LA PARTE DEL MUERTO (Yasmina Khadra)

La parte del muerto
Yasmina Khadra
Alianza Editoria., 2005

Cuando hablamos de Yasmina Khadra (seudónimo de Mohamed Moulesshoul, Kenadsa, Argelia, 1955), nos viene a la cabeza la certeza de que en España las cosas no van nada bien. Y me refiero a esa literatura en lengua española escrita en las antiguas colonias (lo de protectorado es algo eufemístico) o por inmigrantes llegados de otra tierra. Podemos encontrar dos respuestas: que en España los hijos de la inmigración todavía no han dado sus primeros frutos, o que la labor del Instituto Cervantes en su sesenta y cinco años de existencia no ha conseguido los resultados esperados. Cierto que en Marruecos contamos con la AEMLE (Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española), escritores marroquíes que luchan con la lengua de Cervantes para construir una literatura tan particular como efectiva. Mi saludo desde aquí a escritores como Mohamed Sibari, Mohamed Akalay o Ahmed Daodi. El mérito es todo de ellos, porque aquí, en España, no hay ninguna editorial que apueste por estos autores (salvo esa estupenda antología impulsada por Lorenzo Silva en Ediciones Destino). Mi indignación es muy grande, porque mientras que descubrimos a autores de la talla de Lofti Akalay, Tahar Ben Jelloun o Mahi Binebine, que escriben en francés, o Abdelkader Benali, en holandés, o Fátima Mernissi, en inglés, aquí, en España, encontramos un desolador panorama de esa literatura nacida de las colonias y que después se han traducido en inmigración. ¿Dónde está esa literatura nuestra? Sería fácil contestarme que existe una gran literatura en lengua española que llega ahora de latinoamérica (escritores que viven y hacen su carrera literaria en España), pero, señores, es que éstos ya vienen con el español aprehendido.

            Si muestro mi enfado se debe a la envidia. Envidia a que Francia esté recibiendo una literatura maravillosa escrita por inmigrantes, en la lengua de Moliere. Cuando uno lee a Yasmina Khadra, se cansará de aplaudir, de hacer reverencias a este mago de la prosa, a este cirujano de la realidad. Pero su medicina no es la del curandero, sino la de un prodigioso artista de la disección. En La parte del muerto, el comisario Brahim Llob (sin lugar a dudas el más genial de los personajes surgidos en los últimos años en la novela negra) tendrá que enfrentarse a un peligroso asesino en serie, al corrupto régimen que gobierna Argelia y, lo más peliagudo, a la historia del propio país desde su independencia. La novela transcurre en 1988, meses antes de que el integrismo convirtiera en horror todo atisbo de libertad. La voz empleada en la narración es la del propio comisario, ya que Brahim Llob es escritor, de ahí que en cada línea se encuentre ese tono mordaz, delicioso, porque Llob ha visto mucho sufrimiento y cada frase es una patada en el culo al mundo que le toca vivir. Decir que Llob y Khadra son uno, salta a la vista, no sin razón este escritor se formó desde la edad de nueve años como militar, y en este mundo castrense fue naciendo en él esa vena creadora que le liberaría de la opresión del ejército. Que firme con seudónimo no es más que un guiño cariñoso a todo lo que le ha tocado vivir (Yasmina Khadra es el nombre de su mujer), ya que cuando firmaba sus libros con su nombre real sufría la irremisible censura de ese estamento de jerarquía, fusiles y botas altas. Por eso se disfrazó de mujer, y a partir de entonces burló la censura para mostrarnos la crudeza de esa realidad tantas veces velada. Más tarde, en El escritor se destapó, aunque no ha renegado nunca de su sello de identidad: Yasmina Khadra. Aquí en España lo descubrimos con esa maravillosa editorial llamada Zoela  y su colección Negrura. Si queréis descubrir al primer Brahim Llob, deberéis acudir a Morituri, Doble blanco y El otoño de las quimeras, obras que ya publicara Zoela y que Alianza Editorial ha reeditado en un solo libro, Trilogía de Argel.

            Tras lo dicho, queda el planteamiento de que en España las cosas empezarán a ir bien cuando nos salga un escritor marroquí, polaco, filipino o chino que escriba en lengua castellana, gallega, catalana o vasca delicias como la expuesta. Será síntoma de que España se ha abierto a otras culturas y que las otras culturas lo han percibido.

Jorge de Barnola

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