[A Voy age of Discovery and Research in the Southern and Antartic Regions]. En este libro publicado en 1847, el explorador inglés James Clark Ross (1800-1862) narra cómo se desarrolló la más famosa de las expediciones que entre 1837 y 1843 llevaron al descubrimiento del continente antártico con el objeto de demostrar con completa seguridad su existencia.
Ross, experto navegante de los mares árticos enviado por la Royal Society a realizar observaciones magnéticas en las altas latitudes australes, salió de Inglaterra el 5 de octubre de 1839 en una expedición compuesta de dos naves, el «Erebus» y el «Terror», y tras una feliz travesía llegó, en agosto de 1840, a Hobart, en la isla de Tasmania. Desde allí dirigió su campo de exploración hacia los 170 grados de longitud Este, y partiendo de Hobart afrontó valerosamente el «pack» antártico, logrando tan sólo en cuatro días alcanzar el mar independiente que tomó su nombre. Continuando su viaje hacia el polo magnético, vio muy pronto que, en sentido transversal a su ruta, se elevaba un país de pronunciadas montañas (Tierra de la Reina Victoria), que flanqueó durante un gran trecho, desembarcando y tomando posesión de ella en nombre de la reina; más hacia el Sur descubrió un volcán en plena erupción de una altura mayor de cuatro mil metros y al que llamó «Erebus» y otro menor al que dio el nombre de «Terror».
En la base de estos dos volcanes encontró un gran glaciar (Glaciar de Ross), formando un pico sobre el mar, que costeó casi hasta cuatrocientas cincuenta millas hacia el Este, sin descubrir el más mínimo paso o cualquier otra posibilidad de aproximación, hasta que el hielo, impidiéndole continuar adelante, le obligó a volver a Hobart, donde permaneció todo el invierno. En 1841 partió para una segunda exploración y logró alcanzar la latitud Sur de 78 grados 11 minutos, donde sospechó la existencia de tierras, descubiertas más tarde por Scott en 1902 (Tierra de Eduardo VII), llegando a las islas Falkland tras un viaje que sometió a duras pruebas la resistencia de las naves y el valor de los tripulantes. En una tercera exploración penetraba, en 1843, en el mar de Weddell, descubriendo multitud de pequeñas porciones de tierra, y volvió finalmente a Inglaterra después de una ausencia de cerca de cuatro años.
Fue enorme la importancia del descubrimiento del mar independiente de Ross, el más fácil punto de acceso hacia la Antártida, y que sirvió de gran ayuda a los exploradores sucesivos; no menos importantes fueron las observaciones que permitieron establecer, con cierta aproximación, la posición del polo magnético austral. Riguroso y rectamente científico, el estilo de Ross no está exento de una noble sencillez de expresión, revelando un espíritu profundamente serio y valeroso.
P. Gobetti