Tragedias, Lucio Accio

De las obras trá­gicas de Lucio Accio (170-84? a. de C.), la mayoría de ellas coturnadas, así llamadas por el calzado del actor, de tipo griego, y de argumento también griego, han llegado hasta nosotros solamente fragmentos y unos cuarenta títulos: Aquiles [Achilles], Los Mirmidones [Myrmidones], Egisto [Aegisthus], Clitemnestra [Clitemnestra], Los hijos de Agamenón [Agamemnonidae], Erigona [Erigona], Alcestes [Alcestis], Alcimeón [Alcimeo], Alfesibea [Alphesibed], Anfitrión [Amphitruo], Los hijos de Perseo [Persidae], Andrómeda [Andromeda], Los hijos de Antenor [Antenoridae], Deifobo [Deiphobus], Antígona [Antigona], El juicio de las armas [Armorum iudicium], Astianacte [Astyanax], Atamante [Athamas], Atreo [Atreus], Las bacantes [Bacchae], Crisipo [Chrysippus], Diomedes, Los epígonos [Epigoni], Erifila [Eriphla], Epinausimaches, Eurysaces, Los griegos [Hellenes], Prometeo [Prometeus], Medea, Melanipo [Melanipppus], Meleagro [Meleager], Minus, Neoptólomeo [Neoptolemus], Las Troyanas [Troades], Hécuba, La alarma nocturna (Nyctegresia], Enomao [Oenomaus], Los hijos de Pélope [Pelopidae], Filoctetes [Philocteta], Los hijos de Fineo [Phinidae], Las fenicias [Phoenissae], Tebaida [Thebais], Victoria de Baco [Trophaeum Liberi], Telefo [Telephus], Tereo [Tereus]. Sólo quedan dos «pretextas», de argumento romano: Bruto [Brutus], Ennéadas o Decio [Aeneadae sive Decius].

Cuando, a los treinta años, Accio iniciaba sus composiciones dramáticas, Pacuvio ya era anciano y, fiel a la tradición de Ennio, deploraba en el joven principiante cierta falta de madurez de estilo. En efecto, desde el punto de vista del estilo, Accio no era tan grandilocuente y enfático: no exigió a la tragedia lo que Ennio había obtenido de la épica. Su personalidad se puso en manifiesto más vienen una forma de reflexión y de intensa preparación histórica, erudita y filológica, mediante a la que llegó a la realización de su ambicioso sueño de una más original dramaturgia latina. Mucho más coto de todos sus precursores, no se contentaba con los mitos tal como los encontraba en sus modelos; investigaba por su cuenta en las fuentes, elegía variantes poco conocidas y, en fin, estudiaba el argumento más con el escrúpulo del pedante erudito que del libre poeta. Su estilo era adecuado a los gustos de su época; era Accio un hábil compositor de discursos, casi forenses, y las frases de sus personajes eran elegidas como ejercicio de elocuencia en las escuelas de retórica.

Políticamente estuvo vinculado al cónsul Decio Bruto Galaico, y fue el antor oficial de la familia Junia. Sus «pretextas» Bruto y Decio fueron un encomio no sólo de la virtud romana, sino también y especialmente de los Brutos y los Decios. Que en estas «pretextas» se ocultaban motivos de propaganda lo demuestra el Bruto, en que se representa a éste echando a los Tarquinos. Hacía tiempo que Tarquino el Soberbio había tenido una visión: un pastor le ofrecía un rebaño de magnífica belleza; él escogía dos carneros, consanguíneos, y sacrificaba el más hermoso; el otro entonces se echaba contra él haciéndole caer. Tendido en el suelo, el rey veía en el cielo un prodigio maravilloso: el disco inflamado del sol resplandeciente echaba a andar hacia la derecha, hacia oriente, por una nueva dirección.

Los adivinos explicaban al rey su sueño, aconsejándole que se fijara bien en ese Bruto, que él creía tonto como como un animal, ya que en algún día le echaría de su reino; en efecto, el prodigio del sol significaba una inminente revolución política, que tendría éxito gracias al pueblo, ya que el sol se encaminaba felizmente de la izquierda a la derecha. Así ocurrió en efecto: tras echar a los reyes u fundar la república, fue elegido cónsul Bruto a cuya familia brindaba el poeta su homenaje. Así la tradición poética y encomiástica de los trágicos romanos encontraba después de Ennio y Pacuvio su último representante.

F. Della Corte

… elogiado por la fuerza y el ímpetu de su poesía, en el juicio de los antiguos rivalizaba on Pacuvio para el primer puesto entre los trágicos. (C. Marchesi)