Leyenda de Santa Teodora, Zambrini

[Leggenda di Santa Teodora]. Relato anónimo del siglo XIV, publicado por Zambrini en su Colección de leyendas inéditas [Collezione di leggende inedite] en 1855. Inspi­rándose probablemente en la narración de Metafrastes en las Actas de los Santos (v.), el compilador nos ofrece una redacción bastante más vasta y colorida que las aná­logas contenidas en la Leyenda áurea (v.) de Jacobo de la Vorágine y en la adaptación vulgar de las Vidas de los Santos Padres (v.), Teodora vive en Alejandría, en tiempo del emperador Zenón como esposa virtuosa de un virtuoso marido, hasta que el demonio hace enamorarse de ella a un joven de la ciudad. Por bondad de corazón, Teodora se deja arrastrar a corresponder le, instigada por una pérfida vieja, al decir de la cual, como el pecado se comete de noche, Dios no podrá verlo.

Pero, después de su caída, convencida de su error por una sabia aba­desa, Teodora, presa del más amargo arre­pentimiento, se corta el pelo, se viste de hombre y huye al desierto, rogando ser admitida a servir en un convento de mon­jes. El abad la hace aguardar toda una noche a la puerta del convento, dispuesto a recibirla si las fieras la respetan, dando así testimonio del consentimiento divino. A la mañana siguiente, Teodora, ilesa, es acogida en el convento, donde bajo el nom­bre de Teodoro permanece muchos años, trabajando, ayunando y obrando milagros. Pero el demonio no desiste de perseguirla: una mujer, que ha intentado en vano sedu­cir al presunto Teodoro, después de haber pecado con otro, acusa a aquél de haberla hecho madre. Teodora se deja expulsar del convento, recoge al niño que todos creen que es suyo, y vive con él santamente en el desierto. Aún aquí, reducida por la vida que lleva a un aspecto casi bestial, descar­nada y abrasada por el sol, con las uñas largas y la cabellera enmarañada, soporta heroicamente la incesante lucha contra el espíritu maligno, que la atormenta con ten­taciones y ataques crueles. Readmitida final­mente en el convento, después de haber obrado otros milagros muere, y entonces, por aviso divino, el abad se entera de su verdadera naturaleza.

La leyenda es inte­resante en sus detalles, como ejemplo carac­terístico de la indulgencia con que el cris­tianismo medieval aceptó y asimiló los te­mas más heterogéneos. Quizás precisamente por esta indulgencia la leyenda gustó y se difundió, como atestiguan las variadas edi­ciones de una estampa popular, que, bajo el mismo título, traduce en octavas la prosa de esta leyenda.

*      La literatura italiana popular conoce también a otra santa Teodora (Acta Sanctorum del 21 de abril; v. Actas de los San­tos) en cuya leyenda se inspira una sacra representación, reproducida también en la recopilación a cargo de Alessandro D’Ancona, Florencia, 1872. Esta Teodora es una doncella que vive en Antioquía y de la cual se enamora el procónsul romano. Re­chazado por ella, que quiere permanecer fiel a su voto de virginidad, la condena a entrar en un lupanar. Pero Euríalo, un jo­ven cristiano que está enamorado de ella, se disfraza y lá reemplaza. Descubierto el fraude, ambos reclaman la muerte para si y la salvación para el otro; condenados los dos, sufren juntos el martirio y juntos su­ben al cielo. Esta representación sacra, en la que, según costumbre, se insertan ele­mentos realistas y aun cómicos para variar el motivo central, nos interesa sobre todo porque en la magnánima porfía entre los dos jóvenes se ha querido ver un prece­dente del episodio de Olindo y Sefronia en la Jerusalén libertada (v.).

E. C. Valla