Antes de nada, unas palabritas sobre el autor
Giovanni Sartori nació en Florencia en 1924 y en 1946 se licenció en Ciencias Sociales por la Universidad de Florencia. Fue el impulsor de la primera Faculta de Ciencias Políticas de Italia, la Escuela Cesare Alfieri. En 1971 fundó la Rivista Italiana di Scienza Politica. Es doctor honoris causa por numerosas universidades y además de en Florencia, donde es profesor emérito, ha impartido clases en Stanford, Yale, Harvard y Columbia. Es considerado uno de los protagonistas del debate político contemporáneo y un experto de los problemas de las democracias occidentales. Entre sus obras destacan Ingeniería constitucional comparada, ¿Qué es la democracia? y Teoría de la democracia. Colabora habitualmente con el periódico Corriere della Sera y desde 1988 es el vicepresidente de Societá Libera, que promueve los ideales liberales en la sociedad italiana.
Homo videns, un nuevo tipo de hombre
En este libro, Giovanni Sartori se sumerge en el mundo de la televisión y trata de buscar en este tótem de todos los hogares el origen de ciertos cambios de comportamiento del hombre y de la sociedad.
La primera parte del libro, "La primacía de la imagen" es una evolución desde el hombre simbólico de Cassirer, que posee un lenguaje capaz de hablar sobre sí mismo y que capacita al homo sapiens no sólo para hablar, sino para pensar; hasta el homo videns, caracterizado por el predomino de la imagen sobre la palabra. Para Sartori este cambio supone una involución puesto que acerca al hombre nuevamente al animal, mientras que la capacidad simbólica de que le dotaba el lenguaje lo alejaba de los leones, los pingüinos y los chimpanceses.
Este cambio viene dado, según Sartori, por un cambio en la naturaleza de la comunicación. Y es que para poder comunicarse a través de la palabra era necesario estar en posesión de un código y participar en ejercicios de codificación y decodificación; en cambio, para comunicarse a través de la imagen sólo hace falta ver, con no ser ciegos, tenemos bastante. Así, la televisión y su forma de comunicación están generando un nuevo tipo de hombre. Esta es la hipótesis general de todo el libro:
"La televisión no es sólo instrumento de comunicación; es también, a la vez, paideía, un instrumento antropogenético, un medium que genera un nuevo ánthropos, un nuevo tipo de ser humano."
Unida a esta hipótesis viene la defensa de la cultura libresca, tan atacada a menudo por ser privilegio de unos pocos. Como para Sartori, la "nueva cultura audiovisual" que tan elogiada ha sido durante tanto tiempo, no es más que una "subcultura"; la primera, la de los libros, la elitista, es preferible. Esta no es la única idea polémica que presenta Sartori en su libro, pero hay que reconocer que es necesaria para el mantenimiento de la coherencia de su hipótesis.
¿Por qué cree Sartori que la televisión es tan perjudicial? Por un lado, por su alta tasa de penetración y aceptación en la sociedad; porque es un fenómeno extendido, un progreso, cuando menos, cuantitativo. Por otra parte, por que ha provocado lo que él llama el "empobrecimiento de la capacidad de entender". Y es que la televisión elimina el pensamiento conceptual, que sucede a través de "entidades invisibles" que se expresan a través de palabras abstractas, y que constituyen la parte más importante de nuestra vida: felicidad, administración política, democracia, justicia, etc.
"La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender".
Y es que según Sartori, la televisión nos satisface desde el punto de vista sensorial y no satisface nuestro mundo inteligente, cualidad distintiva del homo sapiens y que se manifiesta en nuestra capacidad para desligarnos de la realidad sensible.
Por último, en esta primera parte del libro, Sartori hace un pequeño archivo de las críticas que ha habido contra la televisión y un pequeño balance de los peligros y ventajas que pueden traer consigo los nuevos multi-medios.
La segunda parte del libro es "La opinión teledirigida" y en ella, Giovanni se dedica a desentrañar la influencia de la televisión y de las formas de comportamiento y percepción que ella genera, en el mundo de la política. Por un lado, dice Sartori, la televisión cambia los modos de formación de la opinión pública. La persuasión discursiva es sustituida por la persuasión a través de la visión. Por otra parte, la televisión consigue difundir los temas políticos a través de los sondeos. Los sondeos de opinión son los que reinan, los que configuran la realidad político. Pero, se queja Sartori, las agencias demoscópicas se dedican a preguntar a la gente que qué opina sobre determinado tema sin preguntarles antes qué saben del tema en cuestión. Así pues, se desmorona Sartori, esta primacía de los sondeos es la primacía de las opiniones desinformadas. Pero ni siquiera el hecho de que fuesen "opiniones informadas" le bastaría a Sartori, pues el italiano distingue entre la información y el conocimiento. Considera al segundo como una capacidad de comprensión sobre fenómenos y de abstracción y generalización. Por otra parte, aquello de lo que no se sabe nada, no interesa. Sin embargo, Sartori no es tan negativo como para pensar que el hombre es estúpido por naturaleza. No. Pero nos recuerda que la televisión ha atrapado al hombre en un mundo visible y sólo visible, y que por eso, el hombre no ejerce su capacidad de abstracción. Así pues, la culpa la tiene la televisión:
"Si las preferencias de la audiencia se concentran en las noticias nacionales y en las páginas de sucesos es porque las cadenas televisivas han producido ciudadanos que no saben nada y que se interesan por trivialidades".
No contento con esta crítica, Sartori arremete contra la televisión por ser falaz: siendo siempre aparentemente real, transmitiendo siempre imágenes reales, la televisión puede, sin embargo mentir, ya sea a través de la descontextualización o la transmisión de imágenes reales con mensajes engañosos. Por otro lado, los criterios de notoriedad y actualidad son los que imperan en la televisión, con lo cual ésta acaba buscando estas características en cualquier tipo de hechos para poder difundirlos. Y claro, así proliferan los extyravagantes, los excéntricos y todos esos personajillos que mendigan protagonismo de cadena en cadena. Un desastre, vamos.
"¿Y la democracia?". Eso se pregunta Sartori en la tercera parte de su librito. ¿Se ve también afectada por todo este cataclismo? Pues claro que sí. La vídeo-vida, según Giovanni, afecta a la democracia a través de la incidencia electoral y la incidencia en el modo de gobernar. Por un lado, porque la política a través de la televisión es una política basada en las imágenes, en las personas; de éstas, importa más su apariencia que el contenido de su discurso; por otra parte, los políticos también se sienten condicionados por la televisión, y es que tienen que recurrir a ejercicios que sean televisables, a acciones que queden bien en televisión para así llegar al mayor número posible de votantes potenciales. Y nadie ha demostrado que esto redunde en beneficio de la organización y gestión de la comunidad.
A partir de estos razonamientos, Giovanni se afila aún más y acaba hablando de "hombres bestias" y de un gobierno de la "sin cultura". Aunque todo esto pueda parecer muy radical, es cierto que, dentro del discurso de Sartori, son ideas coherentes. Aunque lo más positivo de estas cuestiones es que nos sirve la polémica en bandeja… y discutir y contrastar ideas es el mejor método para saber qué es lo que piensa uno y para impregnarse de visiones críticas.
El librillo concluye con un apéndice en el que ahonda en algunas de las ideas ya expuestas, las apuntala aún más y ya rebata los contraargumentos que prevé, le pueden llover desde distintos sectores.
Homo videns es un libro inútil, no porque las ideas que Sartori plantea sean irreales o ilógicas, sino porque quien lee el libro, probablemente, las ha pensado ya aunque sea de forma deslavazada, y quien necesitaría empaparse de ellas, probablemente no leerá nunca el libro.
Por otra parte, es un libro pelín catastrofista ("Nos ahogamos en la ignorancia"), pero hay que reconocer que los gritos de "el barco se hunde!" están muy bien integrados en el discurso y muy respaldados por ejemplos y razonamientos que apuntalan el libro página a página. Además, quizás hay que ser exagerado y catastrofista para llegar según a qué sectores adormecidos. Además, defendiendo lo que él defiende, el libro no podía tener otro tono, claro.
En fin, un libro que da para mucho más: para conversación en bar de chatos, para avergonzarse un poquito delante de la televisión, para leer otros libros que lo contradigan y para hacer una reseña en un blog. No está mal, al fin y al cabo 🙂
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