P’U SUNG-LING – EL INVITADO TIGRE

 

EL INVITADO TIGRE

Las Analectas del muy razonable Confucio aconsejan que debemos reverenciar a los seres espirituales, pero inmediatamente agregan que es mejor mantenerlos a distancia. Los mitos del taoísmo y del budismo han mitigado ese milenario dictamen; no habrá un país más supersticioso que el chino. Las vastas novelas realistas que ha producido -el Sueño del Aposento Rojo, sobre el que volveremos- abundan en prodigios, precisamente porque son realistas y lo prodigioso no se juzga imposible, ni siquiera inverosímil. Las historias elegidas para este libro pertenecen en su mayoría al Liao-Chai de P’u Sung-Ling, cuyo apodo literario era el Ultimo Inmortal o Fuente de los Sauces. Datan del siglo XVII. Hemos seguido la versión inglesa de Herbert Allen Giles, publicada en 1880. De P’u Sung-Ling se sabe muy poco, salvo que fue aplazado en el examen del doctorado de letras hacia 1651. A ese afortunado fracaso debemos su entera dedicación al ejercicio de la literatura y, por consiguiente, la redacción del libro que lo haría famoso. En la China, el Liao-Chai ocupa el lugar que en el Occidente ocupa el libro de Las Mil y Una Noches. A diferencia de Edgar Allan Poe y de Hoffmann, P’u Sung-Ling no se maravilla de las maravillas que refiere. Más lícito es pensar en Swift, no sólo por lo fantástico de la fábula, sino por el tono de informe, lacónico e impersonal, y por la intención satírica. Los infiernos de P’u Sung-Ling nos recuerdan a los de Quevedo; son administrativos y opacos. Sus tribunales, sus lictores, sus jueces, sus escribientes son no menos venales y burocráticos que sus prototipos terrestres de cualquier lugar y de cualquier siglo. El lector no debe olvidar que los chinos dado su carácter supersticioso, tienden a leer estos relatos como si leyeran hechos reales ya que para su imaginación, el orden superior es un espejo del inferior, según la expresión de los cabalistas. En el primer momento, el texto corre el albur de parecer ingenuo; luego sentimos el evidente humor y la sátira y la poderosa imaginación que con elementos comunes -un estudiante prepara su examen, una merienda en una colina, un imprudente que se embriaga- trama, sin esfuerzo visible, un orbe tan inestable como el agua y tan cambiante y prodigioso como las nubes. El reino de los sueños o mejor aún, el de las galerías y laberintos de la pesadilla. Los muertos vuelven a la vida, el desconocido que nos visita no tarda en ser un tigre, la niña evidentemente adorable es una piel sobre un demonio de rostro verde. Una escalera se pierde en el firmamento; otra, se hunde en un pozo, que es habitación de verdugos, de magistrados infernales y de maestros. A los relatos de P’u Sung-Ling hemos agregado dos no menos asombrosos que desesperados, que son una parte de la casi infinita novela Sueño del Aposento Rojo. Del autor o de los autores, poco se sabe con certidumbre, ya que en la China las ficciones y el drama son un género subalterno. El Sueño del Aposento Rojo o Hung Lou Meng es la más ilustre y quizá la más populosa de las novelas chinas. Incluye cuatrocientos veintiún personajes, ciento ochenta y nueve mujeres y doscientos treinta y dos varones, cifras que no superan las novelas de Rusia y las sagas de Islandia, que, a primera vista, pueden anonadar al lector. Una traducción completa, que no ha sido intentada aún, exigiría tres mil páginas y un millón de palabras. Data del siglo XVIII y su autor más probable es Tsao-Hsueh-Chin. El sueño de Pao-Yu prefigura aquel capítulo de Lewis Carroll en que Alicia sueña con el Rey Rojo, que está soñándola, salvo que el episodio del Rey Rojo es una fantasía metafísica, y el de Pao-Yu está cargado de tristeza, de desamparo y de la íntima irrealidad de sí mismo. El espejo de viento-luna, cuyo título es una metáfora erótica, es acaso el único momento de la literatura en que se trata con melancolía y no sin cierta dignidad el goce solitario. Nada hay más característico de un país que sus imaginaciones. En sus pocas páginas este libro deja entrever una de las culturas más antiguas del orbe y, a la vez, uno de los más insólitos acercamientos a la ficción fantástica.

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Pu Ssung-Ling: «Historias chinas de fantasmas»

 En este libro sumamente extraño no se trata ni de un juego poético erudito, ni de una de las aportaciones intrascendentes usuales al llamado folklore, sino del descubrimiento de un mundo de cuentos que no conocíamos todavía y que después del Chi-King y las parábolas de Chuang-Tse, es lo más valioso que he conocido de la literatura china. El autor que dio su forma a estas extrañas historias ancestrales, fue Pu Ssung-Ling, un pobre estudiante y sabio fracasado del siglo XVII y es una lástima que no tengamos más cosas de él, porque sus leyendas de fantasmas están contadas tan homogéneamente y en un tono tan hermoso, que se pueden comparar perfectamente con los cuentos y más aún con las «Leyendas alemanas» de los hermanos Grimm. Son historias populares de aparecidos que, igual que sus hermanas europeas, tratan de espíritus de difuntos y demonios, de sueños y visiones. Sólo que el mundo del día y de los hombres no se opone al mundo de la noche y de lo demoníaco de una manera absoluta, los espíritus se mueven como en los cuentos de Hoffmann a la luz del día y en medio de los quehaceres cotidianos, cruzan los caminos de los hombres y establecen constantemente relaciones estrechas con ellos que no se basan en el temor y el espanto, sino en el afecto y en la vecindad más amable. Del mismo modo que el amado y hermoso cuerpo de una muchacha es animado misteriosamente y devuelto al amor, imágenes, animales, objetos, e incluso sueños y poemas se convierten en bellos y finos seres espirituales que penetran todas las partes de la vida del hombre y se mueven con gracia y nobleza entre los vivos. Al estudiante sin talento acude el espíritu de un juez fallecido con el que aquél fue amable y le enseña la sabiduría. En el jardín del ermitaño las flores se convierten en mujeres hermosas y transfiguran su vida. Una constelación del cielo se enamora de un ser humano y desciende a la tierra para probar la felicidad y el dolor. Seres humanos son transformados en aves, y encantadores espíritus hacen comida de tierra, vestidos de hojas. Y todo sucede como debe suceder en las historias de fantasmas, de manera confusa y pesada como en los sueños; también el gusto chino por lo grotesco hace a veces piruetas ilógicas, pero en total no hay nada necio en ello, existe una relación entre las cosas y un desplazamiento de lo posible exactamente como en el sueño, y el espíritu del conjunto desemboca, de una manera que a nosotros extranjeros podría avergonzar, en la justicia y la bondad, no en la maldad y la crueldad salvaje, como en tantas de nuestras historias. Sucede todo delicada y gentilmente: «Vio a una dama joven con su criada. Acababa de romper una rama de ciruelo en flor y su rostro sonriente era irresistible. La miró fijamente sin tener en cuenta el decoro; y cuando habían pasado, ella dijo a su criada: «Ese joven tiene ojos ardientes como un ladrón.» Cuando prosiguieron su camino riendo y parloteando, ella dejó caer la flor; Wang la recogió del suelo y se quedó desconsolado como si su alma le hubiese abandonado. Entonces volvió a casa en un estado de ánimo muy melancólico; y después de haber colocado la flor debajo de su almohada se acostó. —Quién iba a pensar que esa muchacha hermosa era un espíritu, «una raposa». Pero lo es, y más tarde es conquistada por Wang e ilumina su vida con su risa alegre. «La manga del sacerdote» trata de un sacerdote mágico, y desde que vi en Singapur al famoso mago chino Han Peng Chien ejercer sonriente su arte, me puedo imaginar perfectamente a este sacerdote que hace subir a su manga a la gente, allí creen encontrarse en una casa grande y escriben versos de amor en la pared que luego, cuando despiertos del sueño deambulan en la vida cotidiana, encuentran con asombro escritas con letras minúsculas, pero claras en el interior de la manga. Más bello, quizá el más bello, sin embargo «El sueño». En él un hombre se acuesta un rato por la tarde y de repente se le aparece un señor con un vestido de color miel que le comunica la invitación de su príncipe. El hombre lo acompaña, llega al palacio del príncipe, bebe vino, oye música y disfruta los manjares, ve y ama a la hija del príncipe, se convierte en su esposo y se halla en plena felicidad cuando un terrible monstruo amenaza con destruir toda la corte. Todo el mundo huye pero él quiere quedarse junto a su amada y debido al tumulto y al susto mortal se despierta y vuelve a estar tumbado en el banco donde hacía, tiempo inmemorial se había tumbado a descansar. Pero en el oído siente un zumbido cuyo sonido le es extrañamente conocido del sueño, y cuando mira son abejas que le rodean, y cuando sigue observando ve que es todo un enjambre de abejas que huyendo de una serpiente que se introdujo en su colmena, ha acudido a él suplicando ayuda. Acoge a las abejas y con ello no hace más que dar las gracias por todo lo hermoso que ha vivido con ellas, pues su corte era la de su sueño, su rey era su anfitrión y el monstruo era la serpiente. En esta historia el sueño y la realidad están entretejidos tan delicada, tan dúctil y simbólicamente como se entrelazan en un bordado de templo las imágenes mágicas y los signos.

Hermann Hesse

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