Sí, es bueno que de vez en cuando el personaje se quede sin palabras, que no sepa cómo describir lo que siente o que no sepa reaccionar ante la gravedad o la enormidad de lo que se le dice, pero los que nos dedicamos a esto de componer historias sospechamos a menudo que el que se ha quedado sin palabras es el autor, porque resulta mucho más fácil y mucho menos arriesgado escribir el personaje del hombre tranquilo, a lo John Wayne, que ni opina ni explica y simplemente impone a mamporros su opinión, que el personaje que tiene que razonar y explicar las reacciones de su carácter.
Opinar, aunque sea pro boca de un personaje, es comprometerse. Dar razones es asumir riesgos, y a muchos escritores les gusta que se asuma la opinión o el modo de actuar de su personaje sin más, sin que se le pueda refutar, y sin que el modo de describir sus vivencias o sus sentimientos lo califique más allá´de lo desea. A muchos autores, en suma, lo que les joroba es trabajar y asumir riesgos.
El personaje, entiendo yo, debe tener apariencia de ser humano y no bajarse de un árbol, tampoco en lo intelectual o en lo anímico. El personaje no se puede quedar sin palabras aunque calle. Puede no responder nada, puede bajar la cabeza y asumir lo que se le dice, pero el narrador, sustituyéndolo, debe decirnos qué es lo que piensa, cómo razona, y por qué calla. De lo contrario, nos veremos en la obligación de decir que la novela es endeble, el personaje no se aclara y la historia no se sostiene.
Un escrito se puede quedar sin folios, pero no sin palabras, carajo.
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TÍTULO=»Defectos más comunes de una novela (VII) El autor sin palabras.»
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