Textos de las Pirámides, Anónimo

Con esta denominación, aceptada por el uso, se alude a la importantísima serie de textos, de es­critura jeroglífica, hallados por primera vez a partir de 1880 en el interior de cinco pirámides situadas en los alrededores del actual pueblo egipcio de Saqqára, al oeste de la antigua Menfis, erigidas por los sobe­ranos del Imperio Antiguo, como Wenjos (V dinastía); Atóte, Marerie Pjópe, Mernerie Mensuemzuf, Nefrkerie Pjópe (VI di­nastía).

La primera edición completa de los textos corrió a cargo del francés G. Maspero (1869-1914) y la edición crítica (1908- 1922), del egiptólogo alemán Kurt Sethe (1869-1934). En los Textos de las Pirámi­des reconocemos el más importante «corpus» de fórmulas y poemas funerarios, re­ligiosos y mágicos del Egipto más antiguo. Aunque su redacción es fácil de datar, por ser contemporánea a la construcción de las pirámides, su composición se remonta a una edad imposible de precisar, pues a través de millares de líneas jeroglíficas se advier­ten concepciones religiosas y mitológicas di­versas y discordantes, noticias y ecos de acontecimientos políticos e históricos, usos funerarios que pertenecen a un período bas­tante anterior a la V dinastía. Una parte importante de los textos se refiere a las ceremonias y fórmulas mágicas para la resurrección del difunto y su sucesiva as­censión a la ultratumba, colocada en el cielo. Una parte no menos amplia e impor­tante es la que nos da noticia de las di­versas concepciones del cielo, con detalles descriptivos sobre las localidades celestes, divididas en orientales, meridionales, occi­dentales y septentrionales. El mundo de ultratumba era imaginado como reproduc­ción del país egipcio, con sus campos, pas­tos, canales y lagos recorridos por almadías y barcas maniobradas por barqueros, y cas­tillos de los dioses.

A las citadas localidades eran contrapuestas otras, subterráneas, en el «cielo de la Noche», también pobladas de seres divinos. Los datos que los Textos ofre­cen para la reconstrucción de este «cielo inferior» resultan algo imprecisos y vagos, en comparación con la abundancia de datos referentes al «cielo superior» y con lo que podemos leer en las recopilaciones posterio­res, como el Libro de lo que existe en el Té’e (v.), Libro de las Puertas, etc. El difunto en la ultratumba, según una concepción, efectúa sus abluciones por la mañana en los numerosos lagos situados en la región oriental del cielo; encuentra su alimento, en abundancia, en el Campo de la Nutrición, que hay que buscar en la región septentrio­nal; desempeña varios cargos: es escribano y banquero del dios Rie, despensero de los dioses, etc.; posee, además, casas, sillas, criados.

En cambio, según otra concepción, es un ser astral, que forma parte del séquito del dios Rie y, como el dios, sale y se pone. La lectura seguida de los Textos de las Pirámides puede resultar pesada y monó­tona por el desorden con que, a menudo, se suceden los poemas y por las frecuentes repeticiones de imágenes y conceptos; pero hay que reconocer la lozanía y el vigor de la expresión, la originalidad de muchos con­ceptos que en los Textos captamos en su expresión más antigua. Los verbos y voca­blos se corresponden armoniosamente en la disposición sintáctica de la frase para la perfecta creación de la imagen y para co­municarla nítida, sin halagos ni elegancias convencionales. El conocimiento de los Textos de las Pirámides, grandiosa construc­ción del pensamiento del Egipto primitivo, es imprescindible para el historiador y para el estudioso de la religión y de la civiliza­ción egipcia en general.

E. Scamuzzi