Typee, Hermán Melville

Célebre libro de aventuras en los mares del Sur, de Hermán Melville (1819- 1891), publicado en Nueva York, en 1846, con el subtítulo: «Una mirada a la vida polinesia durante una estancia de cuatro meses en un valle de las islas Marquesas, con noticias sobre la ocupación francesa de Tahití», etc.

El viaje, que tres o cuatro años más tarde describió en Typee y en su conti­nuación Omoo (v.), lo hizo Melville en 1842. Se alistó como marinero a bordo de la «Dolly», que, tras unos meses de ir a la caza de cachalotes, arribó a Nukeheva, en el archipiélago de las Marquesas. Acababa de llegar a esa isla la escuadra del almi­rante Du Petit Thouars para instaurar un régimen de ocupación francesa; Melville pudo asistir a los primeros contactos entre la civilización europea y la vida indígena, que gradualmente llevaron a la destrucción casi total de esta última, a través del al­coholismo y las enfermedades de los blan­cos. Así Typee, como Omoo, cuenta, en resumen, la desaparición de un paraíso terrenal donde, el autor, cansado de las molestias sufridas a bordo de la «Dolly», encontró refugio. Las tribus guerreras de los Typee (traducción literal: amantes de carne humana) son caníbales; sin embargo, durante los meses pasados con ellos en su valle, junto con otro marinero, Tobías, Mel­ville no sufrió ningún daño; mejor dicho, estableció con ellos relaciones de solidari­dad humana que afloran en la narración en defensas polémicas de sus sencillos huéspedes contra la obra poco inteligente de los civilizadores, o en un sentimiento de nostálgica simpatía.

Y la descripción de la vida de estos salvajes es amplia, a veces hasta demasiado minuciosa, a menudo emocionada. Al cabo de unos cuatro meses de amable cautiverio en el valle de los Typee, llega a Nukeheva un buque australiano, la «Julia», en busca de marineros: Melville sube a bordo y termina su aventura. Al volumen se añaden generalmente una nota polémica contra la llegada de los franceses a Tahití y la narración de la fuga de Tobías, que tuvo lugar antes que la del autor. En este libro, como en Omoo, es lo extraordi­nario de los casos narrados lo que da el interés principal a la lectura: estamos, por tanto, en esas esferas librescas que se sue­len llamar «documentales». Sin embargo, la frescura de los hechos encuentra en la prosa de Melville, a la sazón muy joven, un historiador perfectamente adecuado.

La ju­ventud es la edad de los estupores y del descubrimiento del mundo, y ninguna aven­tura juvenil es más perfecta que ésta. Atra­car, poco después de cumplidos los veinte años, en una isla salvaje, descubrir allí una vida edénica, entre eternos jóvenes, y tener una inteligencia despejada y una sensibi­lidad despierta: es natural que de dicho encuentro de acontecimientos vividos y de dotes literarias saliera un libro notable.

P. G. Conti

El mejor Melville escribe siempre en una especie de sueño subjetivo, de manera que los acontecimientos que nos cuenta tienen una estrecha relación con su alma y su vida profunda… [Typee] es en parte el mito del nacimiento y del renacimiento, indudable­mente inconsciente, ya que si el subcons­ciente de Melville era místico y simbólico, él, indudablemente, no se daba cuenta de ello. (D. H. Lawrence)

Melville tiene la imaginación y el sentido del color de un poeta sin perder el con­tacto con la realidad. (R. Michaud)

…la atmósfera de todos los libros de Mel­ville, esa atmósfera desolada y vacía, esa soledad del corazón que está presente hasta en los valles paradisíacos de las Marque­sas… No, Melville no es ni siquiera un maes­tro de segunda categoría. Sus obras son tan sólo una de las importantes curiosidades de la literatura. (L. Lewisohn)