Teresa. Crónica de la Vida de una Mujer, Arthur Schnitzler

[Therese. Chronik eines Frauenlebens]. Novela de Arthur Schnitzler (1862- 1931), publicada en 1928. Teresa es el pro­ducto de la decadente y decaída sociedad austríaca de la postguerra, en la que la derrota ha relajado los vínculos familiares, destruido la moral tradicional y desencade­nado ambiciones y concupiscencias.

Hija de un alto oficial del ejército, Teresa es una criatura buena y honrada, pero es desviada por el mal ejemplo del padre y por su misma posición de falso lujo y falsa dig­nidad. Abandonada por su prometido, para sustraerse a la agobiante vida provinciana, marcha a Viena a trabajar como institutriz. Desde aquel momento se inician una serie de tristes y oscuras aventuras, en las que la mujer se abandona en las horas de más amarga soledad y de mortal fatiga. Va pa­sando de un amante a otro, de familia en familia, con el vano intento de ligarse a un hombre, o bien crearse una familia propia, de enlazarse de un modo perma­nente con hijos que no son suyos y que ella educa con sincero amor y generosa abnegación.

En aquella gran metrópoli, banqueros, magistrados, negociantes, nobles venidos a menos y nuevos ricos, nadie tiene ojos para la obra y los afanes de la institutriz; la indiferencia y la desgracia interrumpen sin cesar todo intento de reordenar su vida, y la mujer desamparada vuelve a cargar con su fardo y camina nuevamente para caer en otra casa, entre caras nuevas y nuevas desilusiones. De uno de sus encuentros pasajeros, y de un pobre diablo al que se ha entregado sin amor una noche del más desolado abandono, le nace un hijo. Después de un primer senti­miento de repulsa, el hijo se convierte en el objeto incesante de su ternura; pero, aunque educado a costa de enormes sa­crificios, no tardará en revelarse como un díscolo incorregible.

De los pequeños hurtos a los hurtos mayores, de las pequeñas cos­tumbres viciosas a la disolución, a la enfermedad, al hospital, a la cárcel y toda una pendiente por la que rueda el desgraciado. Y cuando la madre, que ya no es joven, cansada y expoliada, se niega a entregarle sus ahorros, él la trata brutalmente y la deja malherida. A un amigo que corre a su lecho de muerte, Teresa le pide indulgencia para el hijo asesino y solicita que se le considere como atenuante del matricidio el hecho de que ella, en la lejana noche del parto, pobre y abandonada, en un charco de sangre, tuvo por un solo instante la intención de matarlo. Así se cierra esta trágica vida, tanto más trágica por cuanto quedó excluido de ella todo lo que hay de grande y apasionante, y tuvo del dolor la angustia, pero también la poesía. Desnuda, desolada y sin luz se desarrolló la vida de Teresa; a veces la rozó la bondad, y por último un hombre anciano y generoso quiso dar un hogar a la mujer errante y un padre al huérfano; pero aquel hombre murió en vísperas del casamiento.

La atmósfera del libro, lograda con luces frías y tonos cru­dos, encuentra su mayor patetismo en la escena en que Teresa reconoce un día, en un violoncelista de café concierto de cuarto orden, al hombre que veinte años antes la hizo madre. Tanta es la miseria material y moral de aquel desgraciado, que Teresa no osa decirle que tienen un hijo que en aquellos momentos se encuentra en la enfermería de una cárcel. La novela co­rresponde a la última fase artística del escritor, en la que su ironía se disuelve en un escepticismo pesimista. La despiadada lucidez de la diagnosis, la justeza poética de las relaciones entre el sondeo introspec­tivo y la representación, hacen de Teresa una de las mejores obras de Schnitzler.

B. Allason