El Satiricón nos ha llegado extraordinariamente fragmentada; parece que debía tener al menos dieciséis libros, porque se nos han transmitido parte del XIV, XV y del XVI. Los fragmentos que tenemos sólo abarcan algunos pequeños episodios, si exceptuamos un episodio que nos ha llegado completo y que se conoce como La cena de Trimalción.
La obra, una de las más bellas y originales de la época imperial, es extraordinariamente compleja, no sólo por su trama sino también por la gran cantidad de géneros que, como tendremos ocasión de ver más adelante, confluyen en ella. Si aceptamos, como venimos haciendo, la fecha de segunda mitad del siglo I para su composición, se trataría de la más antigua de las novelas conservadas, aunque sea de forma incompleta.
En relato principal está en primera persona y se centra en las vergonzosas aventuras del propio narrador, Encolpio, y de su amante Gitón, joven hermoso y carente de escrúpulos. Queriendo hacer una parodia de la Odisea de Homero, Petronio nos muestra a Encolpio zarandeado de un lado a otro a causa de la ira de Príapo, obsceno dios de la fertilidad, como Ulises lo era a causa de la ira de Poseidón. Pero en esta obra, que toma como base una humanidad degenerada y grotesca, no hay nada heroico.
En la primera parte de sus aventuras están acompañados por Ascilto. Los tres personajes carecen completamente de moral, pero demuestran gran inteligencia en sus aventuras por las ciudades helenizadas de Italia del Sur. En la segunda serie de aventuras acompaña a Encolpio y a Gitón un nuevo personaje: Eumolpo; se trata de un viejo poeta sentimental y sin escrúpulos con quien viajan a Crotona. En el relato principal se insertan numerosos episodios menores con entidad y valor literario propio, novelas dentro de la novela. El conjunto forma una serie de aventuras extravagantes, eróticas la mayor parte de las veces, en las que se reúnen personajes de todo tipo: ladrones, fanfarrones, pervertidos, retores, doncellas y matronas dominadas por la lujuria, etc… Es, quizás (entre otras cosas), la primera novela de pícaros, que, moviéndose en un mundo en descomposición, intentan sobrevivir en él.
El episodio más extenso y de mayor entidad de los conservados es el llamado La cena de Trimalción. Este episodio ha aparecido aparte y en un manuscrito distinto al resto de los fragmentos. Narra un banquete ofrecido por Trimalción, liberto recientemente enriquecido, y al que son admitidos el joven Encolpio y sus acompañantes. El anfitrión y su esposa Fortunata hacen ostentación de su riqueza tanto en la decoración de la casa como en la profusión de suntuosos platos para sus invitados. El tema le sirve a Petronio para trazar una viva caricatura de la vulgaridad de esta clase de nuevos ricos que proliferaban en la época imperial. Durante la comida se suceden incidentes grotescos y conversaciones ridículas; se incluyen también relatos cortos como el hombre-lobo y el de las brujas malvadas. Toda la escena está narrada con una vivacidad y un realismo verdaderamente brillante y asombroso; el ridículo personaje de Trimalción con sus rasgos caricaturescos es una figura compleja: engreído y pagado de sí mismo por un lado, amable y de buen corazón por otro; preocupado por su salud y su muerte, pero deseoso de disfrutar de todo lo que su buena situación pueda ofrecerle. Petronio traza en esta imagen del nuevo rico una de las figuras más lograda de la literatura romana. Mención aparte merece dentro del estudio de la estructura de la obra las narraciones cortas, que se pueden considerar, como ya hemos dicho anteriormente, verdaderas novelas dentro de la novela. De entre ellas se pueden destacar la del hombre-lobo y la de las brujas maléficas, incluidas ambas en La cena de Trimalción, así como la de la Matrona de Éfeso y el Muchacho de Pérgamo, puestas ambas en boca del poeta Eumolpo, compañero de Encolpio y Gitón en la segunda serie de aventuras. Los cuentos del muchacho de Pérgamo y de la viuda de Éfeso, relacionados con los cuentos milesios, tienen mayor interés literario. El primero aborda el tema de la homosexualidad: el segundo cuenta con tono picante la seducción de una viuda por parte de un soldado en la propia cámara sepulcral de su marido. El cuento de la viuda de Éfeso pertenecía a la tradición popular y tiene un antecedente claro, aunque muy esquemático, en una fábula de Fedro.
Por último encontramos en El Satiricón, además de gran número de pequeñas poesías, dos poemas extensos, que merecen ser tenidos en cuenta en un comentario de la estructura de la obra petroniana. El primero de ellos canta la destrucción de Troya, y se encuentran en él no sólo ecos del libro II de la Eneida sino también de otras versiones griegas. El segundo, bastante más interesante desde el punto de vista de la teoría literaria, es un largo poema sobre la guerra civil; algunos quieren ver en él una crítica o parodia de La Farsalia de Lucano. Este tipo de poemas apoya la tesis de los que piensan que Petronio escribía para un público entendido, capaz de reconocer y valorar las alusiones a autores y obras dispersas por la novela.
2.3.- Valor literario del Satiricón
Con El Satiricón Petronio consigue una obra totalmente nueva y original, que se adaptaba bien al gusto de la época y representaba a la perfección el espíritu escéptico y epicúreo de su autor. En su conjunto es una obra difícilmente clasificable, en la que se reconocen rasgos de distintos géneros, sin que ninguno de ellos la expliquen en su totalidad. La mayor parte de los estudiosos de Petronio han puesto en relación su obra con la sátira menipea, con los cuentos milesios, con la novela helenística y con los libros de crítica literaria.
Quizá la relación más evidente sea con la sátira menipea popularizada por Varrón: era éste un subgénero todavía vivo en esta época, como lo evidencia la difusión de La Apocolocyntosis Divi Claudii de Séneca, y que daba salida al genio satírico romano. Aunque no se pueda reducir de ninguna manera El Satiricón a una sátira menipea, hemos de reconocer el influjo de ésta en su tono paródico y burlesco, en la caracterización de los personajes y, muy especialmente, en la ya comentada mezcla continua de prosa y verso (prosimetrum).
Visible es también su relación con las fabulae milesiae. Estas narraciones cortas, que incluían relatos de viajes y que tenían alto contenido erótico, surgen en Asia Menor en el siglo II a. C.; su cultivador principal es Arístides de Mileto y se difunden rápidamente por el mundo romano desde la época de Sila (principios del siglo I a. de C.). Es un género menor, de fundamento popular que se caracteriza por la brevedad, la obscenidad y la agudeza picante. Una serie de rasgos tanto argumentales como puramente formales acercan la obra de Petronio a estas narraciones milesias. Pueden tener este origen el tema de la impotencia viril así como la existencia de aventuras de viajes y navegaciones. Es sin duda aportación de las fabulae milesiaela concatenación de distintos episodios, que brotan unos de otros sin que se pierda el hilo conductor.
Por último, no se puede soslayar la existencia de pasajes completos, como los dos poemas ya comentados, con un valor innegable de crítica literaria. Se puede, pues, concluir que El Satiricónes una obra distinta, original y extraordinariamente compleja, en la que, partiendo formalmente de la sátira menipea, el autor introduce rasgos descriptivos tomados de las novelas de viajes, así como una parodia de las novelas de amor.
También en el estilo literario Petronio muestra una extraordinaria variedad que se adecua perfectamente a la complejidad argumental. Desde el punto de vista lingüístico El Satiricón es un documento de un extraordinario valor. Todos los tonos literarios están absolutamente mezclados en perfecta consonancia con el tema narrado y con la caracterización del personaje; los pasajes cómicos se alternan con los trágicos, y a los puramente burlones suceden otros de gran patetismo. Básicamente se distinguen en Petronio dos estilos distintos, por un parte, el del narrador y los personajes educados; por otra, el que se atribuye a Trimalción y su entorno. De nuevo vemos el contraste, ahora en un plano lingüístico; junto a las expresiones solemnes y retóricas de los círculos cultivados se nos presenta el lenguaje popular a veces sencillo, a veces vulgar y soez.
Como toda la literatura de la época, El Satiricón tiene en su conjunto aspecto barroco, destacando el extraordinario realismo en la descripción de la sociedad de su tiempo, tanto en los aspectos morales y de costumbres como en los lingüísticos.
Es difícil hallar pruebas de la influencia de Petronio en la literatura posterior. A partir del siglo XVI, más bien hacia final del mismo, parece que empiezan a circular por Europa sucesivas ediciones de los fragmentos, hasta entonces descubiertos, del Satiricón. Según el erudito del siglo XIX Menéndez y Pelayo, la influencia de Petronio en la literatura española es prácticamente nula. El primer escritor español que cita expresamente a Petronio es Quevedo, que alaba el estilo del escritor latino y lo considera entre los más grandes escritores de la antigüedad.
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