Incordie a Jack Barron (NORMAN SPINRAD)

Bug Jack Barron

Esta excelente novela de la nueva ola norteamericana fue publicada por entregas en New Worlds en 1968. Provocó un verdadero escán­dalo. Un importante distribuidor británico se negó a vender la re­vista, y un miembro del Parlamento preguntó al gobierno por qué el Consejo de las Artes subvencionaba una revista que publicaba semejante porquería. En realidad, Incordie a Jack Barron (Bug Jack Barron) sólo podía publicarse en la New Worlds de Moorcock; nin­guna revista norteamericana de cf se habría atrevido a hacerlo. En contraste con la versión por entregas de Campo de concentración, de Disch, y que representó a la nueva ola de la cf norteamericana, cor­tés, inteligente y «civilizada», la novela de Spinrad era carne cruda. Es una historia acerca de la política, de los grandes negocios y de la televisión en los Estados Unidos de un futuro cercano, con duras críticas al poder y la corrupción, pero su carácter renovador estri­baba principalmente en que, por primera vez en la cf, utilizaba pa­labras obscenas y describía los actos sexuales con todo detalle. Nor­man Spinrad (nacido en 1940) calificó el libro como un intento de «un Expreso Nova coherente». Mera jactancia, indudablemente, pues sus imágenes no tienen la desconcertante transparencia de las de William Burrough. No obstante…

Jack Barron, en una época estudiante radical, es el presentador de un show de TV en vivo llamado «Bug Jack Barron». Utilizando el sistema de videoteléfono, los espectadores llaman quejándose y la­mentándose, y Jack trata de resolver estos problemas en directo, ante una audiencia de cien millones. Llama por teléfono a políticos, altos funcionarios, presidentes de corporaciones, entre otros, y los desafía a responder a las cuestiones que se han planteado. Está ins­talado en el centro de una red electrónica que cubre todo un conti­nente, manejando un inmenso poder, lo que lo ha convertido en cí­nico y manipulador. Sus ideales izquierdistas han desaparecido desplazados por un ostentoso modo de vida, y, sin embargo, se con­sidera obligado a adoptar una postura hostil ante un perverso mul­timillonario llamado Benedict Howards. Al arremeter contra los malos individuos, Jack vuelve a convertirse en un caballero andante. Howards es propietario de la Fundación para la Inmortali­dad Humana, una empresa que congela los cadáveres de cualquier norteamericano capaz de pagar 50.000 dólares por ese privilegio. La Fundación lleva a cabo investigaciones sobre longevidad –la in­mortalidad es una obsesión de Howard– y, sin que la gente lo sepa, ha conseguido incluso un cierto éxito, pero con un terrible costo humano, pues el procedimiento implica la irradiación de de­terminadas glándulas en niños negros y la transferencia de esas glándulas a cuerpos más viejos.

Debajo de la superficie del libro se esconde una historia de cf muy convencional, pero lo que más importa es la superficie. Spinrad utiliza un estilo agobiante cargado de slang, extrapolación del habla «hip» de los Estados Unidos en la década de 1960, temeraria y adjetival.

Al ver aparecer el aviso comercial en la pantalla, Barron sintió un misterioso estremecimiento psicodélico en el cuerpo, la realidad de la última semana condensada en una imagen instantánea, y pro­yectada en el tablero de su propia mente: sentado en una silla del es­tudio, con circuitos electrónicos de retroalimentación que lo conec­taban con subsistemas de poder –la Fundación, los demócratas y republicanos de S.J.C., los cien millones de Brackett Count– … Durante una hora, de ocho a nueve de la noche, hora standard del Este, esta energía era en la realidad suya.

Sintió que el tiempo subjetivo le pasaba velozmente por la ca­beza, como una droga extraña en la corriente sanguínea, en el foco de fuerzas de mucho más allá pero que él comandaba, cuando las cartas reptaban a través del tablero electrónico en un mensaje que parecía llevar diez millones de años: «En el aire».

–¿Y qué es lo que os preocupa esta noche? –preguntó Jack Barron, jugando con las formas de la obscuridad cinescópica– … Lo que os preocupa a vosotros, preocupa a Jack Barron –dijo, estu­diando a fondo su propia imagen en el monitor, mientras los ojos re­cogían destellos como nunca hasta entonces…

Es una novela acerca de la vida en un mundo dominado por los medios de comunicación, y la prosa pretende transmitir las caracte­rísticas masificadoras y siempre cambiantes de los medios electró­nicos de comunicación. A menudo extralimitada, en ocasio-nes sen­timental, casi siempre funciona con sorprendente eficacia.

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El programa final (MICHAEL MOORCOCK)

El programa final

Algunos capítulos de esta novela aparecieron en New Worlds entre 1965 y 1966. Michael Moorcock (nacido en 1939), más conocido en esa época por sus cuentos de espada y hechicería sobre Elric de Melniboné, escribió esta novela en un mes. A pesar de la rapidez, fue su primera novela «seria», y también, adecuadamente, su pri­mera novela de humor, pero le costó varios años encontrar un edi­tor dispuesto a publicarla. A quienes leyeron el manuscrito debió de parecerles una obra excéntrica, incluso incomprensible. Sin em­bargo, cuando finalmente el libro apareció en Gran Bretaña en edi­ción encuadernada en tela, The Times Literary Supplement señaló: «El efecto total –¿a qué otra novela de ciencia ficción de catástro­fe podría aplicársele el término?– tiene encanto…». El programa final (The Final Programme) ha seguido fascinando a los lectores, y lo mismo las tres novelas siguientes, cada vez más ambiciosas: A Cure for Cancer (1971), The English Assassin (1972) y The Condition of Muzak (1977). Los cuatro libros se publicaron luego, única­mente en los Estados Unidos, en un solo volumen titulado The Cor­nelius Chronicles.

La primera edición de The Final Programme contenía esta dedi­catoria: «A Jimmy Ballard, Bill Burroughs y los Beatles, que son quienes están señalando el camino». Esta mezcla de nombres insi­núa el clima de la novela. El personaje principal, Jerry Cornelius, es un joven de pelo largo, drogadicto y de sexualidad no definida. Se dice que ha sido jesuita, y ha escrito un libro titulado En busca del tiempo a través de la decadencia de Occidente. Le entusiasman los coches veloces y los barcos potentes y aprecia la música rock de The Who, The Moody Blues y The Animals («Jerry sólo escuchaba lo me­jor»). Lleva una «pistola–jeringa» y no tiene ningún inconveniente en utilizarla. Figura quimérica de aparente amoralidad, Jerry Cor­nelius es un intento consciente de Moorcock de crear un héroe mí­tico y acorde con la época. Tiene aspecto de camaleón y es imposi­ble retenerlo y clasificarlo, pues se mueve despreocupadamente en un mundo caótico.

La primera parte del libro es el relato ágil y violento de una incursión a la antigua casa de Jerry en el norte de Francia. Jerry, en complicidad con la peligrosa señorita Brunner, quiere vengarse de su detestable hermano, quien mantiene prisionera a la hermana de ambos. En la segunda parte, la acción vuelve a Londres, donde Jerry se siente verdaderamente en su casa: «En esos días el mundo estaba dominado por las armas, la guitarra y las jeringas, más se­xuales que el sexo, en el que la buena mano derecha se había vuelto el principal órgano sexual masculino…».

Algo muy viril, y que sugiere la inocencia suspicaz que tanto ca­racterizó la década del sesenta. La historia, que muy deliberada­mente carece de sentido, involucra ahora a Jerry en un viaje a Lapland, donde la señorita Brunner está construyendo un ordenador en cavernas subterráneas que los nazis han dejado abandonadas. Esa máquina desarrollará el «programa final», integrando la suma total del conocimiento humano. Otra vez en Londres, Jerry da una fiesta que es el escenario de la tercera parte de la novela. La fiesta dura meses y a ella asisten «lesbianas turcas y persas con enormes ojos seductores como de tristes gatos castrados», así como también un grupo pop llamado «El pinchazo profundo», un «albino autocompasivo» (éstos como referencias), y muchos, muchos otros.

El libro termina con la creación de un nuevo y artificial Mesías, una fusión hermafrodita de Jerry y la señorita Brunner, que con­duce a la población de Europa a su trágico destino en el mar. «Un mundo atractivo –reflexiona el Mesías una vez cumplida su ta­rea–, un mundo muy atractivo.» El programa final sólo puede ser descrita, no analizada. Gran parte de la novela, en especial los dos últimos tercios, es realmente entretenida, aunque desconcertante. No es en realidad una sátira, ni parece cínica: es una comedia de de­sesperación, una novela de arte pop, toda superficies y apariencias, que capta bellamente el estado de ánimo de su tiempo.

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