Tirano Banderas, Ramón del Valle-Inclán

Novela de don Ramón del Valle-Inclán (1869-1935), publicada en 1926, pero en la que hacía varios años que estaba trabajando, pues ya en una car­ta de 1924-escribía, «trabajo en una novela americana de caudillaje y avaricia gachupinesca. Se titula Tirano Banderas.

No es en diálogos; sino en una prosa expresiva y poco académica». Los numerosos problemas de erudición que presenta la obra han sido estudiados por E. S. Speratti Piñero en va­rios artículos; en uno de ellos examina las diferencias existentes entre el texto de las dos primeras ediciones y algunos fragmentos publicados anteriormente. Hay que hacer constar el concepto «progresista» parecido al del gran escritor alemán Bertolt Brecht (v. Teatro de Brecht), que Valle-Inclán poseía de la literatura: no tiene ningún in­conveniente en recoger elementos de otro autor o en publicar distintas veces el mis­mo texto con sólo pequeñas modificaciones. Entre 1925 y 1926 aparecieron varios relatos- y una novela corta, Zacarías el cruzado, que luego con algunos cambios (también los hay entre la primera y segunda edición) recogió fragmentándolos en la novela. Estos cam­bios, que siempre mejoran la redacción pri­mitiva, demuestran la elevada conciencia que Valle-Inclán tenía de su oficio. El ma­terial ajeno recogido en esta obra se limita a un cuento del escritor mexicano Gerardo Murillo que aprovecha para el relato de un intento revolucionario puesto en boca de un prisionero indio; el nombre de uno de los oyentes, Dr. Atle, es el índice, que coloca siempre junto a tales «aprovechamientos» señalando la procedencia: el autor mexi­cano empleaba el pseudónimo de Dr. Atlas.

Pero los textos más utilizados son las cró­nicas de Toribio de Ortigueira y Francisco Vázquez sobre Lope de Aguirre. El cotejo entre aquéllas y la novela señala que es al final de ésta donde llega al máximo la utilización de las crónicas; tres de los personajes denotan una clara procedencia de ellas: el tirano Santos Banderas, el «coronelito» Domiciano de la Gándara y Filomeno Cuevas. En la novela encontramos el interés del autor por hacer constar esta procedencia, que pudo enmascarar haciendo muy difícil el reconocimiento de las fuen­tes. Existe pues una motivación: el autor busca raíces a su relato y a sus personajes en el proceso histórico indoamericano; son los mismos hombres de la colonización, el mismo ambiente; así los tres personajes an­tes citados, que representan la acción di­recta, tienen una común raíz hispánica. La obra hay que situarla en el centro de la segunda época de su producción literaria. El mundo esteticista, decadente, asfixiado que giraba alrededor del marqués de Bradomín es sustituido por el aire turbulento y amargo de la realidad social. Por este lado sólo tenía ante sí dos caminos: el canto épico de una clase o la sátira amarga y acerba contra un mundo que hay que des­truir; se decidió por este último y de ahí nacieron los esperpentos, «única posibili­dad de recoger el sentido trágico de la vida española», nos dirá uno de sus personajes.

Tirano Banderas supera el espejo cóncavo, goyesco, de los esperpentos, hay mayor hu­manidad; don Ramón ha descubierto un per­sonaje mítico que justifica la lucha: el pue­blo. En esta novela el sentimiento patriótico no existe; Valle-Inclán, intelectual avan­zado, considera que la patria es una idea que pertenece a una clase social, la que de­tenta la riqueza y el poder; eso justifica sus sangrientos ataques a los «gachupines» que coloca al lado de Santos Banderas. Valle- Inclán está con los oprimidos de América: con el indio. La novela transcurre en tres días cargados de intensidad; durante ellos tiene lugar la caída de la dictadura del cau­dillo Banderas. Aunque carece de protago­nista, todo el relato gira alrededor de un solo eje, Tirano Banderas (v.); los persona­jes interesan por sus relaciones, directas o indirectas, con él; esto nos permite dividirlos en dos grandes grupos: los que se agrupan a su alrededor, ya para mantener unas posi­ciones adquiridas, ya por el miedo al propio tirano o a los revolucionarios, y los que se enfrentan a él e intentan derrumbar su po­der.

La acción central de la obra es mínima, resulta difícil descubrirla: el «coronelito» de la Gándara cae en desgracia ante el ti­rano, para salvarse se ve obligado a huir de la capital y unirse a Filomeno Cuevas que intenta un golpe revolucionario contra el pre­sidente; la revolución triunfa y Tirano Ban­deras muere acribillado. Pero alrededor de este núcleo central se teje una serie de ac­ciones, ninguna secundaria, que nos pre­sentan el mundo turbulento y negro del caudillaje americano. Algunas de esas accio­nes aparecen apartadas del eje, así la impresionante y macabra historia de Zaca­rías el cruzado, cabalgando taciturno con el cadáver de su «chamaco». La obra no trata de una revolución social sino política, pero por debajo de ésta se agita el mundo opri­mido que parece anunciar a aquélla. Vemos enfrentarse al caudillo el político liberal, don Roque Cepeda, salido de la intelectua­lidad burguesa, y el cabecilla revoluciona­rio, Filomeno Cuevas, procedente de los ha­cendados, tal vez futuro’ caudillo, que sabe que el tirano sólo puede ser vencido por las armas.

Pero la grandeza de la novela no reside en tres o cuatro personajes sino en el conjunto de ellos: el invertido barón de Benicarlés, embajador de España, y su torerillo; el prestamista don Quintín Pereda, «honrado gachupín»; don Celes Galindo, ilus­tre jefe de la colonia española; el aterro­rizado y adulador licenciado Veguillas y sus más afortunados compadres, el amargo mun­do de los prisioneros políticos, las pupilas de Taracena…, en realidad cuantos forman la agitada vida de Santa Fe de Tierra Fir­me, tratados siempre por el autor con la impasibilidad de un Flaubert. Por los mis­mos días en que escribía la novela, Valle- Inclán afirmaba que el hombre no tiene im­portancia: el protagonista de la vida es el grupo, la colectividad; la vida marcha por las rutas de lo social y esta interpretación ha de reflejarse en la novela; por eso su verdadero protagonista ha de ser el medio, el. ambiente. Si hiciésemos una disección social de Tirano Banderas encontraríamos que el resultado coincidía con la realidad de una nación indoamericana; encontramos, claramente definidos, tres grandes grupos sociales: los indios, que forman la capa más baja y numerosa de la población; los «ga­chupines», españoles enriquecidos por el co­mercio; y los criollos y mestizos acomoda­dos, divididos en dos partes, los que se han colocado junto al tirano y forman una apariencia de burocracia y los hacendados que se enfrentan a él.

Pero donde Valle- Inclán ha profundizado más y con mayor acierto ha sido en el personaje de Tirano Banderas. Sobre él realiza un estudio de una de las peores plagas del continente: el caudillo; el resultado es ese tirano, que se adivina profetizado por Lope de Aguirre y recoge y sintetiza, sin dejar de ser real, a los caudillos anteriores o contemporáneos al autor — el mariscal López, el general Ro­sas (v.), Melgarejo, Porfirio Díaz, Benavi­des, etc. — y a los posteriores; generalmente salidos como él del pueblo, así lo denotará en su lenguaje hecho de exabruptos y excla­maciones populares — «hijos de la chinga­da» — y en su trato familiar con la gente más baja. Y ese ser indiferente al dolor ajeno, dominado por la megalomanía, ri­dículo y poderoso, alcanzará al final de la obra, como Lope de Aguirre en sus últimos momentos, una trágica grandeza, cuando abandonado por su soldados y aduladores — «¡Sólo cuervos he criado!» — salva a su hija demente de toda posible ofensa: «Sacó del pecho un puñal, tomó a la hija de los -cabellos para asegurarla y cerró los ojos. Un memorial de los rebeldes dice que la cosió con quince puñaladas».

La obra es un enorme panorama que nos permite ver ac­ciones que ocurren simultáneamente; para ello ha tenido que luchar con el tiempo y romperlo — «Ahora en algo que estoy escri­biendo, esta idea de llenar el tiempo como llenaba el Greco el espacio, totalmente, me preocupa», escribía en 1924 en la revista «España» —; esa lucha ha sido provocada’ por la amplitud del espacio. La novela se inicia con acontecimientos que ocurren en el segundo día del relato; con ello nos indica ya que no se sucede temporalmente. A toda esta creación corresponde un estilo trabajadísimo, pero que no llega a dominar nun­ca al narrador como ocurría en alguna de sus primeras obras; de una gran belleza formal, siempre está en función de la inten­ción del relato. Es de gran importancia el uso de americanismos; abundan sobre todo en los diálogos, caracterizando a los perso­najes. Así Santos se expresa generalmente por exclamaciones, los «gachupines» los em­plean ostentosamente… Speratti Piñero se­ñala que la mitad de ellos son de origen mexicano, pero la intención, lograda, del autor es dar impresión de una síntesis indo- americana como lo es el personaje central, y lo es la geografía: esteros, maniguas, manglares y pampas, aparecen juntos. En conjunto Tirano Banderas es la obra más lograda del más radical de nuestros grandes prosistas; en ella expresa su amor a la jus­ticia social y a la libertad.

S. Beser

En Tirano Banderas se enaltece y digni­fica la figura del indio; es decir, del hombre ;perpetuamente oprimido por el hombre, sin otro pretexto que una pretendida superio­ridad de raza. (E. Diez Cañedo)

Santa Fe de Tierra Firme es una Amé­rica en síntesis. (P. Henríquez Ureña)

En Tirano Banderas ha habido una ver­dadera concentración de esfuerzo creador y el resultado ha sido la obra más perfecta de toda la carrera literaria de Valle-Inclán. (E. S. Speratti Piñero)