[Variedad de los momentos de ocio]. Obra de la literatura japonesa antigua, escrita entre los años 1334 y 1339 por Urabe Kaneyoshi, más conocido por su nombre de religioso Kenkō Hōshi (1283-1350). Pertenece al género «zui-hitsu» (literalmente: «siguiendo el pincel», o sea: «miscelánea»), especie de miscelánea literaria, donde el autor, en 243 breves capítulos desligados entre sí, mezcla en un delicioso desorden aforismos y consideraciones personales sobre la vida, las costumbres del tiempo, la amistad, la muerte, la poesía, el arte, la religión, la mujer y el matrimonio, junto con anécdotas, recuerdos personales, hechos históricos, etc.
Su lenguaje enlaza por su pureza con el de la literatura de la época del emperador Heian (794-1186), evitando lo más posible palabras y frases chinas. Como Chōmei (v. Hōjōki), Kenkō pertenecía a una familia de sacerdotes sintoístas. Durante mucho tiempo prestó servicio como oficial de la guardia en la corte imperial bajo diversos emperadores; pero en el año 1324, quizás por la muerte acaecida en ese año a su protector, el emperador Go Uda, o quizás también por otros motivos, abrazó el budismo y, después de haber andado errante por largo tiempo a través de varias provincias, se estableció en una cabaña sobre la colina del Narabi, junto al templo de Ninnaji, en las cercanías de Kyōto, la capital.
Kenkō vivió en el período de transición entre la civilización aristocrática de la era de Heian y la del período feudal, en que la sociedad japonesa sufrió un profundo reajuste. Sobre su carácter y sus cualidades morales, sobre su personalidad ética, como se desprende del libro, han discutido mucho los críticos japoneses. Para unos fue un sacerdote bueno y piadoso; para otros, un escéptico y un cínico. Se ha llegado hasta a acusarlo de adulterio y de haber seducido, ya viejo, a la hija de Tachibana-no-Naritada, con el pretexto de enseñarle lecciones de poesía. Pero estas acusaciones carecen de sólido fundamento, y es mejor atenerse a lo que su propia obra puede enseñar con su intrínseca evidencia. No hay duda de que la psicología de Kenkō es indecisa y huidiza. Ciertas complacientes alusiones a las mujeres, al vino y a los placeres mundanos están en abierto contraste con los sentimientos que, como norma, deben albergarse en quienes han abrazado la vida de renunciación y olvido propios del estado religioso; lo que podría naturalmente hacer dudar de la profundidad o al menos de la seriedad de sus convicciones.
Éstas, en efecto, no debieron estar en él tan enraizadas como para impedir que su pasado de cortesano reaflorase de vez en cuando en sus horas de soledad meditativa. En resumen, Kenkō vive en un mundo que no era el suyo, con el ánimo ensombrecido por la melancolía nostálgica de los tiempos que pasaron. Verdadero hijo de una época en su ocaso, en el amanecer de una era nueva refleja todas las dudas, vacilaciones y desequilibrios existentes entre el viejo y el nuevo orden de cosas. Más que la dogmática y la ética budistas, predomina en él el gusto aristocrático. Su concepción del mundo le hace asumir una actitud de reserva y también de renuncia frente al gran drama de la vida, pero no solamente como consecuencia de sus convicciones religiosas, sino, aún más, por el hecho de que en esta renuncia ve las condiciones para sentir de lleno toda su arcana belleza, todo su profundo significado.
Esteta, hábil literato y poeta, se anticipa a la tendencia al culto del pasado que luego madurará en el drama clásico («nō») y en el «haikai» (epigrama). Tsure- zure-gusa ha sido íntegra o parcialmente traducido a muchas lenguas europeas. Entre las mejores, la inglesa de W. N. Porter [The Miscellany of a Japanesse Priest, being a Translation of Tsur e-zure-gusa, Londres, 1914].
M. Muccioli