El músico alemán Franz Schubert (1797-1828) compuso nueve Sinfonías. Una de ellas, la llamada Sinfonía de Gastein, encargada, en 1826, por los «Amigos de la Música» de esta ciudad, se ha perdido. Esta sinfonía no fue nunca interpretada, y, sin embargo, es la única que proporcionó algún beneficio a su autor. Cronológicamente, la Sinfonía de Gastein sería la octava. Las tres primeras, de las que se poseen los manuscritos, no han sido nunca ejecutadas. Se les puede reprochar una cierta dejadez en la escritura; pero son ricas, como toda la música de Schubert, en brillantes ideas melódicas que parecen lieder engastados en una partitura de demasiado vastas dimensiones. Es cierto que Schubert contaba sólo trece años cuando las compuso. La Cuarta sinfonía — La sinfonía trágica — data de 1815. Es, pues, Contemporánea de El Rey de los Elfos (v.), inspirada a Schubert por el dramático poema de Goethe.
La angustia se disimula que, por el empleo constante de las síncopas, parece encerrar toda la melodía. Ésta pasa a los oboes y encuentra en los contrabajos una respuesta simétrica que asegura un efecto sonoro admirable. El desarrollo, aunque breve, se desenvuelve en una zona de color, mientras que el retorno aparece muy dulce, revalorizando de nuevo la dolorosa intimidad expresiva del primer tema. La Novena sinfonía, en do mayor, data de 1828, y tuvo el raro privilegio de agradar a Schumann, cuya crítica es, sin embargo, excepcionalmente severa. Es una de las más perfectas y trabajadas de las nueve Sinfonías. Los temas tienen un color, una grandeza y un encanto, una originalidad tan poderosa que puede verse en ella el testamento musical de Schubert, que debía morir en ese mismo año de 1828. Son de notar los desarrollos, mucho más profundos que en las Sinfonías precedentes.