[Traite de l’attaque et de la défense des places]. Obra de Sébastien Le Preste de Vauban (1633-1707), uno de los más notables escritores militares del siglo de Luis XIV, publicada en 1739. Ingeniero, economista, soldado, tomó parte en más de cien acciones de guerra y en muchísimos asedios que él mismo dirigió.
Fue el inventor de la bayoneta calada al fusil e instituyó el cuerpo de «ingeniería militar». Su obra principal la constituye este Tratado (1739), que está considerado como la más alta palabra pronunciada hasta sus tiempos sobre el arte de las fortificaciones. El escritor, consciente de las dificultades de un asedio y del asalto a una fortaleza, basándose en criterios de ingeniería cuya ejecución está al alcance aun de quien no esté especializado de una manera determinada en la guerra a base de asedios, indica y sugiere las distintas maneras de lograr la expugnación. Ante todo es necesario quitar al enemigo toda posibilidad de comunicación con el exterior y de recibir refuerzos tácticos y logísticos. Si la fortaleza no puede ser conquistada por asalto, deben construirse las llamadas «paralelas», que permitirán a los asediadores llegar a los refugios adversarios resguardándose del tiro enemigo. El fuego debe concentrarse donde la plaza parece menos fortificada y donde las diferentes obras se unen. Siguiendo estos procedimientos, un asalto general, cuyas fuerzas se encuentren convenientemente repartidas y sostenidas por una experta artillería, no podrá fallar en su propósito.
La defensa de una fortaleza debe ser activa: el defensor no ha de limitarse a soportar pasivamente la voluntad del atacante, sino que ha de desarrollar una defensa ágil y elástica con frecuentes ofensivas a las avanzadas enemigas y contra sus tentativas de aproximación. Es interesante el concepto de batir con disparos cruzados las cortinas fortificadas; de establecer puestos más allá de los cercos; de minar el terreno enemigo; de emplear con largueza el cuerpo especializado de ingeniería. Vauban trazó además un modelo de fuerte, situado sobre dos murallas alternadas, cuyas partes frontales se vigilaban desde las alas de las torres, hechas a «tenaza», tipo que aún actualmente se llama «a lo Vauban». Con ello encuentran su regular y positiva sanción dos aspectos de la manera de conducir una guerra: el arte, basado en métodos experimentales, de defender y atacar un recinto fortificado con medios adecuados y con trabajos campales, y las tareas precisas y preciosas para la ingeniería militar.
Federico el Grande y Napoleón se servirán de esta nueva arma que sustituyó a los contratistas privados. Una sólida ciencia teórica unida a una aguda genialidad en su aplicación hacen de Vauban el maestro de la fortificación permanente y castrense. Supo fundir los dos elementos que componen las fortalezas, el activo y el pasivo, obteniendo de ello un enorme rendimiento.
G. Gherardini