El libro se despliega en contrapuntos entre la vida cotidiana centrada en la familia de origen o en la creada por la autora y su marido (un refugiado húngaro en Noruega) y las misiones realizadas en calidad de mandataria de relaciones exteriores de su país mediados los 90. La autora entra en contacto con Dios por vía de la Razón a través de Santo tomás de Aquino, sobre quien discute con un dominico y se traduce en su conversión al catolicismo cumplidos los 20 años. Contacta con otros modos de vivir el catolicismo con la orden benedictina en Hungría y más tarde con el opus dei de Escrivá de Balaguer. Hay una pregunta constante sobre la presencia de Dios en la vida cotidiana incluso de gente no creyente, por parte de la autora. Y por mi parte, hay un asombro constante sobre cómo la autora responde las preguntas al sentido de la vida con un regreso a la religión que me parece fuera de época. Pero confieso que me ha interesado leerlo hasta el final para comprender mejor la actitud del Vaticano ante problemas como aborto, el concepto de familia, etc., puesto que la autora es representante de la Sante Sede en eventos internacionales donde se discute esta problemática.