Teseida, Giovanni Boccaccio

Poema en doce libros en octava rima, de Giovanni Boccaccio (1313-1375), escrito en 1339-40, a fines de la estancia del autor en Nápoles.

En la carta dedicato­ria que precede al poema se dice que fue compuesto a instancias de Fiammetta, la dama amada por Boccaccio, «in latino volgare acció che piü dilettasse», y que en las peripecias de la amorosa aventura que cons­tituye el argumento, Boccaccio transcribió poéticamente las diversas vicisitudes, pri­mero felices y luego tristes, de sus relacio­nes amorosas con «madonna» Fiammetta. El argumento del poema está sacado de la Tebaida (v.) de Estacio, de una refundición medieval de este poema, el Román de Tebas (v.), y del conocidísimo Román de la Rosa (v.). El hecho ocurre en tiempos en que Teseo (v.), «Duque de Atenas», termina victoriosamente su campaña guerrera contra las Amazonas escitas, casándose con la reina Hipólita (v.) y conduciendo a Atenas, junto con su esposa, a una hermana de ésta lla­mada Emilia, «que en belleza superaba a las bellas». Teseo hace luego la guerra a Creonte (v.), tirano de Tebas, lo vence y conduce consigo, como prisioneros, a gran número de tebanos, entre los cuales figuran Arcites y Palemón que, por consideración a la sangre real que corre por sus venas, son guardados en honrosa prisión en el pa­lacio real.

Desde una ventana de su habi­tación ambos jóvenes ven un día en el jar­dín a la hermosísima Emilia que pasea tren­zando guirnaldas y cantando maravillosos versos de amor; y la pasión estalla fulmi­nante en ambos corazones. La escena se re­pite innumerables veces hasta la llegada del invierno. Arcites es puesto en libertad por intercesión de Piritoo, pero a condición de que, bajo pena de muerte, jamás vuelva a Atenas; el joven parte suspirando y lloran­do. Poco después de un año de suspiros y languideces, incapaz de resistir a la llamada del amor, Arcites vuelve disfrazado a Ate­nas y consigue hacerse emplear como criado en el mismo palacio real. Emilia lo reco­noce pero calla; mas un criado de Palemón refiere el hecho a su señor, quien, escapán­dose del palacio, se enfrenta con su amigo y rival en una agitada escena.

Sorprendidos por Teseo y por Emilia, ambos jóvenes se ven obligados a confesar el motivo secreto de la pendencia; entonces Teseo, como per­fecto «caballero» que también ha experi­mentado el amor, decide que la cuestión se resuelva al estilo medieval, con un duelo entre ambos rivales: que los dos vuelvan dentro de un año para la ardua prueba. La preparación y la descripción, viva y llena de movimientos, del gran torneo, ofrece al poeta ocasión para una fastuosa y especta­cular escenografía novelesca, que parece sacada de las páginas de una novela caba­lleresca.’ Como caballeros andantes, acuden de todas partes los héroes más famosos de la época; ambos jóvenes, después de haber orado, el uno a Marte y el otro a Venus, la noche anterior al desafío efectúan la vela de las armas para poder ser, según las reglas caballerescas, elevados de escuderos a caba­lleros. Entre tanto se reúne la corte com­puesta de «altos caballeros», juglares y tro­vadores y otras innumerables gentes, con azores, halcones, milanos y lebreles.

Por fin se inicia la lucha de la que Arcites resulta vencedor, no sin que Venus, indignada, se vengue haciendo aparecer a la monstruosa Erina ante su caballo que, encabritándolo, lanza al suelo al gozoso caballero. Palemón queda en honrosa prisión cerca de Emilia; aquí termina la parte más viva del poema (libro IX), que Boccaccio, en busca de efec­tos patéticos con los que expresar sus amo­rosos desvelos por el abandono de Fiammetta, quiso prolongar inútilmente durante tres cantos más, describiendo la gradual consunción de Palemón por mal de amor, su muerte entre los brazos de Arcites y de Emilia, a quienes quiere ver amantes y feli­ces esposos, la ascensión del alma al cielo, los fastuosos funerales, los juegos fúnebres y las espléndidas fiestas, todo de franco co­lor medieval, por las bodas de Emilia y Arcites. La trama de la Teseida es más am­plia que la del otro poema .juvenil, el Filóstrato (v.), y Boccaccio se empeñó en su composición con propósitos de alta ambición literaria: la de aplicar, antes que nadie, des­pués de tanta lírica amorosa y moralizadora, el «vulgar lazio» a argumentos típicamente épicos.

En realidad la materia épica (las dos guerras contra las Amazonas y contra Tebas), también coloreadas novelescamente, son extrínsecas a la verdadera acción del poema, y tampoco puede calificarse de épica la gran fiesta de armas, completamente no­velesca de tono y de color. La sustancia del poema queda, pues, condensada en la his­toria de amor, forzadamente ampliada en la vistosa escenografía de los tres últimos can­tos. Así se tiene la impresión de una vena narrativa exuberante, que no consigue adap­tarse plenamente a las formas breves y demasiado simétricas de las octavas, y tiende a un ritmo más extenso y capaz de más amplios acordes musicales y sintácticos. El interés del lector se siente atraído sobre todo por los episodios en los que puede encontrar las cualidades maestras del tem­peramento boccacciano: la factura amplia y extensa, la exuberancia feliz de la imaginación y de la memoria, la concreción viva y a menudo festiva del idioma.

D. Mattalía

Hace que los personajes cedan a la pasión sin la lucha que produce en el arte lo dra­mático.    (Cantü)

La gravedad del asunto y las intenciones literarias engañaron al autor y lo atrajeron a un mundo épico para el que no había nacido… Se encuentran cercos, batallas, con­juras de dioses y de hombres, pomposas descripciones, artificiosos discursos, todo el esqueleto y la apariencia de un poema épi­co; pero en su espíritu burgués no entran sentimientos de verdadera grandeza, y Teseo, Arcites, Palemón, Hipólito y Émilia sólo tienen de épico el manto. Su espíritu está dispuesto a ver las cosas en su minu­ciosidad, pero cuanto más desciende a los detalles, más el objeto se desmenuza y di­suelve, lo cual destruye el sentimiento y la armonía. (De Sanctis)