Leyenda Eterna, Vittoria Aganoor

[Leggenda eterna]. Colección poética italiana de Vittoria Aganoor (1855-1910) publicada en 1900 y re­unida en su edición póstuma de 1912, de las Poesías completas, con las Nuevas poe­sías (Nuove liriche) de 1908, y con un grupo de poesías inéditas (Rime sparse) y un apéndice de prosas. En Vittoria Aganoor hay una vena poética natural; de niña comenzó a versificar con soltura, bajo la guía paternal de su maestro Giacomo Canela. Pero era también literata de buenos estudios, y en parte su poesía es literaria; siempre muy digna, pero con un calor fic­ticio. En esta categoría entran todas las poesías, a menudo de circunstancias, sobre temas sociales, además de los diversos y graciosos cuadritos de género y las fugaces impresiones de viaje. Pero por encima de esta zona puramente literaria vibra un sentido de más verdadera y franca poesía en un grupo poco numeroso pero selecto, de poesías verdaderamente autobiográficas. Desde su primera juventud, Vittoria Aganoor sintió el amor en forma tempestuosa; circunstancias adversas le impidieron por mucho tiempo apaciguarse en un tranquilo y seguro amor (su matrimonio con Pompili no se efectuó antes de 1901, y en la poesía «Diario» se alude a un amor truncado por la muerte). A estos trances la escritora aportaba su carácter mezclado de orgullo y cansancio precoz, de sueños un poco aéreos y de lánguidas nostalgias con cierto fatalismo oriental (era hija de un armenio que había nacido y había transcurrido su niñez en la India).

El mismo título de Leyenda eterna, esto es, lo infinito del amor, que en lo que tiene de genérico es siempre el mismo, contiene dentro sí también los defectos de tal poesía. Buscamos en la vida y en el arte no lo que en el amor es siempre semejante, sino el drama que lo individualiza y lo caracteriza. Sin esto queda el desengaño de las esperanzas por el drama que no ha tenido su natural y es­perado desenvolvimiento, en parte por efec­to de un temperamento recluido y orgu­lloso. Así en «Página de diario» («Pagina di diario») el alma de la poetisa se siente semejante al ocaso autumnal; después, con un grito de rebelión se revuelve contra su destino. Así en la otra poesía «Está en mi sueño» («É nel mió sogno»), después de haber evocado la causa de su niñez, en Padua, se siente más solitaria; tampoco el sueño la ha ilusionado sino por breve tiem­po, y le cae encima un velo de grave tris­teza. Otra, «Orgullo» («Orgoglio»), es una confesión. El amado está a punto de partir; los ojos de ella le dicen que se quede: «así las pupilas suplicaban/pero los labios no se abrieron» («cosí le pupille pregavano/ma il labbro non si schiuse»). Esta dificultad de abrirse al prójimo y a sí misma se refleja en la poesía de Vittoria Aganoor.

M. Vallauri

Este cancionero es ciertamente el más bello que ha compuesto jamás una mujer italiana. (B. Croce)