Comedia en tres actos y en verso de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (15819-1639), publicada al principio con el nombre de Lope de Vega en una colección de comedias de 1630, comprendida más tarde en la Segunda parte (1634) de las comedias de Alarcón.
Don García reúne todas las virtudes del caballero, pero la mentira nubla todas sus cualidades. El día siguiente de su retorno a Madrid desde Salamanca, donde estuvo para completar sus estudios, paseando con su criado Tristán, encuentra a dos jóvenes señoras, doña Lucrecia y doña Jacinta, y a ésta declara ser un rico peruano enamorado de ella desde hace un año. Alejándose las dos mujeres e informándose equivocadamente de que se llama Lucrecia la mujer a la que ha hablado, don García encuentra a don Juan, enamorado de Jacinta, que va quejándose con un amigo porque el coche de su amada fue visto a orillas del río en una fiesta, que un desconocido caballero ofreció la noche anterior a su dama. Don García no pierde la ocasión para mentir, y afirma que es él el autor de la fiesta y la describe con tal abundancia de fantasía y riqueza de detalles que suscita el estupor, amén de los celos, de don Juan.
El padre, don Beltrán, que considera la mentira como el peor defecto que pueda tener un caballero, decide casar a su hijo antes de que su vicio acabe por hacerle echar de la corte. Y pide para su hijo precisamente la mano de doña Jacinta; pero don García, que cree estar enamorado de Lucrecia, para frustrar el proyecto de su padre recurre a otra mentira, explicando que ya se casó en Salamanca sin su consentimiento y por un punto de honor. Don Beltrán le cree y aprueba su conducta, ordenándole que traiga en seguida a su esposa. Don García va envolviéndose cada vez más en la red de sus mentiras y sus errores. Escribe a Lucrecia creyendo que hace el amor a Jacinta, habla con ésta en una cita nocturna haciéndola creer que está enamorado de Lucrecia; tiene un duelo con don Juan y deja creer que le ha matado, mientras la verdad es que acabó reconciliándose con él.
Al descubrirse por fin también la mentira de la boda secreta de Salamanca, don García confiesa a su padre que mintió por amor de Lucrecia, pero cuando delante de las dos mujeres y de los parientes se da cuenta de su error, es demasiado tarde y se ve obligado a ceder Jacinta a don Juan y casarse con Lucrecia. La comedia es magistral por la gracia de la comicidad y la elegancia con que el autor sabe reducir en los límites de un «carácter» tanta variedad y alegría de vida. Don García no llega nunca a asumir la abstracción de la máscara: la mentira es en él fe y’ entusiasmo, adhesión a los impulsos del momento y no la personificación de un bajo instinto. A su alrededor van moviéndose las otras figuras, cada una de ellas con una clara fisonomía y una vida varia y distinta, que entra en el ámbito del personaje principal solamente para determinar sus ímpetus y sus contrastes. En el cuadro del teatro del Siglo de Oro español, Alarcón perfeccionó la original fórmula de Tirso de Molina, subordinando a un fin didáctico la realidad psicológica sin falsear la frescura y la espontaneidad de las figuras y de los sentimientos.
C. Capasso
Alarcón implanta la comedia con tal novedad, ingenio y originalidad, que no hay ni una sola obra suya que no tenga mucho que admirar y nada que reprochar. (Montalbán)