[Mont Saint-Michel and Chartres]. Obra del norteamericano Henry Brooks Adams (1838-1918), publicada en 1904 y en 1913. Fruto de largo y paciente estudio de la Edad Media, fue juzgada, entre otras cosas, como la mejor valoración de este periodo escrita en inglés.
Es importante no sólo desde el punto de vista histórico y estilístico — por el refinamiento de expresión, tal vez amarga y demoledora, que se sirve de apasionadas ironías para sostener sus opiniones, en sus comparaciones de los tiempos antiguos con los modernos —, sino también porque Adams, al hacerse historiador de la decadencia de una América en su florecer primero, predica contra dos de las más típicas aspiraciones de la civilización norteamericana: la energía y la velocidad. Esta obra se originó en el espíritu de Adams desde 1895, después de larga permanencia en Normandía. Prefirió considerar la historia como un devenir, como un movimiento, cuyas consecuencias analizaba. Estudioso de la arquitectura francesa del siglo XIII, inició precisamente su historia por el período 1150-1250, en que, según él, la civilización alcanzó su máximo nivel, sobre todo por su equilibrio de prudente sabiduría. «De la unidad del siglo XIII a la multiplicidad del 1900», decía Adams, y añadía, no sin autoironía: «un complemento de las Confesiones (v.) de San Agustín, invirtiendo su método». El estilo de Adams, rico sin ser farragoso, es muy elaborado y lleno de alusiones e intuiciones apenas apuntadas que se tornan sugerencias para el lector.
Fue llamado el Montaigne norteamericano y preludia con sus obras, particularmente con ésta y con La educación (v.), la visión y valoración crítica — violenta a veces — de los Estados Unidos, que precisamente luego se había de convertir en lugar común. De las observaciones de lugares pequeños y de hechos locales, Adams sabe sacar, con su buen gusto de literato de primer orden y con una cumplida sabiduría de historiador, deducciones y confirmaciones para aquellas opiniones suyas que tiende a consolidar en teorías. Parte de hechos concretos y llega a una interpretación personal de una gran época de la historia cuyas resonancias e influencias en los pensadores norteamericanos siguen persistiendo aun hoy día.
A. Camerino