Un Poeta Mira a la Cruz, Paul Claudel

[Un poète regarde la croix]. Volumen de prosas de tema religioso, del poeta francés Paul Claudel (1868-1955). El libro, publicado en 1935 y dedicado a la meditación del mis­terio de la Cruz, investiga sutilmente todas las Sagradas Escrituras (Antiguo y Nuevo Testamento) que a ella se refieren, y como en este divino acontecimiento tuvo origen la Iglesia, con sus Sacramentos, sus ritos, sus ceremonias religiosas, el escritor no se limita a considerar la figura de Cristo en la sublime y desnuda sencillez de su sacri­ficio, sino que parte de él, para hacernos vivas e inteligibles las formas y los sím­bolos, la verdad y los dogmas con que la Iglesia evoca el drama sacro.

Después de una meditación introductiva de orden gene­ral, pasa el poeta a estudiar, reviviéndolas con intelecto amoroso, las siete palabras pronunciadas por Cristo en la Cruz; siguen después el «Grito supremo», el «Descendimiento de la Cruz», la «Bajada a los In­fiernos». Se pueden encontrar en estas pro­sas algunos motivos sacros y apuntes dramáticos que tienen sus precedentes en otras obras poéticas suyas, en las que se diluci­daron por primera vez. Como Claudel tomó de su misma experiencia poética los moti­vos intuitivos de su propia fe, sobre éstos — elaborados ahora a la vista de las Escri­turas en un tenaz esfuerzo de concatena­ción y unificación con la doctrina católica — debemos valuar su exégesis sacra y su apo­logética.

Por fin en la última parte del libro, el poeta creyente dirige diversas ple­garias a Cristo: por los pueblos apartados de Él, primero; por las personas queridas, y por sí mismo, después.

V. Lupo

Clœudel es terrible y cruel; se arroja sobre nosotros con la misma impétuosidad de su Dios, lo exige todo de nosotros, quiere in­flamamos por completo; no hay partícula de nosotros que renuncie a acaparar: «Es más duro que el Infierno». No se piense que se le pueda dedicar una fría admiración; no es el asentimiento de nuestro gusto lo que él desea; exige nuestra alma, para ofre­cerla a Dios; quiere forzar nuestro consen­timiento íntimo; quiere separamos, a pesar nuestro, de la objeción de la duda y del dilettantismo. En respuesta a nuestras resis­tencias, asesta incesantemente su formida­ble verdad. Es un misionero y un apóstol. (Rivière)

Lo que Claudel descubre después de su conversión, no es simplemente un mundo ofrecido a las sensaciones, sino un universo iluminado por la luz interior; por eso su genio se libera y se dispone a la conquista de este universo. (A. Béguin)