Comedia en verso de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616). Consta de tres jornadas y figura entre sus «Ocho comedias…», publicadas en 1615. La obra — cuyo tema central, los amores de Zahara y don Lope, se basa, como la historia del Cautivo del Quijote, en un «cuento de amor» de la época, atribuido a personajes históricos — comienza con una movida escena en la que los piratas Yzuf y Cauralí apresan a un grupo de cristianos, entre los que se halla un sacristán — que asumirá el papel del «gracioso»—, un viejo con sus dos nietos, y la joven Costanza, amada de Fernando, que al verla cautiva se arroja al mar para no separarse de ella y es conducido junto con los demás. Ya en los «baños» de Argel casas donde se alojaban los prisioneros—, el cautivo don Lope ve que desde una ventana le entregan misteriosamente dinero y una carta en la que la mora Zahara se ofrece a huir con él y hacerse cristiana, si accede a tomarla por esposa. Tras esto llegan los cautivos de la primera escena. El renegado Hazén, arrepentido de su apostasía, mata a Yzuf y sufre el martirio. Halima, esposa de Cauralí, se enamora de Fernando y pide a Costanza, que ha quedado a su servicio, que interceda por ella; a su vez, Cauralí pretende a Costanza, utilizando a Fernando como intermediario. Los dos cristianos ocultan sus amores y fingen servir a sus amos. En otra escena, los cautivos celebran en secreto la Pascua, pero su fiesta termina con una matanza de cristianos, llevada a cabo por los moros. El rico Agi Morato obliga a su hija Zahara a desposarse con el poderoso Muley Maluce, pero ella persiste en sus propósitos de hacerse cristiana.
Tras unas emotivas escenas en las que uno de los nietos del viejo acepta el martirio por Cristo, Zahara consigue hablar con Lope. Éste se rescata con el dinero de ella y marcha a Mallorca, de donde vuelve con una barca en la que huirá con Zahara, Fernando, Costanza, el sacristán y otros cautivos. Aunque, como suele suceder en la producción cervantina, las actitudes humanas están fuertemente subrayadas — la crisis del renegado, la decisión de Zahara, el heroico martirio del niño, la desenfadada conducta del sacristán… —, la psicología de los personajes apenas se halla esbozada, y todo el interés se centra en la acción y en la rápida sucesión de escenas dotadas de expresivo pintoresquismo. La estructura de la obra revela un escaso dominio de la técnica teatral; no obstante, puede considerarse como una de las más sugestivas de su autor, por su vivacidad y colorido, efectos conseguidos mediante acertadas notas costumbristas que dan la sensación de cosa vista, y por la presencia de un abigarrado público, a través del cual vemos traslucirse la postura psicológica de Cervantes: el odio a los moros, el desprecio por los judíos, el entusiasmo por los valores españoles — religiosidad, patriotismo, sentido del honor…—. Ciertos detalles tienen incluso una evidente raíz autobiográfica: tal los cantos de nostalgia de los cautivos. Lejos de la solemnidad y empaque de la tragedia clasicista, Cervantes ha creado aquí una obra dinámica, animada y rebosante de vida, en la que alternan sin cesar, patetismo y comicidad, entusiasmo y ternura, y, como él mismo dice, «verdad e historia».
J. García López