[Vie de Saint Léger]. Este corto poema de 240 versos de ocho pies, asonantados, que data de la segunda mitad del siglo X, figura entre los primeros monumentos de la lengua francesa.
Narra la vida, la pasión y la muerte de San Léger. Sus parientes le condujeron, siendo niño, a la corte del rey Clotario II, quien le hizo instruir y le puso al frente de la abadía de San Maixent. Luego fue llamado a la corte y nombrado obispo de Autun. Pero a la muerte del rey, se vio expuesto a la hostilidad de Ebroin, que estaba celoso de él. San Léger obtuvo, sin embargo, los favores de Chilperico, el sucesor de Clotario II, y llegó a ser su consejero. Más tarde renunció a todos los honores y se retiró al mismo monasterio en que se había refugiado Ebroin, para hacer las paces con él. Sin embargo, la vieja rivalidad que entre ellos existía renació una vez más a la muerte de Chilperico.
San Léger, de nuevo obispo de Autun, fue hecho prisionero por Ebroin. Y es en este momento, precisamente, cuando comienza la dolorosa historia del santo, que el poeta evoca con acento mucho más cálido que en la primera parte. Ciego, con los labios y la lengua cortados, San Léger no puede ya rezar ni servir a Dios. Pero Dios hace por él un milagro: le devuelve el don de la palabra y así puede orar. En vano Ebroin, irritado, hace más severa su prisión: el carcelero es advertido por Dios de que su prisionero goza de la protección celestial. Una numerosa muchedumbre va a escuchar la predicación del Santo. Ebroin ordena su decapitación. Un nuevo milagro: incluso después de muerto, el Santo sigue manteniéndose en pie. Aquí concluye el poema.
San Léger es un personaje histórico, obispo de Autun; mezclado en la política del reino, fue cegado y decapitado en el año 678. Una Vida redactada en latín cuenta su historia; con toda probabilidad el poeta tuvo conocimiento de la existencia de este manuscrito.