Libro de Pío Baroja (1872-1956) paralelo a Juventud, egolatría. Ambos son frutos de sendos veranos (1917 y 1918) y de los mismos propósitos: un ensayo de interpretación de las personas y de las cosas (Las horas solitarias, con menos elementos autobiográficos, pero con idéntica visión centrípeta del mundo). Falta ahora esa tenue unidad que el yo daba al primero de estos libros, pero, a pesar de ello, nos parece imposible separar las dos narraciones, porque si el yo no está como manifestación carnal y concreta de una personalidad, aparece — y es mucho más valioso — en cada una de las percepciones o en cada una de las valoraciones que el novelista siente o ensaya.
El libro es muy importante para el conocimiento de la personalidad del escritor: unas páginas de la introducción sirven para caracterizarle espiritualmente y permitir la comprensión de la arbitrariedad o personalismo de los juicios que luego siguen («yo me siento un poco voltario; no tengo el reposo de los grandes espíritus, ni la inmovilidad y anquilosis de las gentes torpes»); del mismo modo, esas páginas sirven para explicar y comprender su obra novelesca. Cada una de las otras partes del libro (excepción hecha de Una excursión electoral) está cobijada bajo una estación, aunque sólo muy raramente los temas coincidan con la época del año (aspectos del campo, labores agrícolas y muy poco más). Lo que da cierta unidad al libro es, precisamente, su heterogeneidad: ideas sobre pueblos españoles (Córdoba, Málaga, San Sebastián, Bilbao), sobre literatura, sobre filosofía, sobre religión, sobre arte… La posición del novelista ante las pequeñas y grandes miserias del mundo, su interpretación de cuatro autores a los que estudia en algún aspecto de su obra (Haeckel, Feuerbach, Bergson y Menéndez Pelayo). La interpretación de la luz en el paisaje, de la chabacanería actual, de las clases sociales, del lujo… todo desorbitado por una lente que hace conocer lo que hay de esencial en las cosas y empequeñece o aniquila lo subsidiario.
Libro que responde con perfecta adecuación a las ideas fundamentales de Baroja: su visión impresionista del paisaje, su cuadro de «España negra» en todo lo que rodea a la excursión electoral por tierras de Huesca (candidatura no llegada a presentar por Fraga), su pesimismo ante la vida. Libro necesario para conocer muchas de las ideas de Baroja y la génesis de alguna de sus novelas y, como fondo (en las tres últimas partes), Vera, pueblo al que se dedican muchas páginas y al que llegamos a conocer hasta en sus más menudos detalles.
M. Alvar