor actitudes y propósitos con los que podemos llegar a asociar la literatura misma.

 

Este es un libro abierto, un libro que podría hacerse interminable. Texto de lecturas cuya conclusión estuvo dictada, sobre todo, por la paciencia. Casi cabalísticamente, decidí redondear en veinte el número de esas lecturas. Algunos de los escritores leídos me han acompañado a lo largo de muchos años. Otros, por el contrario, son descubrimientos muy recientes y mi conocimiento de su obra se limita, apenas, al texto reseñado. Pero, de alguna manera, todos evocan para mí imágenes similares ante el hecho literario. Se relacionan entre sí a través de ciertas opciones: de vida, de escritura. Opciones en correspondencia con mis propias opciones; acercamiento a propósitos existenciales y literarios que, personalmente, comparto. Todas las lecturas fueron, así, guiándose por una especie de proyecto personal: servirme de ellas, de sus expresiones, de sus temas; hacer de éstos una referencia útil, suerte de ejemplaridad necesaria y sustentadora.

 

     Todos los escritores leídos son ensayistas, pensadores; o si no, si, como en el caso de Rilke, Vargas Llosa o Carlos Fuentes, son poetas o novelistas, entonces fueron leídos en función, principalmente, a su palabra argumentativa, memorizadora. Palabra que opina sobre la vida y la escritura, que razona a partir de ellas; vida reflejada en la escritura y escritura reflejada por la vida.

 

Destaco en mis comentarios cierta noción que doy en llamar “escritura del camino”; esto es: palabra en muy directo contacto con la existencia que la alimenta, compañera cercana a experiencias y recuerdos; expresión que, casi confidencialmente, memoriza y argumenta. En su libro Claros del bosque, dice María Zambrano: “El claro del bosque es un centro en el que no siempre es posible entrar; desde la linde se le mira … no hay que ir a buscarlos, ni tampoco a buscar nada de ellos. Nada determinado, prefigurado, consabido”. La escritura del camino podría entenderse como una recreación de esos “claros” que vamos descubriendo a medida que avanzamos por nuestros recorridos; también una manera de identificarlos o justificarlos.

 

El desvanecimiento de un ser que vive contrasta con la articulación de ese mismo ser que escribe. La  experiencia del hombre, vaga, contradictoria, puede reflejarse en la plena coherencia de la página escrita. La vida casi nunca es predecible, la escritura sí lo es. La vida no es siempre coherente, la escritura suele serlo, o debería serlo. La vida no da segundas oportunidades. ¿La escritura lo hace? La vida tiene, a veces, el propósito que nosotros le damos; algo que siempre sucede con la escritura, que depende por entero de nuestras decisiones. La escritura no escapa a nuestras manos. La vida suele hacerlo. Tratamos, tal vez, de vivir de la misma manera en que escribimos: trazando conscientemente ciertos signos en los que creemos encarnar o en los que nos gustaría ser reconocidos.


CONVERTIR ESTE LIBRO «
TÍTULO=»\_ftn1\»>* Bogotá, Planeta colombiana, 1999

 

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LAS MIL Y UNA NOCHES

Un acontecimiento capital de la historia de las naciones occidentales es el descubrimiento del Oriente. Sería más exacto hablar de una conciencia del Oriente, continua, comparable a la presencia de Persia en la historia griega. Además de esa conciencia del Oriente -algo vasto, inmóvil, magnífico, incomprensible- hay altos momentos y voy a enumerar algunos. Lo que me parece conveniente, si queremos entrar en este tema que yo quiero tanto, que he querido desde la infancia, el tema del Libro de las mil y una noches, o, como se llamó en la versión inglesa -la primera que leí- The Arabian Nights: Noches árabes. No sin misterio también, aunque el título es menos bello que el de Libro de las mil y una noches.

Voy a enumerar algunos hechos: los nueve libros de Herodoto y en ellos la revelación de Egipto, el lejano Egipto. Digo «el lejano» porque el espacio se mide por el tiempo y las navegaciones eran azarosas. Para los griegos, el mundo egipcio era mayor, y lo sentían misterioso.

Examinaremos después las palabras Oriente y Occidente, que no podemos definir y que son verdaderas. Pasa con ellas lo que decía San Agustín que pasa con el tiempo. «¿Qué es el tiempo? Si no me lo preguntan, lo sé; si me lo preguntan, lo ignoro». ¿Qué son el Oriente y el Occidente? Si me lo preguntan, lo ignoro. Busquemos una aproximación. Veamos los encuentros, las guerras y las campañas de Alejandro. Alejandro, que conquista la Persia, que conquista la India y que muere finalmente en Babilonia, según se sabe. Fue éste el primer vasto encuentro con el Oriente, un encuentro que afectó tanto a Alejandro, que dejó de ser griego y se hizo parcialmente persa. Los persas, ahora lo han incorporado a su historia. A Alejandro, que dormía con la

Ilíada y con la espada debajo de la almohada. Volveremos a él más adelante, pero ya que mencionamos el nombre de Alejandro, quiero referirles una leyenda que, bien lo sé, será de interés para ustedes.

Alejandro no muere en Babilonia a los treinta y tres años. Se aparta de un ejército y vaga por desiertos y selvas y luego ve una claridad. Esa claridad es la de una fogata.

La rodean guerreros de tez amarilla y ojos oblicuos. No lo conocen, lo acogen. Como esencialmente es un soldado, participa de batallas en una geografía del todo ignorada por él. Es un soldado: no le importan las causas y está listo a morir. Pasan los años, él se ha olvidado de tantas cosas y llega un día en que se paga a la tropa y entre las monedas hay una que lo inquieta. La tiene en la palma de la mano y dice: «Eres un hombre viejo; esta es la medalla que hice acuñar para la victoria de Arbela cuando yo era Alejandro de Macedonia.» Recobra en ese momento su pasado y vuelve a ser un mercenario tártaro o chino o lo que fuere.

Esta memorable invención pertenece al poeta inglés Robert Graves. A Alejandro le había sido predicho el dominio del Oriente y el Occidente. En los países del Islam se lo celebra aún bajo el nombre de Alejandro Bicorne, porque dispone de los dos cuernos del Oriente y del Occidente.

Veamos otro ejemplo de ese largo diálogo entre el Oriente y el Occidente, ese diálogo no pocas veces trágico. Pensamos en el joven Virgilio que está palpando una seda estampada, de un país remoto. El país de los chinos, del cual él sólo sabe que es lejano y pacífico, muy numeroso, que abarca los últimos confines del Oriente. Virgilio recordará esa seda en las Geórgicas, esa seda inconsútil, con imágenes de templos, emperadores, ríos, puentes, lagos distintos de los que conocía.

Otra revelación del Oriente es la de aquel libro admirable, la Historia natural de Plinio. Ahí se habla de los chinos y se menciona a Bactriana, Persia, se habla de la India, del rey Poro. Hay un verso de Juvenal, que yo habré leído hará más de cuarenta años y que, de pronto, me viene a la memoria. Para hablar de un lugar lejano, Juvenal dice: «Ultra Aurora et Ganges», «más allá de la aurora y del Ganges». En esas cuatro palabras está el Oriente para nosotros. Quién sabe si Juvenal lo sintió como lo sentimos nosotros. Creo que sí. Siempre el Oriente habrá ejercido fascinación sobre los hombres del Occidente. Prosigamos con la historia y llegaremos a un curioso regalo. Posiblemente no ocurrió nunca. Se trata también de una leyenda. Harun al-Raschid, Aarón el Ortodoxo, envía a su colega Carlomagno un elefante. Acaso era imposible enviar un elefante desde Bagdad hasta Francia, pero eso no importa. Nada nos cuesta creer en ese elefante. Ese elefante es un monstruo. Recordemos que la palabra monstruo no significa algo horrible. Lope de Vega fue llamado «Monstruo de la Naturaleza» por Cervantes. Ese elefante tiene que haber sido algo muy extraño para los francos y para el rey germánico Carlomagno. (Es triste pensar que Carlomagno no pudo haber leído la

Chanson de Roland, ya que hablaría algún dialecto germánico.)

Le envían un elefante y esa palabra, «elefante», nos recuerda que Roland hace sonar el «olifán», la trompeta de marfil que se llamó así, precisamente, porque procede del colmillo del elefante. Y ya que estamos hablando de etimologías, recordemos que la palabra española «alfil» significa «el elefante» en árabe y tiene el mismo origen que «marfil». En piezas de ajedrez orientales yo he visto un elefante con un castillo y un hombrecito. Esa pieza no era la torre, como podría pensarse por el castillo, sino el alfil, el elefante.

En las Cruzadas los guerreros vuelven y traen memorias: traen memorias de leones, por ejemplo. Tenemos el famoso cruzado Richard the Lion-Hearted, Ricardo Corazón de León. El león que ingresa en la heráldica es un animal del Oriente. Esta lista no puede ser infinita, pero recordemos a Marco Polo, cuyo libro es una revelación del Oriente (durante mucho tiempo fue la mayor revelación), aquel libro que dictó a un compañero de cárcel, después de una batalla en que los venecianos fueron vencidos por los genoveses. Ahí está la historia del Oriente y ahí precisamente se habla de Kublai Khan, que reaparecerá en cierto poema de Coleridge.

En el siglo quince se recogen en Alejandría, la ciudad de Alejandro Bicorne, una serie de fábulas. Esas fábulas tienen una historia extraña, según se supone. Fueron habladas al principio en la India, luego en Persia, luego en el

 

Asia Menor y, finalmente, ya escritas en árabe, se compilan en El Cairo. Es el Libro de las mil y una noches.

Quiero detenerme en el título. Es uno de los más hermosos del mundo, tan hermoso, creo, como aquel otro que cité la otra vez, y tan distinto: Un experimento con el tiempo. En éste hay otra belleza. Creo que reside en el hecho de que para nosotros la palabra «mil» sea casi sinónima de «infinito». Decir mil noches es decir infinitas noches, las muchas noches, las innumerables noches. Decir «mil y una noches» es agregar una al infinito. Recordemos una curiosa expresión inglesa. A veces, en vez de decir «para siempre»,

for ever, se dice for ever and a day, «para siempre y un día». Se agrega un día a la palabra «siempre». Lo cual recuerda el epigrama de Heine a una mujer: «Te amaré eternamente y aún después». La idea de infinito es consustancial con Las mil y una noches.

En 1704 se publica la primera versión europea, el primero de los seis volúmenes del orientalista francés Antoine Galland. Con el movimiento romántico, el Oriente entra plenamente en la conciencia de Europa. Básteme mencionar dos nombres, dos altos nombres. El de Byron, más alto por su imagen que por su obra, y el de Hugo, alto de todos modos. Vienen otras versiones y ocurre luego otra revelación del Oriente: es la operada hacia mil ochocientos noventa y tantos por Kipling: «Si has oído el llamado del Oriente, ya no oirás otra cosa».

Volvamos al momento en que se traducen por primera vez Las mil y una noches. Es un acontecimiento capital para todas las literaturas de Europa. Estamos en 1704, en Francia. Esa Francia es la del Gran Siglo, es la Francia en que la literatura está legislada por Boileau, quien muere en 1711 y no sospecha que toda su retórica ya está siendo amenazada por esa espléndida invasión oriental.

Pensemos en la retórica de Boileau, hecha de precauciones, de prohibiciones, pensemos en el culto de la razón, pensemos en aquella hermosa frase de Fenelon: «De las operaciones del espíritu, la menos frecuente es la razón.» Pues bien, Boileau quiere fundar la poesía en la razón.

Estamos conversando en un ilustre dialecto del latín que se llama lengua castellana y ello es también un episodio de esa nostalgia, de ese comercio amoroso y a veces belicoso del Oriente y del Occidente, ya que América fue descubierta por el deseo de llegar a las Indias. Llamamos indios a la gente de Moctezuma, de Atahualpa, de Catriel, precisamente por ese error, porque los españoles creyeron haber llegado a las Indias. Esta mínima conferencia mía también es parte de ese diálogo del Oriente y del Occidente. En cuanto a la palabra Occidente, sabemos el origen que tiene, pero ello no importa. Cabría decir que la cultura occidental es impura en el sentido de que sólo es a medias occidental. Hay dos naciones esenciales para nuestra cultura. Esas dos naciones son Grecia (ya que Roma es una extensión helenística) e Israel, un país oriental. Ambas se juntan en la que llamamos cultura occidental. Al hablar de las revelaciones del Oriente, debía haber recordado esa revelación continua que es la Sagrada Escritura. El hecho es recíproco, ya que el Occidente influye en el Oriente. Hay un libro de un escritor francés que se titula

El descubrimiento de Europa por los chinos y es un hecho real, que tiene que haber ocurrido también. El Oriente es el lugar en que sale el sol. Hay una hermosa palabra alemana que quiero recordar: Morgenland -para el Oriente-, «tierra de la mañana». Para el Occidente, Abendland, «tierra de la tarde». Ustedes recordarán Der Untergang des Abendlandes de Spengler, es decir, «la ida hacia abajo de la tierra de la tarde», o, como se traduce de un modo más prosaico, La decadencia de Occidente. Creo que no debemos renunciar a la palabra Oriente, una palabra tan hermosa, ya

 

que en ella está, por una feliz casualidad, el oro. En la palabra Oriente sentimos la palabra oro, ya que cuando amanece se ve el cielo de oro. Vuelvo a recordar el verso ilustre de Dante, «Dolce color d\’oriental zaffiro». Es que la palabra oriental tiene los dos sentidos: el zafiro oriental, el que procede del Oriente, y es también el oro de la mañana, el oro de aquella primera mañana en el Purgatorio.

¿Qué es el Oriente? Si lo definimos de un modo geográfico nos encontramos con algo bastante curioso, y es que parte del Oriente sería el Occidente o lo que para los griegos y romanos fue el Occidente, ya que se entiende que el Norte de Africa es el Oriente. Desde luego, Egipto es el Oriente también, y las tierras de Israel, el Asia Menor y Bactriana, Persia, la India, todos esos países que se extienden más allá y que tienen poco en común entre ellos. Así, por ejemplo, Tartaria, la China, el Japón, todo eso es el Oriente para nosotros. Al decir Oriente creo que todos pensamos, en principio, en el Oriente islámico, por extensión en el Oriente del norte de la India.

Tal es el primer sentido que tiene para nosotros y ello es obra de Las mil y una noches. Hay algo que sentimos como el Oriente, que yo no he sentido en Israel y que he sentido en Granada y en Córdoba. He sentido la presencia del Oriente, y eso no sé si puede definirse; pero no sé si vale la pena definir algo que todos sentimos íntimamente. Las connotaciones de esa palabra se las debemos al Libro de las mil y una noches. Es lo que primero pensamos; sólo después podemos pensar en Marco Polo o en las leyendas del Preste Juan, en aquellos ríos de arena con peces de oro. En primer término pensamos en el Islam. Veamos la historia de ese libro; luego, las traducciones. El origen del libro está oculto. Podríamos pensar en las catedrales malamente llamadas góticas, que son obras de generaciones de hombres. Pero hay una diferencia esencial y es que los artesanos, los artífices de las catedrales, sabían bien lo que hacían. En cambio,

Las mil y una noches surgen de modo misterioso. Son obra de miles de autores y ninguno pensó que estaba edificando un libro ilustre, uno de los libros más ilustres de todas las literaturas, más apreciados en el Occidente que en el Oriente, según me dicen.

Ahora, una noticia curiosa que transcribe el barón de Hammer Purgstall, un orientalista citado con admiración por Lane y por Burton, los dos traductores ingleses más famosos de Las mil y una noches. Habla de ciertos hombres que él llama confabulatores nocturni: hombres de la noche que refieren cuentos, hombres cuya profesión es contar cuentos durante la noche. Cita un antiguo texto persa que informa que el primero que oyó recitar cuentos, que reunió hombres de la noche para contar cuentos que distrajeran su insomnio fue Alejandro de Macedonia. Esos cuentos tienen que haber sido fábulas. Sospecho que el encanto de las fábulas no está en la moraleja. Lo que encantó a Esopo o a los fabulistas hindúes fue imaginar animales que fueran como hombrecitos, con sus comedias y sus tragedias. La idea del propósito moral fue agregada al fin: lo importante era el hecho de que el lobo hablara con el cordero y el buey con el asno o el león con un ruiseñor. Tenemos a Alejandro de Macedonia oyendo cuentos contados por esos anónimos hombres de la noche cuya profesión es referir cuentos, y esto perduró durante mucho tiempo. Lane, en su libro

Account of the Manners and Costums of the modern Egyptians, Modales y costumbres de los actuales egipcios, cuenta que hacia 1850 eran muy comunes los narradores de cuentos en El Cairo. Que había unos cincuenta y que con frecuencia narraban las historias de Las mil y una noches.

Tenemos una serie de cuentos; la serie de la India, donde se forma el núcleo central, según Burton y según Cansinos-Asséns, autor de una admirable versión

 

española, pasa a Persia; en Persia los modifican, los enriquecen y los arabizan; llegan finalmente a Egipto. Esto ocurre a fines del siglo quince. A fines del siglo quince se hace la primera compilación y esa compilación procedía de otra, persa según parece: Hazar afsana, Los mil cuentos.

¿Por qué primero mil y después mil y una? Creo que hay dos razones. Una, supersticiosa (la superstición es importante en este caso), según la cual las cifras pares son de mal agüero. Entonces se buscó una cifra impar y felizmente se agregó «y una». Si hubieran puesto novecientas noventa y nueve noches, sentiríamos que falta una noche; en cambio, así, sentimos que nos dan algo infinito y que nos agregan todavía una yapa, una noche. El texto es leído por el orientalista francés Galland, quien lo traduce. Veamos en qué consiste y de qué modo está el Oriente en ese texto. Está, ante todo, porque al leerlo nos sentimos en un país lejano.

Es sabido que la cronología, que la historia existen; pero son ante todo averiguaciones occidentales. No hay historias de la literatura persa o historias de la filosofía indostánica; tampoco hay historias chinas de la literatura china, porque a la gente no le interesa la sucesión de los hechos. Se piensa que la literatura y la poesía son procesos eternos. Creo que, en lo esencial, tienen razón. Creo, por ejemplo, que el título Libro de las mil y una noches (o, como quiere Burton, Book of the Thousand Nights and a Night, Libro de las mil noches y una noche), sería un hermoso título si lo hubieran inventado esta mañana. Si lo hiciéramos ahora pensaríamos qué lindo título; y es lindo pues no sólo es hermoso (como hermoso es Los crepúsculos del jardín, de Lugones) sino porque da ganas de leer el libro.

Uno tiene ganas de perderse en Las mil y una noches; uno sabe que entrando en ese libro puede olvidarse de su pobre destino humano; uno puede entrar en un mundo, y ese mundo está hecho de unas cuantas figuras arquetípicas y también de individuos. En el título de

Las mil y una noches hay algo muy importante: la sugestión de un libro infinito. Virtualmente lo es. Los árabes dicen que nadie puede leer Las mil y una noches hasta el fin. No por razones de tedio: se siente que el libro es infinito. Tengo en casa los diecisiete volúmenes de la versión de Burton. Sé que nunca los habré leído todos pero sé que ahí están las noches esperándome; que mi vida puede ser desdichada pero ahí estarán los diecisiete volúmenes; ahí estará esa especie de eternidad de Las mil y una noches del Oriente.

¿Y cómo definir al Oriente, no el Oriente real, que no existe? Yo diría que las nociones de Oriente y Occidente son generalizaciones pero que ningún individuo se siente oriental. Supongo que un hombre se siente persa, se siente hindú, se siente malayo, pero no oriental. Del mismo modo, nadie se siente latinoamericano: nos sentimos argentinos, chilenos, orientales (uruguayos). No importa, el concepto no existe. ¿Cuál es su base? Es ante todo la de un mundo de extremos en el cual las personas son o muy desdichadas o muy felices, muy ricas o muy pobres. Un mundo de reyes, de reyes que no tienen por qué explicar lo que hacen. De reyes que son, digamos, irresponsables como dioses.

Hay, además, la noción de tesoros escondidos. Cualquier hombre puede descubrirlos. Y la noción de la magia, muy importante. ¿Qué es la magia? La magia es una causalidad distinta. Es suponer que, además de las relaciones causales que conocemos, hay otra relación causal. Esa relación puede deberse a accidentes, a un anillo, a una lámpara. Frotamos un anillo, una lámpara, y aparece el genio. Ese genio es un esclavo que también es omnipotente, que juntará nuestra voluntad. Puede ocurrir en cualquier momento.

Recordemos la historia del pescador y del genio. El pescador tiene cuatro hijos, es pobre. Todas las mañanas echa su red al borde de un mar. Ya la

 

expresión un mar es una expresión mágica, que nos sitúa en un mundo de geografía indefinida. El pescador no se acerca al mar, se acerca a un mar y arroja su red. Una mañana la arroja y la saca tres veces: saca un asno muerto, saca cacharros rotos, saca en fin, cosas inútiles. La arroja por cuarta vez (cada vez recita un poema) y la red está muy pesada. Espera que esté llena de peces y lo que saca es una jarra de cobre amarillo, sellado con el sello de Solimán (Salomón). Abre la jarra y sale un humo espeso. Piensa que podrá vender la jarra a los quincalleros, pero el humo llega hasta el cielo, se condensa y toma la figura de un genio.

¿Qué son esos genios? Pertenecen a una creación preadamita, anterior a Adán, inferior a los hombres, pero pueden ser gigantescos. Según los musulmanes, habitan todo el espacio y son invisibles e impalpables.

El genio dice: «Alabado sea Dios y Salomón su Apóstol.» El pescador le pregunta por qué habla de Salomón, que murió hace tanto tiempo: ahora su apóstol es Mahoma. Le pregunta, también, por qué estaba encerrado en la jarra. El otro le dice que fue uno de los genios que se rebelaron contra Solimán y que Solimán lo encerró en la jarra, la selló y la tiró al fondo del mar. Pasaron cuatrocientos años y el genio juró que a quien lo liberase le daría todo el oro del mundo, pero nada ocurrió. Juró que a quien lo liberase le enseñaría el canto de los pájaros. Pasan los siglos y las promesas se multiplican. Al fin llega un momento en el que jura que dará muerte a quien lo libere. «Ahora tengo que cumplir mi juramento. Prepárate a morir, ¡oh mi salvador!» Ese rasgo de ira hace extrañamente humano al genio y quizá querible.

El pescador está aterrado; finge descreer de la historia y dice: «Lo que me has contado no es cierto. ¿Cómo tú, cuya cabeza toca el cielo y cuyos pies tocan la tierra, puedes haber cabido en este pequeño recipiente?» El genio contesta: «Hombre de poca fe, vas a ver». Se reduce, entra en la jarra y el pescador la cierra y lo amenaza.

La historia sigue y llega un momento en que el protagonista no es un pescador sino un rey, luego el rey de la Islas Negras y al fin todo se junta. El hecho es típico de Las mil y una noches. Podemos pensar en aquellas esferas chinas donde hay otras esferas o en las muñecas rusas. Algo parecido encontramos en el Quijote, pero no llevado al extremo de Las mil y una noches. Además todo esto está dentro de un vasto relato central que ustedes conocen: el del sultán que ha sido engañado por su mujer y que para evitar que el engaño se repita resuelve desposarse cada noche y hacer matar a la mujer a la mañana siguiente. Hasta que Shahrazada resuelve salvar a las otras y lo va reteniendo con cuentos que quedan inconclusos. Sobre los dos pasan mil y una noches y ella le muestra un hijo.

Con cuentos que están dentro de cuentos se produce un efecto curioso, casi infinito, con una suerte de vértigo. Esto ha sido imitado por escritores muy posteriores. Así, los libros de Alicia de Lewis Carroll, o la novela Sylvie and Bruno, donde hay sueños adentro de sueños que se ramifican y multiplican. El tema de los sueños es uno de los preferidos de

Las mil y una noches. Admirable es la historia de los dos que soñaron. Un habitante de El Cairo sueña que una voz le ordena en sueños que vaya a la ciudad de Isfaján, en Persia, donde lo aguarda un tesoro. Afronta el largo y peligroso viaje y en Isfaján, agotado, se tiende en el patio de una mezquita a descansar. Sin saberlo, está entre ladrones. Los arrestan a todos y el cadí le pregunta por qué ha llegado hasta la ciudad. El egipcio se lo cuenta. El cadí se ríe hasta mostrar las muelas y le dice: «Hombre desatinado y crédulo, tres veces he soñado con una casa en El Cairo en cuyo fondo hay un jardín y en el jardín un reloj de sol y luego una fuente y una higuera y bajo la fuente está un tesoro. Jamás he dado el menor crédito a esa mentira. Que no te vuelva a ver por Isfaján. Toma esta

 

moneda y vete.» El otro se vuelve a El Cairo: ha reconocido en el sueño del cadí su propia casa. Cava bajo la fuente y encuentra el tesoro.

En Las mil y una noches hay ecos del Occidente. Nos encontramos con las aventuras de Ulises, salvo que Ulises se llama Simbad el Marino. Las aventuras son a veces las mismas (ahí está Polifemo). Para erigir el palacio de Las mil y una noches se han necesitado generaciones de hombres y esos hombres son nuestros bienhechores, ya que nos han legado ese libro inagotable, ese libro capaz de tantas metamorfosis. Digo tantas metamorfosis porque el primer texto, el de Galland, es bastante sencillo y es quizá el de mayor encanto de todos, el que no exige ningún esfuerzo del lector; sin ese primer texto, como muy bien dice el capitán Burton, no se hubieran cumplido las versiones ulteriores. Galland, pues, publica el primer volumen en 1704. Se produce una suerte de escándalo, pero al mismo tiempo de encanto para la razonable Francia de Luis XIV. Cuando se habla del movimiento romántico se piensa en fechas muy posteriores. Podríamos decir que el movimiento romántico empieza en aquel instante en que alguien, en Normandía o en París, lee Las mil y una noches. Está saliendo del mundo legislado por Boileau, está entrando en el mundo de la libertad romántica.

Vendrán luego otros hechos. El descubrimiento francés de la novela picaresca por Lessage; las baladas escocesas e inglesas publicadas por Percy hacia 1750. Y, hacia 1798, el movimiento romántico empieza en Inglaterra con Coleridge, que sueña con Kublai Khan, el protector de Marco Polo. Vemos así lo admirable que es el mundo y lo entreveradas que están las cosas.

Vienen las otras traducciones. La de Lane está acompañada por una enciclopedia de las costumbres de los musulmanes. La traducción antropológica y obscena de Burton está redactada en un curioso inglés parcialmente del siglo catorce, un inglés lleno de arcaísmos y neologismos, un inglés no desposeído de belleza pero que a veces es de difícil lectura. Luego la versión licenciosa, en ambos sentidos de la palabra, del doctor Mardrus, y una versión alemana literal pero sin ningún encanto literario, de Littmann. Ahora, felizmente, tenemos la versión castellana de quien fue mi maestro, Rafael Cansinos-Asséns. El libro ha sido publicado en México; es, quizá, la mejor de todas las versiones; también está acompañada de notas.

Hay un cuento que es el más famoso de Las mil y una noches y que no se lo halla en las versiones originales. Es la historia de Aladino y la lámpara maravillosa. Aparece en la versión de Galland y Burton buscó en vano el texto árabe o persa. Hubo quien sospechó que Galland había falsificado la narración. Creo que la palabra «falsificar» es injusta y maligna. Galland tenía tanto derecho a inventar un cuento como lo tenían aquellos confabulatores nocturni. ¿Por qué no suponer que después de haber traducido tantos cuentos, quiso inventar uno y lo hizo? La historia no queda detenida en el cuento de Galland. En su autobiografía De Quincey dice que para él había en Las mil y una noches un cuento superior a los demás y que ese cuento, incomparablemente superior, era la historia de Aladino. Habla del mago del Magreb que llega a la China porque sabe que ahí está la única persona capaz de exhumar la lámpara maravillosa. Galland nos dice que el mago era un astrólogo y que los astros le revelaron que tenía que ir a China en busca del muchacho. De Quincey, que tiene una admirable memoria inventiva, recordaba un hecho del todo distinto. Según él, el mago había aplicado el oído a la tierra y había oído las innumerables pisadas de los hombres. Y había distinguido, entre esas pisadas, las del chico predestinado a exhumar la lámpara. Esto, dice De Quincey que lo llevó a la idea de que el mundo está hecho de correspondencias, está lleno de espejos mágicos y que en las cosas pequeñas está la cifra de las mayores. El hecho de que el mago mogrebí aplicara

 

el oído a la tierra y descifrara los pasos de Aladino no se halla en ninguno de los textos. Es una invención que los sueños o la memoria dieron a De Quincey. Las mil y una noches no han muerto. El infinito tiempo de Las mil y una noches prosigue su camino. A principios del siglo dieciocho se traduce el libro; a principios del diecinueve o fines del dieciocho De Quincey lo recuerda de otro modo. Las noches tendrán otros traductores y cada traductor dará una versión distinta del libro. Casi podríamos hablar de muchos libros titulados Las mil y una noches. Dos en francés, redactados por Galland y Mardrus; tres en inglés, redactados por Burton, Lane y Paine; tres en alemán, redactados por Henning, Littmann y Weil; uno en castellano, de Cansinos-Asséns. Cada uno de esos libros es distinto, porque Las mil y una noches siguen creciendo, o recreándose. En el admirable Stevenson y en sus admirables Nuevas mil y una noches (New Arabian Nights) se retoma el tema del príncipe disfrazado que recorre la ciudad, acompañado de su visir, y a quien le ocurren curiosas aventuras. Pero Stevenson inventó un príncipe, Florizel de Bohemia, su edecán, el coronel Geraldine, y los hizo recorrer Londres. Pero no el Londres real sino un Londres parecido a Bagdad; no al Bagdad de la realidad, sino al Bagdad de Las mil y una noches.

Hay otro autor cuya obra debemos agradecer todos: Chesterton, heredero de Stevenson. El Londres fantástico en el que ocurren las aventuras del padre Brown y del Hombre que fue Jueves no existiría si él no hubiese leído a Stevenson. Y Stevenson no hubiera escrito sus Nuevas mil y una noches si no hubiese leído Las mil y una noches. Las mil y una noches no son algo que ha muerto. Es un libro tan vasto que no es necesario haberlo leído, ya que es parte previa de nuestra memoria y es parte de esta noche también.

Juan Sin Letras. Una cruzada literaria.

Juan Sin Letras. Una cruzada literaria.

Viaje a la historia de la publicidad gráfica. Arte y nostalgia

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LAS ARENAS DE MARTE (ARTHUR. CHARLES CLARKE)

Martin Gibson es un conocido escritor de novelas de ciencia ficción en la Tierra, que se embarca hacia Marte en el Ares. Esta nave va a ser la primera de toda una línea de pasajeros y carga regular y de gran capacidad que acercará más la Tierra y su vecino rojo. La presencia de Gibson en la nave como único pasajero se explica para que escriba artículos sobre la misma y el viaje interplanetario, de cara a dar buena imagen del mismo entre la gente. A bordo del Ares, le acompaña la tripulación, formada por el capitán Norden, el oficial Hilton, el doctor Scott, y el físico Mackay, además de Jimmy Spencer, aprendiz y estudiante, el más joven de la nave. Tras tres meses de viaje, en los que todos llegan a conocer bien a Martin, llegan a Marte, encontrando como primer contratiempo el hecho de no poder detenerse en Fobos como de costumbre, sino en Deimos.

Una vez en la superficie, Gibson se pone en contacto con el Jefe Principal de Marte, Hadfield, que le da carta blanca para investigar por toda la ciudad de Puerto Lowell, la mayor de Marte. Hay que decir que a estas alturas, la presencia humana en el planeta rojo es muy reducida, con sólo un par de ciudades importantes bajo cúpulas, Puerto Lowell y Puerto Schiaparelli, y que la atmósfera, por ser tan tenue, no es respirable sin la apropiada máscara. Se ha descubierto abundante vida vegetal en Marte, pero ningún animal, como se esperaba por la baja presión.

Es preciso saber que por una sorprendente casualidad, Jimmy es hijo de Gibson, de una aventura que tuvo en su breve tiempo de universitario, cuando era joven. Para compensar de alguna forma al chico por su ausencia durante años, y sin que llegue a enterarse de su identidad real, empieza a ayudarle en todo lo que puede, especialmente cuando el joven y la hija de Hadfield, Irene, se enamoran.

Gibson propone una pequeña excursión por los alrededores de la ciudad, lo cual les lleva inesperadamente a un complejo de investigación sobre plantas que no se les permite visitar. Procura no darle mayor importancia al hecho, y lo olvida.

Cuando algún tiempo después marchan en un vuelo hacia Puerto Schiaparelli, sufren un accidente, y se ven forzados a aterrizar en una de las muchas zonas que el hombre aún no ha pisado. Explorándola, encuentran un bosquecillo con unas curiosas plantas que contienen gas, surcado de senderos. Sin embargo, tardan algo en darse cuenta de que los senderos, no se hacen solos. Tras revisar el lugar con cuidado, encuentran un pequeño grupo de animales marcianos, que se dedican a comer de esas plantas llenas de oxígeno que éstas extraen del suelo. Aunque no parecen prestarles mucha atención a los humanos, uno de ellos se encariña con Gibson, y se acaba yendo con ellos. Recibe el nombre de Scuic, y supone toda una revolución en las teorías sobre la vida marciana.

A su regreso a Lowell, Gibson empieza a oír rumores sobre el misterioso Proyecto Aurora, del que nadie desea hablar. Mientras investiga, se encarga también de hablar con Hadfield sobre el romance de Jimmy e Irene, para obtener el visto bueno del que técnicamente sería pariente suyo si se realiza el compromiso. Cuando Hadfield empieza a confiar en Gibson, y deja de verlo como un estorbo, decide tenerlo más al tanto de lo que ocurre, y le muestra el interior de la mencionada estación de investigación: por lo visto, las plantas de las que Scuic se alimenta ya habían sido descubiertas y cultivadas para encontrar una variedad que pudiera ser útil a efectos de terraformación (palabra que no se usa explícitamente en la novela) Sin embargo, no le habla del Proyecto Aurora.

Sólo cuando faltan unas pocas horas para que dichos planes se lleven a cabo, Gibson consigue atar todos los cabos: para que las plantas productoras de oxígeno funcionen, se precisa mucha luz, que el apartado Marte apenas recibe en cantiad suficiente del Sol. Por tanto, y mediente ingeneiría nuclear (basándose en unas hipotéticas reacciones de mesones) se convierte a Fobos en una nueva luminaria para Marte, que pasa a recibir suficiente luz y calor como para que las plantas se desarrollen tanto como se precisa. Naturalmente, el secreto en torno a esto se mantenía porque era algo que la Tierra no había aprobado.

Gibson llegó a Marte como un observador temporal que iba a dar su opinión sobre el lugar para atrae a más gente allí. Sin embargo, acaba sintiéndose parte de la comunidad, por lo que al final de la obra ha decidido quedarse allí a vivir durante más tiempo del pensado, y trabajar por la prosperidad de la colonia.

Jimmy e Irene formalizan su compromiso, y marchan a la Tierra para que ella pueda ver todo lo que haber vivido en Marte no le ha permitido conocer. Los demás tripulantes del Ares regresan a su puesto, y el futuro de Marte se presenta alentador: se calcula que en 50 años, la atmósfera sería respirable gracias a las plantas y Fobos.

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