LA TARDE DEL DINOSAURIO, de Cristina Peri Rossi

LA TARDE DEL DINOSAURIO, de Cristina Peri Rossi

Tropo Editores

Colección 2º Asalto

Fecha de publicación: 2008

166 páginas

ISBN 978-84-96911-02-4

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La tarde del dinosaurio se publicó por primera vez en 1976. Su autora, Cristina Peri Rossi, se había exiliado de Uruguay en 1972 para recalar en España, país de donde tendría que exiliarse nuevamente y adonde no regresó hasta la muerte del dictador. Esa huida continua, la carencia de esa falsa seguridad que el anclaje a un espacio reconocible nos proporciona y de las convicciones simples y básicas que asienta en nosotros, es algo que inevitablemente acabaría por transferirse a sus obras y una característica que, dicho sea para empezar, también se observa en este libro. La tarde del dinosaurio es al mismo tiempo una obra laberíntica, de conexiones sutiles pero sólidas, que personalmente no dudaría en destacar como uno de los mejores libros que he leído en los últimos años.

Estamos, pues, ante un libro turbador, vibrante, lleno de emociones sencillas y terribles presagios, que aparece ante nosotros como el dinosaurio que surge del mar en el relato que da título al libro:

«La tarde era gris, algunas lentas y pesadas nubes lilas se deslizaban por el cielo como antiguas matronas, dignas y de mármol; el mar, calmo, compacto, casi sólido, anunciaba vagos torbellinos interiores; era la clase de tardes que el dinosaurio elegía para salir de las aguas y aparecer sobre la playa.» (pág 156)

Hay en este libro, como ya he dicho, continuos zarpazos producto del desarraigo, del terrible desapego del exilio. Los personajes son extraños incluso para sí mismos, algunos por motivos políticos («La influencia de Edgar A. Poe en la poesía de Raimundo Arias», «La tarde del dinosaurio»), otros por simple imposibilidad, por abandono («Gambito de reina», «Simulacro»). La derrota aparece entreverada en muchas de las historias, pero es una derrota que no nace del fracaso, del error o de la equivocación, sino de la pura asunción de la vida o, dicho de otro modo, de la dignidad. Así, el padre número uno del relato que da titulo al libro será para siempre el referente válido –si no único– del niño protagonista, el mismo niño que sueña con un terrible dinosaurio que, casi como en un juego, rompe por sorpresa la tranquilidad de una playa y devora a los bañistas. Hay también amores, claro está, pero sobre todo amores que fluyen, sinceros, y por tanto de difícil acomodo e imposible catalogación, amores arriesgados y condenados («Simulacro»), amores incestuosos también pero –y tal vez precisamente por eso– doblemente mágicos, como el que recorre el primer relato, «De hermano a hermana».

Otro elemento que se repite en el libro son los sueños, no sólo en «La tarde del dinosaurio» con ese terrible sueño que acerca al protagonista, todavía niño y, por tanto, aún equilibrado, a la distorsión moral de la madurez; «La historia del Príncipe Igor» se presenta también como un largo y enrevesado sueño lleno de espejos, bailarinas que dejan tras de sí rastros de polvo y otros sueños dentro de más sueños que se entrecruzan en un extraño e incomprensible juego de múltiples dimensiones.

Pero quizá, por encima de todo, como elemento cardinal del libro yo situaría a los niños, contrapunto vital al vacío y al sinsentido de la vida adulta. Como sucede, por ejemplo, en el magnífico relato «En la playa» (la playa también como espacio calmo y sosegado, una quietud que en realidad oculta la monstruosidad que anida entre las aguas) donde un bien situado matrimonio de clase media se enfrenta a la aparente incongruencia de una niña que aparece de repente ante ellos y los somete con su engañosa inocencia a un terrible tour de force del que no hay escapatoria posible; o los hermanos que juegan con las palabras en «La tarde del dinosaurio», siempre mucho más ecuánimes que, por ejemplo, el padre número dos, embelesado por una máquina perfecta que puede hacerlo casi todo menos redactar un trabajo escolar sobre el futuro y a la que el niño protagonista bautizará a solicitud de su progenitor con el apropiado nombre de Obediencia (un relato que, dicho sea de paso, cobraría nuevo impulso en los tiempos actuales, donde la fascinación por la máquina y las nuevas tecnologías parece sumirnos de nuevo en parecida inmadurez emocional); o la hija en «La influencia de Edgar A. Poe en la poesía de Raimundo Arias», quien nada más comenzar el relato no duda en castigar a su padre por llegar treinta y cinco minutos y dos segundos tarde y que incluso se verá obligada a asumir la manutención de los dos.

A este respecto, se señala en uno de los párrafos de este último relato:

«Ésta era otra raza, provista de una singular resistencia, y en la matriz original, habían asimilado las enseñanzas íntimas, oscurísimas derrotas; en el útero materno habían aprendido la tristeza, el fracaso, la desolación, y cuando vieron la luz del mundo, supieron cómo vivir a pesar de todo ello. Concebidos en noches amargas, en noches de pena, persecución, incertidumbre, miseria y terror, concebidos en casas que eran como calabo-zos o en calabozos que eran tumbas, en camas que eran ataúdes, los sobrevivientes de esas noches de torturas y de dolor, nacían con el signo de la resistencia y de la forta-leza» («La influencia de Edgar A. Poe en la poesía de Raim

No es fácil destacar un cuento en detrimento de otro. La maestría de Cristina Peri Rossi a la hora de esbozar sentimientos, de sugerir matices es tan impresionante que todos los relatos van mucho más allá de la mera argucia argumental para lanzarse al vacío sin ninguna clase de seguro, arrastrándonos a nosotros con ellos por el intrincado laberinto de la existencia humana. La falsa seguridad, los miedos, los futuros improbables, el desconocimiento de la vida, las debilidades humanas, en suma, circulan en cada uno de los relatos con una maestría extraordinaria, provocando en cada uno de nosotros esa punzada doliente que las buenas historias, las que trascienden incluso las palabras que las labran, deberían producir siempre en las entrañas de cada lector. La tarde del dinosaurio, de Cristina Peri Rossi, un libro magníficamente editado por Tropo Editores en su más que estimable colección Segundo Asalto, lo consigue de veras.

© Carlos Manzano

http:// www.carlosmanzano.net

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