Sonatas para piano, de Weber.

Cuatro composiciones para piano, de Karl-Maria Friedrich Ernst von Weber (1786-1826). La Sonata en «do mayor», op. 24, escrita en 1812 en Berlín, es una obra de concepción bas­tante clásica, que se puede comparar a las Sonatas (v.) de Beethoven. Extensa, varia­da, el primer movimiento, «Allegro», está seguido en efecto de un «Adagio» conce­bido en la línea de la tradición de Beetho­ven. Al «Minuetto», sin gran interés, sucede un «Rondó» al que Weber tenía la costum­bre de llamar el «Infatigable» y que, más conocido con el nombre de «Movimiento perpetuo», constituye uno de los fragmen­tos de prueba de los pianistas. La segunda Sonata en «la bemol», op. 29, compuesta en Berlín en 1816, es la más romántica de las cuatro — también la más brillante y la más variada—. El primer movimiento, bas­tante largo, es un «Allegro moderato con spirito ed assai legato».

El «Andante», en «do menor», conduce alegremente a un tema de carácter popular. Muy libre, el «Mi­nuetto capriccioso» está impregnado de no­table humor. El último movimiento — que como todos los últimos movimientos de las sonatas de Weber es un «Rondó» — es rico, cambiante: puede reconocerse en él una frase que Weber vuelve a emplear en uno de los coros de Freischütz (v.), y también un episodio romántico que hace presentir ya al Schumann de las Noveletas (v.). La Sonata n.° 3 en «re menor», op. 49, com­puesta en Berlín en 1816, es conocida tam­bién con el título de Sonata demoníaca. Da comienzo con un «Allegro» feroz, sorpren­dente, poderoso; el «Andante con moto», de un tema gracioso, es seguido de un «Rondó» que actúa a la vez de «scherzo» y de final. Este «Rondó» rápido, de carácter que recuerda bastante a Mendelssohn, se interpreta en algunas ocasiones separado del conjunto de la obra con el título de «Allegro di bravura». La cuarta Sonata en «mi menor», op. 70, escrita en Dresde en 1822, es mucho más característica del estilo de Weber que las tres restantes. Parece dedicada a la melancolía, cuyas venganzas evoca en el seno del alma humana. El «Mo­derato» del principio expone un tema se­vero, desnudo, que viene adornado por un sabio desarrollo.

El gracioso trío del «Minuetto» («presto, vivace ed energico») es muy propio de Weber. El «Andante», casi «Allegretto», está seguido de un «Prestíssimo» que reviste la forma tan italiana de la tarantela. Las Sonatas de Weber han sido calificadas a menudo de sonatas «de pro­grama»: la razón es que el compositor se ha mostrado en ellas menos preocupado por su estructura que por su cualidad ex­presiva. A decir verdad, se trata más bien de fantasías en forma de sonata que de so­natas propiamente dichas. Esencialmente concebidas para concierto, tienen el carác­ter brillante que exige de su intérprete un gran virtuosismo y las hace muy diferentes de las Sonatas, mucho más íntimas, de Beet­hoven, a las cuales han sido frecuentemente comparadas.